Julio Aparicio se cuida
Julio Aparicio, hijo del famoso matador retirado del mismo nombre, entró ayer en el área taurina de Madrid, donde la afición le espera expectante, pues se ha dicho mucho de su arte. Representaciones caracterizadas de esa afición acudieron a la plaza de Guadalajara, con la lupa, y encontraron un Julio Aparicio (hijo) que cuidaba celosamente de su persona y el terno correspondiente, para lo cual procuraba mantenerlos alejados de todo pitón. Dubitativo antes, inquieto durante, escurridizo después de la embestida, tampoco tuvo el menor reparo -cuando había lugar- en tirar el capote y salir corriendo.Las representaciones caracterizadas de la afición iban a comerse la lupa, de rabia, mas no lo hicieron, para su fortuna. Cuidado con este diestro. Aquello de llamar al cervecero, pegar la hebra con el vecino de atrás o pestañear más de la cuenta no es en absoluto convieniente mientras torea porque, de súbito, dibuja un redondo, dos verónicas, el natural, que son otros tantos goterones de esencia, pura magia. Esa forma de interpretar el toreo y el pegapasismo modernísimo pertenecen a distintas galaxias.
Estuvo mal Julio Aparicio y además sus compañeros le dieron un baño. José María Plaza, siempre pulcro, instrumentó bellos naturales, y Nacho Matilla los dos pases consabidos con entusiasmo, pundonor y suerte descargada que, al parecer, es cosa magistral. Le dieron un baño, sí, pero la afición pudo ver personalidad y duende en el fondo medular de aquel torero dubitativo, inquieto y escurridizo que cuidaba su persona. La afición, con lupa, lo ve todo; como la Virgen.
Babelia
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