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La herencia de los Goncourt

Hoy se falla el premio literario más prestigioso de Francia

Por lo general, la palabra Goncourt no designa hoy más que el nombre de uno de los premios literarios más importantes de¡ mundo, que año tras año provoca en Francia un remolino de comentarios, la consagración de un escritor, manipulaciones de todo tipo y ventas que se cuentan por centenares de miles de ejemplares. Y, sin embargo, se trata de un apellido, el de dos célebres escritores franceses del siglo pasado que contribuyeron de manera decisiva a la transformación del realismo y al triunfo final del movimiento que le siguió, el naturalismo. El Premio Goncourt fue instituido por uno de ellos, el hermano más longevo, que así perpetuó, sin saberlo y de manera decisiva, la inmortalidad de su apellido.

Edmond y Jules Huot de Goncourt nacieron en el seno de una familia rica y con veleidades aristocráticas -que los hermanos nunca reivindicaron-, respectivamente en Nancy y París, en 1822 y 1830. Pero mientras el más joven, Jules, fallecía de sífilis tempranamente, en 1870, el mayor, Edmond, le sobrevivió durante más de 25 años. No se casaron jamás, vivieron siempre juntos y crearon en estrecha colaboración -sólo rota por la muerte de Jules- una obra considerable, que alcanza la cantidad de 40 volúmenes, entre novelas, crónicas, libros históricos, biográficos y de miscelánea, obras teatrales, de crítica de arte y un monumental Diario en nueve volúmenes que sólo se publicó íntegramente en 1959. Ejercieron el periodismo, vivieron de sus rentas y de las ventas de sus libros, que pronto fueron considerables, y fueron el centro de una animada vida literaria, de un mundillo de tertulias y contactos que duró, con alternativas y sobresaltos, hasta la muerte de Edmond, en 1896. Y fue este último quien, en su testamento, instituyó la creación del Premio Goncourt, cuya longevi dad y permanente interés ha sobrevivido con creces, para la opinion pública, a la obra de sus propios creadores.

Colaboración

Los casos de colaboración literaria son relativamente frecuentes en la historia de la literatura pero el de los hermanos Goncourt resulta especialmente misterioso y paradigmático. Lo compartieron todo, la vida, las casas, los gustos, las mujeres, los amigos, los caprichos y la escritura hasta un grado increíble El genio andrógino se les ha llamado, y lo más espectacular es que el estilo y la obra de Edmond, cuando falleció su hermano, siguieron siendo similares durante 36 años. Su última biógrafa, Wanda Bannour, ha llegado hasta inventarles un nombre único, el de Julioedmundo.

Juntos publicaron ocho novelas largas, de las que las más célebres fueron Charles Demailly (1860), Soeur Philomène (1861), Renée Mauperin (1864), Manette Salomon (1867) y Madame Gervaisais (1869), y obras históricas y de crónicas teatrales. De los dos, el joven, Jules, fue el más brillante, el mejor estudiante, el más dotado tal vez, pues fue también pintor y grabador, mientras Edmond era más reflexivo y lento. Las aventuras amorosas de Jules fueron más espectaculares -y alguna le condujo a la muerte a través de la sífilis, como morían los realistas-, mientras que el hermano mayor resultaba más tímido y duradero a la vez. Cuando falleció su sirvienta descubrieron un mundo de corrupción y vicio clandestino que inmortalizaron en Germinie Lacerteux (1984).

Tras la muerte de Jules, Edmond, que había sufrido un duro golpe, siguió sin embargo su carrera en solitario, y publicó cuatro novelas más, de ellas una reveladora, Los hermanos Zemganno, donde se describe la vida de dos hermanos, artistas de circo. Partidarios de la verdad y de la ciencia, tomaban siempre muchas notas y se documentaban a conciencia sobre los temas que elegían, aunque también fueron defensores acérrimos de un estilo artista, siempre de la mayor calidad, lo que llevó a Edinond a combatir al final de su vida el descuido torrencial de su antiguo amigo Zola.

Fue Edmond Goncourt quien instituyó en su testamento las bases para la creación de la Academia Goncourt y del premio que lleva su nombre. La primera redacción del testamento fue de 1874, poco después de la muerte de su hermano, y tras varias redacciones -que más o menos indicaban lo mismo- el último codicilo introducido fue en 1893. En él se indicaba que todos sus

La herencia de los Goncourt

bienes serían vendidos para constituir un capital que diera el interés suficiente para conceder todos los años un premio de 5.000 francos "a una obra de imaginación en prosa,, que concederían un grupo de 10 "hombres de letras", que cobrarían cada uno 6.000 francos anuales, y de cuyo areópago se excluían "nobles y políticos", así como los miembros de la Academia Francesa o quienes aspirasen a serlo.Así se excluyó a Zola -que intentó entrar en la Academia Francesa sin conseguirlo-, y la presidencia recayó en Alphonse Daudet, y después en su hijo León. El premio hace ya tiempo que desbordó sus cifras iniciales, pues lo importante no es el dinero del premio, sino sus resultados comerciales, que se valoran en millones. Y al concederse a un libro ya publicado son célebres las maniobras y presiones por parte de las grandes casas editoras, sobre todo Gallimard, Grasset y Seuil. Y si entre los galardonados han estado Proust, Malraux, Simone de Beauvoir, Tournier o Marguerite Duras, nunca estuvieron Leautaud, Céline o la Yourcenar, o tantos otros, y si Vintila Horia renunció a él por una fuerte presión en su contra, Julien Gracq lo hizo por estar en desacuerdo con el sistema de los premios literarios en general. Pues en el palmarés de los Goncourt, como en botica y en el Nobel, hay de todo, aciertos y errores, ausencias escandalosas y presencias olvidables.

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