Algo del Madrid de los 80

A punto de desembocar en los noventa, el Ayuntamiento de Madrid ha iniciado un ciclo de tres días de conciertos en el que actuarán 16 artistas, con la pretensión de mostrar algunos aspectos representativos de la música realizada desde Madrid durante la década los ochenta.La iniciativa se ha realizado con muchos de los músicos habituales de la sala Elígeme, uno de los centros más activos de Madrid de los últimos años, pero no el único, por lo que el ciclo resulta interesante, parcial e incompleto. Significa la oportunidad de escuchar a músicos que no tienen facilidad para actuar, porque el desarrollo de la música española durante los ochenta ha sido injusto con muchos artistas de calidad y sensibilidad. Pero se han quedado fuera del ciclo otros muchos que no han tenido acceso a esta "oportunidad de los que tienen pocas oportunidades".

Moncho Alpuente, El Gran Wyoming, Reverendo, Javier Krahe y Joaquín Sabina fueron artistas cercanos al cafetín La Mandrágora, impulsor de muchos cantantes que han tenido signIficación durante los ochenta. Los tres primeros acaban de publicar un disco bajo el título de The Moncho Alpuente experience, en el que mantienen su humor ácido, corrosivo e improvisado. Su espectáculo es una mezcla de fiesta fin de curso y humor de café cantante, pero realizado sin mayores pretensiones. Lo mismo imitan al dúo Pimpinela que se mofan de la política de subvenciones en el cine, y como los primeros en ponerse en la picota son ellos mismos, su espectáculo es de visión imprescindible para quien quiera partirse las muelas.

Javier Ruibal es un andaluz con proyección. Intérprete de gran finura y sensibilidad, algunas de sus canciones son magníficas y estrenó dos temas de su último disco, todavía inédito. Mezcla con habilidad aires flamencos con el pop y únicamente debería plantearse su concepto de los arreglos, excesivamente acústicos y carentes de ambientación, y limar un exceso de efectismo que le resta intimidad.

Carrera subterránea

Siempre es una alegría reencontrarse con Javier Krahe, intérprete personal y de carrera subterránea. Con un doble elepé en directo recientemente publicado, mantiene un núcleo de fieles segu dore que le permiten continuar como único representante de una canción de autor a la francesa al margen de las modas. Krahe ofreció una excelente actuación, con su tierno sentido del humor y su personal monotonía para construir músicas y textos, único en la canción española. Acompañado por un grupo idóneo, demostró que es un artista imprescindible porque con él comienza y termina un estilo que, por su sagacidad, resulta dificil para la mayoría de un público que en los ochenta se ha acostumbrado a consumir lo fácil, inmediato y encasillable.A ese eterno superviviente musical que es Javier Krahe siguió Joaquín Sabina, su compañero de comienzos de carrera y uno de los triunfadores de los ochenta, que tuvo el detalle de unirse a la fiesta olvidando problemas de voz. Sabina ha actuado mucho este año y el rodaje se nota. El grupo suena compacto, dio un repaso a sus últimos éxitos y tampoco faltaron sus característicos gestos escénicos, a medio camino entre Chuck Berry y Groucho Marx. Demostró que, a pesar del éxito, continúa al lado de sus compañeros que no han tenido tanta suerte. En este mantener los pies en el suelo puede hallarse una de las causas de la aceptación popular que hoy goza y padece Sabina, uno de los intérpretes más característicos de los ochenta por su capacidad de sintetizar y resumir tendencias y estilos.

El ciclo Madrid: canciones de los ochenta finaliza hoy con las actuaciones de Javier Batanero, Miguel Vigil, La Trampa, Manolo Tena y Ramoncín.