La armonía socialista
La tozudez con que los socialistas que nos gobiernan se niegan a aceptar que vivimos en una economía con grandes contradicciones e intereses contrapuestos es uno de los rasgos más sorprendentes del confuso momento político que estamos viviendo.Si nuestros gobernantes fueran de derechas de toda la vida no habría sorpresa alguna, claro es, ya que nada más lógico y natural que el mundo resulte armonioso para quienes siempre se han llevado la mejor parte de la tarta nacional.
Pero los socialistas son o han sido de izquierdas y de ahí la perplejidad. ¿Cómo es posible que unas personas que hace tan sólo 10 años pensaban que las contradicciones del capitalismo eran casi insalvables ignoren hoy tan palmariamente que en una economía de mercado, sobre todo en años de vacas flacas, son inevitables dilemas graves, difíciles y dolorosos entre eficacia y justicia?
Porque lo más chocante de la política económica socialista no es que haya preferido muchas veces la eficacia -o lo que se pensaba que era la eficacia- a la justicia. Como ésta sin aquélla resulta bien difícil, cabría incluso decir en favor de esa política que ha sido valiente en sus opciones y hasta positiva en líneas generales.
No; lo que causa sorpresa, como digo, y hasta asombro es que esos gobernantes no se percaten de que, quieran o no, sus decisiones irremisiblemente favorecen a unos más que a otros. Como la economía capitalista es de suyo conflictiva, en épocas de crisis resulta inevitable sacrificar las mejoras sociales a la recuperación económica y apoyar al empresario antes que al asalariado, ya que, en razón de los fundamentos mismos del sistema, la recuperación dependerá más del primero que del segundo. Sólo así podrá favorecerse a la larga a los trabajadores.
Ahora bien, lo que no se puede hacer es ignorar ese hecho y pretender que las cosas no son así. Tal política sólo resulta aceptable por tiempo determinado, pero ¿cómo va a cambiarse si ni siquiera se reconoce que existe?En esa tesitura ¿cómo van a entenderse Gobierno y sindicatos? El primero no cree que se haya preferido nunca la justicia social en favor de otros fines y los segundos piensan -con alguna razón, en mi modesta opinión- que sí ha habido preterición y que habría llegado el momento de modificar el orden de preferencias.
La causa inmediata del conflicto actual pone de manifiesto lo que digo. El plan de empleo juvenil quizá sea eficaz a su manera, pero no es justo porque no lo es ofrecer precariedad laboral al trabajador joven y ventajas sustanciales al empresario.
¿Por qué aceptar una vez más, dicen los sindicatos, ese claro desequilibrio? ¿No afirma acaso el propio Gobierno que ya estamos saliendo del bache económico? ¿No será ya hora, entonces, de nivelar la balanza?
La explicación de por qué los socialistas se comportan como lo hacen es fácil, aunque tal vez se deba, al menos en parte, a ese extraño virus que, empezando por sus dirigentes, ha contaminado a casi todo el PSOE y que se traduce en una psicología patológica de autoafirmación continua y triunfalismo permanente.
Ya sé que resulta raro que esa enfermedad ataque a tantas personas por lo demás cuerdas e inteligentes, pero sólo así se explicaría la pasmosa convicción de muchos socialistas de que su simple presencia en el Gobierno unos pocos años ha alterado las bases mismas de la sociedad y la economía, bases, claro está, que no hace falta haber sido marxista para saber que son inamovibles, salvo a muy largo plazo.
¡Que lástima, estos socialistas! Con tanto a su favor, estropean las cosas por una tonta altanería que les lleva a no querer reconocer hechos elementales. En lugar de tender puentes con los sindicatos, los cortan al no reconocerles su parte de razón. El paso siguiente, que ya han dado algunos, es negarles el pan y la sal. ¿Para qué hacen falta sindicatos en esta Arcadia felix y armoniosa que es para buen número de socialistas la España actual?
Otro corolario es que, al no haber, ajuicio del Gobierno, argumentos socioeconómicos válidos en su contra, sólo quedan unas posiciones políticas enfrentadas. Ergo, los sindicatos hacen el juego a los turbios manejos comunistas. Manejos, claro es, que existen y que son todo menos turbios, ya que el PCE, como las demás fuerzas de la oposición, se está, lógicamente, frotando las manos ante la enorme brecha que los socialistas han abierto motu proprio en sus hasta ahora inexpugnables defensas.
Porque otro curioso rasgo de la extraña psicología del partido del Gobierno es que le indigne tanto que los partidos de la oposición actúen corno tal oposición, cuando, en comparación con lo que fue el PSOE para los Gobiernos de UCD, aquéllos han sido hasta ahora unos pardillos.
Los socialistas, en suma, tienen poco que ganar y mucho que perder en la situación actual. Si se empeñan en seguir negando conflictos y contradicciones y en clamar que sólo cabe estar con ellos o contra ellos, me temo que muchos van a acabar por no estar con ellos. Habida cuenta de cómo están las demás fuerzas políticas, no me parece una buena noticia.
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