Adulto con reparos
Penny Marshall es una realizadora que parece interesada en ilustrar historias donde lo extraordinario se instala en la vida cotidiana de sus protagonistas y produce una ruptura deseada por ellos en el desarrollo normal y frustrante de sus existencias. Si en Jumpin' Jack Flash -interpretada por Whoopi Golberg-, la empleada de un banco que trabaja con ordenadores se ve involucrada en una intriga de espías, ahora, en Big, su segundo largometraje, un niño ve cumplido su deseo de convertirse en adulto, con la particularidad de que el cambio afecta a su cuerpo, pero no a su mente, que continúa siendo la de un niño de 12 años.El aspecto más interesante de la película es su punto de partida argumental, desarrollado de un guión que posee algunos aciertos, concretados en poco menos de media docena de felices secuencias, lo que no es mucho.
Big
Dirección: Penny Marshall. Guión: Gary Ross y Anne Spielberg. Fotografía: Barry Sonnenfeld. Música: Howard Shore. Producción: James L. Brooks y Robert Greenhut. Estados Unidos, 1988. Intérpretes: Tom Hanks, Elizabeth Perkins, Robert Loggia, John Heard, Jared Rushton, David Moscow, Jon Lovitz. Estreno en Madrid: cines Cid Campeador, Lope de Vega, Novedades 2, Aluche.
Mirada
Tom Hanks, que protagonizó Splash, encarna al niño-adulto y basa su actuación en su mirada transparente, gesto mezcla de sorpresa y bondad, y movimientos corporales propios de la infancia. Con lógica aplastante, el protagonista utiliza sus conocimientos informáticos para hallar empleo en una compañía que fabrica juguetes y gracias a sus acertados juicios inicia una próspera carrera. Tras conocer el amor, pérdida de inocencia, renunciará al sueño conseguido y elegirá regresar a la normalidad que ha transgredido, en un proceso que impone la sensatez y la aceptación conformista de las leyes naturales y sociales que su viaje fantástico ha violado.La comedia, que se desarrolla entre la autoría con moraleja y el ternurismo (lo que es lógico si recordamos que está producica por James L. Brooks -Lafuerza del cariño, Al filo de la noticia- y por Robert Greenhut -productor habitual de Woody Allen-), desprende cierto candor y es brillante en un par de escenas, cuyo recuerdo permanece con más intensidad que la propia unidad del filme.
A pesar de que su final pueda despertar prejuicios, la originalidad de su inicio y sus aciertos parciales, por encima de su irregularidad, hacen que Big sea superior a la mayoría de las comedias juveniles que nos envía el cine norteamericano, hecho que tampoco supone mucho mérito, aunque sea de agradecer.
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