Mi patria, mi patria
"Tierra de mensajes divinos revelados a la humanidad, Palestina es el país natal del pueblo árabe palestino", aseguraba, a primeras horas de la madrugada de ayer, un Yasir Arafat relajado y satisfecho, en el Palacio de las Naciones del Club des Pins, de Argel. No fue a medianoche. Pasaban una hora y 35 minutos del momento previsto cuando el líder palestino proclamó el Estado independiente. Arafat, que había entrado en el hemiciclo como hermano Abu Amar, salió aclamado como rais (presidente) de un Estado sin forma jurídica definitiva, ni fronteras, ni Gobierno, ni control de su territorio.El 15 de noviembre se convirtió desde ese mismo momento en fiesta nacional palestina. La fecha se encuentra, tal vez de forma casual, equidistante de otras dos altamente cargadas de simbolismo para este pueblo: el 2 de noviembre de 1917 (Declaración Balfour) y el 29 de noviembre de 1947 (plan de partición de la ONU).
Desde antes de que el rais Arafat entrara en la sala, el Palacio de las Naciones de Argel se había convertido en una fiesta. Cantos, bailes y abrazos emocionados se repetían en vestíbulos y pasillos. Mujeresvestidas con trajes palestinos ponían la nota folclórica que muchos habían echado de menos al advertir que entre los representantes palestinos escaseaban las kufias (el tocado palestino). Dentro, la Banda Militar de la Presidencia de la República Argelina, uniforme rojo y blanco de gala, esperaba el momento de interpretar el himno nacional del nuevo Estado.
Mientras los asistentes tomaban asiento, algunos espontáneos hacían poemas o agitaban banderas palestinas. Entre los presentes, además del cuerpo diplomático árabe, el primer ministro tunecino, Hedi Bacuch, y el número dos del régimen argelino, Abdelhadi Mehri. Arafat, en traje de campaña, con su inconfundible kufia, gafas en la mano y sonriente, se dirigió al estrado. Con voz pausada, inició la lectura de unos versos del poeta Malimud Darwish, un canto a la tierra que conmovió a muchos de los presentes. Luego, poco a poco, su tono se fue haciendo más enfático.
"El Consejo Nacional Palestino, en el nombre de Dios y del pueblo, proclama el establecimiento del Estado palestino, con capital en la sagrada Jerusalén". La sala estalló en un aplauso. Los periodistas de las agencias corrieron a los teléfonos a dar la noticia. Era exactamente la 1.35 de la madrugada.
El rais Arafat, que mencionó en la Declaración de Independencia el carácter multiconfesional del nuevo Estado, quiso concluir, no obstante, con un versículo del Corán, el libro sagrado de la mayoría de los palestinos. "Oh Dios, Señor del Universo, Tú das el reino a quien quieres y se lo arrebatas a quien quieres; Tú ensalzas a quien quieres y humillas a quien quieres. El bien está en tu mano. Tú eres capaz de todo".
En medio de los aplausos y los compases de Biladi, Biladi (mi patria, mi patria), el máximo dirigente de la Organización para la Liberación de Palestina se dirigió a Georges Habache y Nayef Hawatme, representantes del sector radical de la OLP, y les besó. El rito de los besos siguió con el resto de los dirigentes palestinos y extranjeros. Alguien soltó unos globos con los colores de la enseña palestina y la palabra independencia en grandes letras. Los poetas volvieron a dar rienda suelta a su entusiasmo. En ese momento, el ministro argelino de Asuntos Exteriores subió al estrado para comunicar el reconocin-úento de su Gobierno del Estado recién nacido.
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