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Italianos y españoles inauguran el festival de música contemporánea de Alicante

Con obras de las actuales tendencias italiana y española, ha inaugurado el domingo y lunes la orquesta de RTVE el IV Festival Internacional de Música Contemporánea. El belga Ronald Zollman (Amberes, 1950) dirigió el primer programa, en tanto el segundo estuvo a cargo del madrileño José Ramón Encinar (1954). En ambos casos se consiguió eminente calidad, aunque, sin sombra de chovinismo, es preciso reconocer la superior entidad del maestro español.

Hemos escuchado tres inquisiciones en el pretérito o, por decirlo a lo Alberti, tres retornos lo vivo lejano, llevadas a cabo por Luciano Berio, Bruno Maderna y Carmelo Bernaola. Si el primero rastreó las posibilidades transformatorias de Bocherini en un tema que, a su vez, ya era transformación de una música militar española, en la Ritirata, incluida en el quinteto Noches de Madrid, Maderna se ciñó con mayor fidelidad al modelo tomado, cinco páginas de virginalistas ingleses. Su versión de la denominada Music of Gaiety no es sino una versión instrumental en la que el compositor opera de modo análogo a como lo había hecho con Vivaldi o Monteverdi, esto es, sin amontonar su personalidad sobre el pasado histórico convertirlo en otra cosa.

El caso más interesante de estos semi-retornos fue la ya conocida Villanesca de Carmelo Bernaola en torno a Francisco Guerrero. El compositor vasco toma abiertas características estilísticas y técnicas del gran polifonista, con el que establece una suerte de conflicto dialéctico, que en eso consiste la razón del desarrollo de la obra. Al final, Bernaola rinde homenaje claro a la gran figura de la escuela sevillana del XVI.

Otras dos obras incluidas en el primer programa representan otras tantas soluciones contemporáneas tan lejanas entre sí como el día y la noche. Otro Francisco Guerrero, éste nacido en Linares en 1951, atomiza sus ideas heterofónicas en su AntarAlman, sin que por ello dejen de existir las tensiones necesarias para la configuración de una forma viva, atractiva y personal. José Soler (1935), por el contrario, en su Concierto para violonchelo, premio Oscar Esplá 1976 —admirablemente protagonizado por Herre-Jan Stengenga—, practica un lirismo de gran vuelo oscilante entre el pre-expresionismo alemán y ciertas características hijas de la escuela de Viena, aunque sin filiación ni servidumbre a ella, sobre todo en la parte orquestal. En conjunto Soler logra belleza, y prolonga algo que parece constante en las tradiciones musicales catalanas: el entronque con Centroeuropea.

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