Concha Velasco
La Carmen de España en estos momentos es Concha Velasco, que actúa a diario, durante varias horas, en el teatro Calderón de Madrid, en la obra musical Carmen Carmen. Poco antes de salir a escena, en un lujoso camerino por el que han pasado muchas esculturales vedettes, aparece con una vitalidad vertiginosa que le da envergadura a su menudez. A los 48 años -"en seguida cumpliré 49"- sorprende su excelente forma fisica y su atractivo. Está muy bien maquillada, con un lunar que resalta junto a la boca."No hago nada especial, me pinto divinamente porque me encanta, y lo que me mantiene así es el trabajo, el espíritu de lucha y el éxito. Tengo arrugas, pero de las de para arriba. No, no sé si me haría un lifting, no creo que haya que decir rotundamente que no a algo. Me gusta cambiar de opinión fácilmente, lo que no significa ser veleta, o estúpida, o fácil de convencer; es decir, creo que soy razonable".
Razonable es lo que dice Concha Velasco, y parece más razonable aún porque pronuncia las palabras en un perfecto castellano; quizá sea la actriz española con la dicción más ortodoxa, lo que confirma el tópico sobre la pulcritud idiomática de los originarios de Valladolid.
Sobre su éxito personal dice: "He sido una persona que ha evolucionado con el país, y me he negado al encasillamiento. A veces la gente se dedica a algo para luego dar el salto y vivir de otra cosa. Yo no, yo siempre quise estar en esto, y mi evolución no ha sido pensada ni provocada, sino que ha surgido por ese espíritu de conveniencia propio del ser humano".
Esa evolución con el país no es otra cosa que 30 años de oficio, con casi un centenar de películas y otras tantas obras de teatro en su currículo. En 1958 protagonizó una de las comedias de más éxito del cine español, Las chicas de la Cruz Roja, por la que recibió el premio Nacional del Espectáculo, un diploma y 25.000 pesetas con las que le compró a su madre una nevera. Con guión de Pedro Masó, había un numerito musical que hizo época: chicas en coche blanco descapotable recorriendo la Gran Vía y cantándole a la vida. Entonces era Conchita Velasco, la chica de Valladolid de los años sesenta que, guardando el equilibrio entre rebeldía juvenil y sagrada paz social, se fotografiaba subida a una moto en plena efervescencia del pick-up y los utilitarios. "Con el pelo alborotado y las medias de color, / una chica ye-yé que te comprenda como yo", cantaba.
"La gente me ha seguido porque ha notado mi cambio, ya que nunca me he anquilosado, incluso cuando estaba en una situación de comodidad y ganaba mucho dinero", dice. Ahora Concha Velasco se divide entre los escenarios y su familia (tiene dos hijos, de 12 y 9 años). En su trayectoria, que mezcla lo popular y lo más serio, figuran premios como el Nacional de Teatro por Eloísa y Abelardo. El punto de inflexión de su madurez artística está, para algunos críticos, en su sabia interpretación en La hora bruja, de Armiñán, por el que recibió el premio de interpretación femenina en la Semana de Cine de Valladolid de 1985.
A raíz de su actuación en Carmen Carmen, donde canta, baila, dramatiza, y todo el espectáculo gira sobre ella, alguien ha dicho que es "una especie a extinguir". Ella lo matiza: "No creo que se haya dicho en referencia a mi trabajo como actriz, ya que hay en España muchas muy buenas, de mi edad, mayores y menores, sino por lo que supone de riesgo meterse en la aventura de un espectáculo atrevido y costoso como éste. Ahora nadie arriesga nada, y en el mundo teatral siempre lloramos muchísimo; a mí me da vergüenza hablar mal de lo que uno hace, siempre damos una sensación de pobreza que me indigna, cuando para el teatro, en el fondo, sólo se necesita el actor y la palabra. El teatro no debe ser una pieza de museo: debe ir por delante de la sociedad y sus principios son la crítica, la sátira y la magia".
Babelia
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