Despedida triunfal de Niño de la Capea
Ni el viento, que molestó horrores a los toreros, ni nada, hubiera podido quitar a Niño (le la Capea, en La Glorieta, la apoteosis que ha vivido como remate (definitivo o no), a su carrera. "Estaba escrito", podría decirse, porque realmente en casos como éste, es fácil prever desmoronamientos populares como el habido ayer en Salamanca, fervores apasionados en la plaza, y, en fin, esa rendición que todos hicieron ante el matador que se cortaba la coleta. Niño de la Capea brindó su primero a la gente y el último a su inseparable peón y amigo, Juan Cabello El Brujo, que también se retiraba, y con el que dio una emocionante vuelta al ruedo.Ese ha sido un bellísimo instante. Verles a los dos, paseando el anillo, emocionados, recibiendo una ensordecedora ovación, ha sido una estampa que aunaba en dos figuras toda una trayectoria profesional salpicada de problemas, de desorientaciones y, al fin, de triunfo y de gloria. Niño de la Capea estuvo sobrado en su primero, un toro sin emoción. En el cuarto, lo hizo todo y lo hizo bien. Trazó una faena saboreándola pase a pase y paso a paso. La gente, entregada. El torero, deleitándose. Quizá, un poco triste, como luego, entre barreras, con un telegrama del Rey en las manos y las lágrimas sobre los alamares. Estocada a recibir. El rabo. En hombros. La locura.
Buendía / Niño de la Capea, Litri, Ramos
Toros de Joaquín Buendía, manejables pero parados. Niño de la Capea: aplausos; dos orejas y rabo. Litri: silencio; aviso y silencio. José Luis Ramos, que tomó la alternativa: aplausos; oreja. Plaza de Salamanca, 14 de septiembre. Tercera corrida de feria.
A José Luis Ramos le entrampilló el toro de la altemativa dos veces, pero estuvo sereno. En el sexto se fue parriba y la faena tuvo vibración. Litri defaudó. En su primero dudó y desistió. Con el otro, no pudo. Por la calle, conel vestido destrozado, azul y oro para más detalle, Capea habrá sentido, quizá por primera vez en su vida, el cariño que le acaba de coger Salamanca.
Babelia
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