Humor y malhumor
El cine británico, siguiendo en esto a una antigua tendencia de sus gentes del espectáculo y de una de sus tradiciones en la narrativa literaria, sabe arreglarselas con soltura en ese dificil punto intermedio que hay entre el drama -e incluso el dramón- y la comedia -e incluso la farsa-, es decir entre argumentos e historias patéticas -e incluso siniestras- y tonos narrativos relajados y despojados de la tentación de solemnidad. Es una consecuencia de la peculiar concepción británica del humor llamado negro, que otros dicen humor airado y que, en este filme, podría matizarse como una especie de humor malhumorado, que en el cine inglés de los años 40 y 50 dio tan graciosos, libres y extraordinarios frutos como, para refrescar la memoria y entendernos tomándola como referencia, Oro en barras o El quinteto de la muerte.Más cerca, tenemos el cine de la estrella ascendente de Stephen Frears -recordemos Sammie y Rosie se lo montan o Ábrete de orejas- y sus colegas, que parecen decididos a coger, con cierto regusto por el desgarramiento estudiado, por el exceso y por la sorna, el relevo de aquella jugosa tradición del cine de las islas. Dentro de este movimiento se encuentra la película que comentamos.
Whitnail and I
Dirección: Bruce Robinson. Reino Unido, 1987. Intérpretes: Richard Grant Paul McGann, Richard Griffiths. Estreno en Madrid: cine Rosales, en versión original subtitulada.
El filme tiene interés y algunas calidades, pero en términos generales resulta insatisfactorio. Esto ocurre con cierta frecuencia en el cine y con más frecuencia todavía en el cine británico: buenos e incluso buenísimos actores -a veces algo atascados por exceso de recursos técnicos-, una escritura habil para urdir el guión y soltura para hacer que los diálogos estén vivos y sean creibles, una realización competente o al menos intuitiva, no muchos pero si buenos medios técnicos y de producción. Es decir, todo lo que hace que una película sea facilmente visible.
Ganas de ir al cine
Y, efectivamente, esta es visible, pero nada más que eso. Bajo esa buena cáscara que se deja mirar sin esfuerzo, en este filme hay pocas cosas más, de esas que alimentan las ganas de asistir al buen cine.Promete mucho más de lo que a la postre da. Merece verse, pero también se puede prescindir de ella, pues de es una de esas impecables historias que, aunque persiguen el prurito de originalidad y que parecen conseguirlo durante su proyección, una vez vistas resultan ser tópicas y dejan pocas y nada profundas huellas en la memoria.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.