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Nicaragua, una calamidad económica

El buracán 'Juana' añade dramatismo a una situación que ya era catastrófica

Antonio Caño

Un diario tan poco sospechoso de antisandinismo como Barricada, órgano oficial del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), publicaba estos días una viñeta del buen dibujante nicaragüense Roger en la que una mujer sumergida hasta las rodillas en las aguas dejadas por el huracán Juana decía: "No sé de qué me debo quejar primero, de que me he quedado sin casa, de que no tengo para comer o de que no tengo con qué vestir me". El ciclón sólo ha conseguido, efectivamente, añadir dramatismo a una situación económica que ya era catastrófica y que está hundiendo al Gobierno en la impopularidad.

Uno de los preceptos bajo los que tomó vida la revolución sandinista fue el de la economía mixta. Nueve años después del triunfo del FSLN no es sólo que ese concepto suene a música celestial, sino que la misma palabra economía resulta un eufemismo cuando se aplica a las leyes que rigen la vida comercial y financiera en este país. "Aquí no nos quejamos de que haya comunismo; el comunismo pasó con la misma rapidez y efectos que el huracán Juana; aquí lo que hay es pura anarquía, pura ineficacia y puro desorden", opina un empresario privado que sigue trabajando en Nicaragua y que no comulga con la oposición.El huracán ha hecho las cosas más difíciles. Parte de la raquítica capacidad productiva del país ha sido destruida. Los expertos pronostican con optimismo una caída de alrededor del 25% del total de las exportaciones. A eso hay que añadir la destrucción de vías de comunicación y la necesidad de hacer inversiones para las más de 50.000 personas que se han quedado sin hogar. Pero todo esto, con ser grave, es sólo un grano más encima de una montaña de calamidades económicas. Nicaragua ya sufría una caída del 20% del producto interior bruto en los últimos cuatro años. Para el año en curso se pronostica una inflación en tomo al 4.500% o el 5.000%. Ya antes de la tragedia natural, el volumen de las exportaciones nicaragüenses se quedaba en la ridícula cifra de los 200 millones de dólares anuales, frente a los 700 u 800 que el país tiene que gastar anualmente en sus importaciones, incluidos alimentos.

Espectacular déficit

El espectacular déficit lo cubren las líneas de crédito que, cada vez con mayor dificultad, mantienen abiertas algunos países europeos, entre ellos, y en primer lugar, España y los países socialistas, sobre todo la URSS, que corre con todo el suministro de petróleo. "Las cifras", opina Gilberto Cuadra, presidente del Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep), "siempre resultan frías. Baste decir que el país está en el mero esqueleto. No hay hambre como en Etiopía, pero la gente no siente estímulo para producir. Y eso no es culpa del huracán, es culpa de la voluntad política del FSLN de hacernos improductivos".

Los dirigentes sandinistas lo han intentado todo para hacer frente a esta situación. Despué de unos comienzos nacionaliza dores y estatistas que arruinaron la economía hasta extremos todavía no recuperables, el Gobierno fue girando hacia opciones más liberales hasta culminar en el mes de junio pasado con la ¡in plantación de medidas de liberalización de los precios agrícolas

Es, sin embargo, una liberacización tardía y ficticia, opinan algunos empresarios agrícolas, que se quejan de que los créditos siguen todavía en manos del Estado -la banca fue nacionalizada en 1979- y de que tienen que seguir comprándole al Gobierno los distintos factores de producción agrícola a un precio, según ellos, superior al de otros países de Centroamérica.

El gran defecto, según opiniones de economistas, es la falta de confianza entre autoridades y empresarios. Las primeras acusan a los segundos de hacer política en lugar de producir; éstos protestan porque el Gobierno los persigue y los difama. "Los empresarios nos dedicamos a hacer política porque no nos dejan libertad para producir", afirma Cuadra.

El economista Rodolfo Delgado, del Instituto Centroamericano de Administración de Empresas (Incae), cree que la reconciliación entre Gobierno y empresarios es una de las cuatro condiciones básicas para la recuperación de la economía. Las otras tres son: "el fin de la guerra; la concesión de un paquete de ayuda externa, una especie de Plan Marshall para Nicaragua, y la aplicación de una verdadera economía de mercado".

Probablemente a la mayoría les es indiferente si el Gobierno se decide por la economía de mercado o por la mixta. "Cuando no hay seguridad de llenar cada día el cesto de la compra, lo demás es accesorio", dice un trabajador del Estado que cobra menos de 50 dólares (6.000 pesetas). Un médico puede ganar el doble, y prácticamente no se conoce un solo salario que sobrepase los 200 dólares al mes.

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