Cela después de tantos libros
El escritor y académico Camilo José Cela se recupera satisfactoriamente de la operación de apendicitis a la que fue sometido semanas atrás. Cela continúa trabajando en los guiones de la adaptación cinematográfica de El Quijote que realizará TVE. El escritor, según informa Joan A. Caimari, que afirmó creer "que esto de la apendicitis era cosa de muchachos", sobrellevó con estoicismo la intervención quirúrgica y ahora la convalecencia. "Cuando te pasan estas cosas no hay más solución que Joderse y aguantar", dijo. En este artículo, el autor describe las emociones que la última novela de Cela -Cristo versus Arizona- le produjo.
En estos últimos tiempos -meses seguro, aunque es probable que incluso lustros- a veces inquieta preguntarse lo siguiente: que casi ninguna nueva novela conmueva como antes lo hacían, ¿se deberá a que la lectura intensiva de tantas a lo largo de tantos años ha dejado sin capacidad de reacción emocional ante ellas? Sí, hay bastantes novelas interesantes -y aquí sólo se habla de las españolas, aunque sea extensible a todas-; novelas que están bien, incluso muy bien, pero..., la verdad, a menudo después de un brillante arranque, con menos frecuencia, al cabo de unos pocos capítulos; más raramente, al llegar hasta un punto final que culmina unas páginas sin fallos llamativos... se cierra el libro, se levanta la vista y asalta la inquietante pregunta: ¿y qué?¿Qué es lo que desazona? Pues que no pasa nada. Que lo que se acaba de leer se desdibuja de inmediato. La novela sólo ha exigido una atención flotante y, una vez cerrada, no deja ninguna emoción, ningún asombro. Son contadas las novelas que contienen atisbos de lo que las hace añadir algo, por poco que sea, al conocimiento del mundo, sobre todo del propio, claro.
De pronto se lee. un libro -Cristo versus Arizona, en este caso-, y se comprueba que no se trata de una sobredosis de novelas. Que lo que pasa es que -siempre ha pasado- escasea la literatura que haga vivir, ayude a sobrevivir, apasione. Es un poco lo que pasa -salvando todas las distancias. que haya que salvar, y son muchas, porque entre literatura y vida hay todo un abismo de teorías-, lo que pasa, se decía, cuando, encontrándose decaído, desganado, cascado, llega a pensarse: naturalmente, son los años, que no pasan en balde. Y, sin embargo, al poco de tomar uno de esos complejos vitamínicos que suelen recomendar los amigos -por mucha razón que tenga Grande Covián al considerarlos inútiles-, la vida vuelve a cobrar interés; resulta interesante sobrevivir en ella durante otra temporada.
La última novela de Cela no es ninguna panacea, entiéndase bien. No posee ningún carácter oracular. Simplemente es -y nada más y nada menos- un objeto construido intencionadamente para producir determinados efectos literarios que funciona. Conmueve, asombra, emociona. Algo que, por lo general, la crítica no señaló en su momento y que ha hecho -en efecto, la crítica tiene influencia- que algunos lectores atentos de la obra de Cela la hayan pasado por alto. Es mi caso y el de algunos amigos, pues aunque -y quizá porque, snobismo mediante- lleva meses en las listas de libros más vendidos, hasta hace unas semanas no la he leído.
Crítica y prejuicios
Masoliver Rédenas, uno de los. críticos más inteligentes de entre los que se ocupan de la literatura española actual, y puede que el que mejor conozca la obra de Cela -él y Rafael Conte fueron de los pocos que supieron valorar Cristo versus Arizona-, señalaba, con ocasión de su anterior y unánimemente celebrada Mazur'ca para dos muertos, que a Cela siempre se le ha juzgado según los términos y prejuicios de la literatura tradicional. Una observación acertada, parece. Baste con pensar en la serie de ataques y denuestos con que la crítica recibió obras suyas que luego se han convertido en clásicos -desde Pascual Duarte y La colmena, a San Camilo u Oficio de tinieblas, por citar cuatro que ahora pocos dudan en calificar de maestras-. Pues bien, la misma actitud de rechazo ha vuelto a producirse con respecto a Cristo versus Arizona.
Los argumentos han variado, por supuesto. Ahora no se atacan violencias gratuitas, desengaños tremendistas, faltas de compromiso, veleidades vanguardistas -que, en ocasiones, también sí-. Ahora, la crítica, afectada por la enfermedad juvenil de lo novelístico, se ha andado con cuidado -no en vano Cela es Cela-, pero todas son adversas. 0 cuando menos, reticentes -Cela es Cela-, llegando en algún'caso a la descalificación porque no es una novela. Afirmación un tanto discutible si se admite aquello que escribió Forster de que una novela es .cualquier ficción en prosa con más.de 50.000 palabras" (es decir, por encima de las 130 páginas). Definición que el propio Cela retorna al escribir en la introducción a Mrs. Caldwell habla con su hijo (1953): "Novela es todo aquello que, editado en forma de libro, admite debajo del título la palabra novela".
, Cela es Cela, se ha repetido. Y se ha hecho porque es uno de los santones de la vida cultural española. Pero aquí, dejando de lado eso que escribió Gore Vidal, de que en el siglo XX la figura del po -"a lo mejor la fecha está equivocada", se repite en el libro-, aunque dentro de él se despliegue un paisaje que para los que amamos el westem remite a situaciones vividas con una pantalla enfrente. Y no es que haya referencias a películas -sólo he detectado una-, sino que las páginas se pueblan de héroes y malvados conocidos en escenarios tantas veces cabalgados mentalmente. Unas páginas que desde el comienzo se sabe que no van a tener final feliz. (A propósito de esto: en contra de las críticas, he encontrado en el libro al menos dos presentaciones de personajes de aquellos que antes los moralistas de turno llamaban .positivos". Así, los amantes que se suicidan juntos "porque no querían dejar de ser felices... y el amor no dura toda la vida, y hay personas que prefieren la muerte durante el amor a la vida en desamor y aburrimiento" -página 207-. 0 "Tucson Jennie se casó con el vaquero Wayne Growles..., y los dos fueron felices hasta que murieron de viejos" -página 214-.) Y no importa esa ausencia de final feliz, porque eso es lo que hay siempre, y si no, que venga algún muerto a negarlo.
Comas y estilo
Con respecto a otro punto de discordia, ese uso exclusivo de la coma que ha soliviantado a algún crítico: Cela en ningún caso pretende ser realista en primer grado, sino entregar un discurso perfectamente enlazado que enganche y al que cualquier variación de puntuación estropearía.
Pero qué se le va a hacer. Como dijo Nietzsche: "Se es artista a condición de sentir como un contenido, como la cosa misma, lo que los no artistas llaman forma". Y como se escribe en la contracubierta del libro -y esta vez acertadamente-: "Cristo versus Arizona es una obra capital de la narrativa en lengua española de todos los tiempos". Algo, al parecer, dificil de advertir partiendo de criterios tan limitados.
Babelia
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