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Reportaje:

Las tribus saharauis dejan de ser nómadas

En Smara, las gentes mayores aceptan el progreso, pero sienten nostalgia del pastoreo

Smara tampoco es lo que era. A la ciudad santa de las tribus saharauis Marruecos le ha puesto un instituto de bachillerato, un hospital, agua potable, electricidad y hasta un pequeño aeropuerto civil. Las gentes mayores de Smara han dado la bienvenida a esos progresos, pero de sus conversaciones se desprende una irreprimible nostalgia de los viejos tiempos del nomadismo y el pastoreo de cabras y camellos. "El camello", dice uno, "es un regalo de Alá a los hombres; el animal más hermoso e inteligente que existe".

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Tres largas horas de conducción a buena velocidad por una carretera rectilínea llevan desde El Aaiún a Smara. A lo largo del camino se ven muy pocas jaimas y apenas un par de rebaños de camellos. Dlaimi Sidi Ahmed Yaraalá vigila uno de ellos. El hombre fuma una pipa de metal, va vestido con deraha azul y pisa un suelo de guijarros y carcasas de langostas muertas.El pastor es mauritano y su vida ejemplifica la de muchos habitantes de este desierto: ha sido sucesivamente soldado del Ejército mauritano, pescador en un barco canario, soldado del Ejército marroquí y ahora pastor de los camellos propiedad de un antiguo soldado del Ejército español. Yaraalá cuenta en un castellano vacilante que su patrón vende los dromedarios en El Aaiún a un precio de unas 140.000 pesetas por joroba.

Hasta finales de 1983, la región de Smara estaba al alcance de las incursiones guerrilleras del Frente Polisario. Los muros de defensa marroquíes parecen haber alejado por completo de esta zona las incertidumbres de la guerra del desierto, lo que ha provocado una cierta reaparición del pastoreo de camellos. Pero Marruecos quiere que esa actividad se incorpore también a la modernización que impulsa en el Sáhara. Lo explica en su flamante residencia de Smara el gobernador civil de la provincia, Jalil Djil, un natural de la ciudad santa nacido en el seno de la tribu de los rguibad.

"El proceso de sedentarización de las tribus del Sáhara comenzó ya en la época española como consecuencia de una larga sequía que arruinó los pastos. La Administración marroquí lo considera irreversible", dice el gobernador de Smara. Es un hombre de rostro achocolatado, que se mantiene en perfecta forma bajo un impecable traje de chaqueta y corbata. "Ahora bien", añade, "eso no nos impide desear un renacimiento del pastoreo. El camello es el animal de aquí y es una gran fuente de riqueza".

El sueño americano

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Djil explica su sueño: "Podríamos reconstruir una gran cabaña de camellos atendida al estilo norteamericano, es decir, de la misma forma que los rancheros modernos vigilan y cuidan sus vacas, con jeeps, helicópteros, veterinarios y todas las comodidades en las casas de los propietarios y los trabajadores".Jalil Djil estudió Ciencias Empresariales en la universidad de Granada y habla un perfecto castellano. En honor a su visitante, ha reunido en su residencia a un montón de viejos notables de la ciudad.

"Smara", dice Sidi Alam Uld Salah en dialecto árabe hasanía, "era nuestra ciudad santa y centro de pastores y comerciantes. Las gentes de aquí siempre tuvimos más relaciones con Gulimín [al norte del paralelo 27º 40'] que con El Aaiún". El anciano recuerda que cuando la colonización española Smara se componía de unas pocas casas, una mezquita, una zauia y una guarnición de la Legión que aportaba el maestro y el enfermero.

Smara es una ordenada aglomeración de casitas blancas con cúpulas semicirculares, algunos edificios oficiales de estilo occidental, un par de raquíticos palmerales y más banderas rojas marroquíes que alminares de mezquitas.

Fue a finales del siglo XIX cuando Smara adquirió su reputación de principal centro religioso saharaui.

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