La incógnita de los premios literarios
Algunos escritores elogian la creciente exigencia de los jurados
, Hasta hace cerca de 15 años, los premios literarios eran para el escritor inédito casi la única forma de conseguir publicar una novela. Con el tiempo, los premios fueron proliferando en número y en dotación, no siempre en exigencia de calidad. En las últimas dos semanas, dos premios literarios -Iberia y Sésamo- nacidos con la seria intención de apoyar la narrativa española han sido declarados desiertos. Un síntoma de cambio que levanta interrogantes sobre la función de los premios como estímulo a la creación literaria.
El Premio Iberia, en su primera edición, ofrecía 10 millones de pesetas y una medalla de oro, diseñada por el escultor Martín Chirino, como primer premio. Junto al premio en metálico, el escritor galardonado podría publicar su obra en dos editoriales españolas que la distribuirían en edición de lujo y en edición rústica. La convocatoria despertó grandes expectativas tanto por la dotación del premio como por la intención manifestada por los organizadores de darle a este concurso literario el máximo rigor y destacar solamente aquella obra que posea verdadera singularidad literaria. Se presentaron 300 originales. El jurado estaba formado por algunos de los más destacados críticos, y el veredicto dado a conocer el 22 de septiembre fue definitivo: el premio se declaró desierto por unanimidad, salvo la abstención del presidente del jurado, presidente de Iberia.Hace dos días el Premio Sésamo de novela corta fue también declarado desierto. Aunque su dotación económica es mucho menor (400.000 pesetas), este premio, creado en 1952, ha tenido entre sus galardonados a figuras de las letras españolas como Juan Marsé y Luis Goytisolo. Este año fijó por primera vez un límite de edad de 30 años a los participantes. Se presentaron alrededor de cincuenta.
Para el ministro de Cultura, Jorge Semprún, este desertismo es algo lógico. "En el Premio Iberia, por ejemplo, que tenía la intención de surgir con el máximo de rigor, es lógico que, al no haberse encontrado obras del nivel suficiente, se haya declarado desierto. Es intelectualmente beneficioso y, siendo los organizadores una empresa ajena a las publicaciones, se evita al premio el verse directamente relacionado con la publicidad de las editoriales" afirmó.
Gallardía
Antonio Muñoz Molina, ganador del Premio Nacional de Narrativa 1988, piensa de manera similar. "La exigencia es algo necesario en los premios literarios, y no sólo en el campo literario. En estos tiempos parece imponerse el todo vale, y tanto escritores como músicos y artistas plásticos parecen nacer de la nada. Es necesario que se reconozca el rigor y la disciplina del creador. Reconozco en la crítica un acto de gallardía al declarar desierto un premio como el de Iberia y no aceptar el chantaje que podría haber significado ceder a presiones para reconocer un ganador", afirmó.
"Hay demasiados premios", opina Francisco Ayala. "Los premios cumplen una función, pero no sustituyen nada. Lo importante es que se publiquen libros y no que se ganen premios. Cuando están tan suculentamente dotados se convierten en una tentación e invitan a la precipitación y la improvisación".
El escritor Juan José Millás ofrece otra perspectiva. "No es que la narrativa española esté en mal momento. Jamás ha habido tantos novelistas como ahora. Las editoriales españolas están buscando nuevos novelistas hasta debajo de las piedras y tienen ahora mejores equipos de lectores, por lo que no se les escapa ninguna. Editoriales como Anagrama y Alfaguara reciben entre 800 y 1.000 originales al año".
"Hay muchas de las novelas rechazadas que se presentan a los premios, en los que la dotación equivale a lo que las editoriales te dan como adelanto a la publicación. Hace diez o quince años prácticamente el único reducto para ser publicado era ganar un premio; ahora ya no es así. Ahora no se queda ninguna buena novela en el cajón".
Babelia
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