La URSS, en el banquillo
EL JUICIO por corrupción que se sigue en Moscú contra nueve ex altos cargos soviéticos es indicativo de cuánto ha cambiado la Unión Soviética bajo Gorbachov, pero constituye también una muestra de los considerables peligros que acechan al futuro de la reforma, porque la corrupción económica ha sido consustancial al propio sistema durante largas décadas, y su eliminación, sin reforma en profundidad de éste, es punto menos que imposible.En el banquillo de los acusados se sienta Yuri Churbanov, yerno del líder soviético, muerto en 1982, Leonid Breznev y antiguo número dos del Ministerio del Interior soviético, acusado de recibir sobornos que alcanzan el equivalente de 120 millones de pesetas. Con él comparecen quienes presumibiemente le sobornaron: el ex ministro del Interior de Uzbekistán y varios ex altos cargos de esta república soviética. No se sientan en el banquillo dirigentes y antiguos altos cargos, tanto de Uzbekistán como de la Unión Soviética, que no podrán declarar ni ser condenados porque se suicidaron o murieron en circunstancias misteriosas; entre otros muchos, Mijail Suslov, el célebre ideólogo del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), fallecido en 1982, cuya rígida honradez es hoy puesta en duda; ni Nikolai Shokolov, ministro soviético del Interior, compañero de estudios de Breznev y jefe del propio Churbanov, que se suicidó en 1984, pocos meses después de que lo hiciera su esposa. También estará ausente del banquillo de acusados la esposa de Churbanov, Galina Brezneva, hija del ex líder soviético, conocida por sus escándalos e inmoralidades.
Los procesos seguidos en la Unión Soviética contra personalidades fallecidas o caídas en desgracia no son cosa nueva. Tampoco lo son los juicios por corrupción o por delitos de naturaleza económica. Pero nunca un proceso criminal ha llegado a personalidades de tanto relieve o a esferas tan sensibles como en esta ocasion, poniendo en tela de juicio la esencia misma del funcionamiento del régimen o los pilares sobre los que se ha asentado tradicionalinente el rígido modo de operar de la economía soviética. En ello reside precisamente la esencia de la discusión y la gravedad de sus posibles consecuencias. Mientras el abogado defensor de Churbanov denunció la semana pasada los intentos de someter a juicio, con este proceso, a toda la era Breznev, jefes de policía declaraban a Literaturnaya Gazeta que personajes como el encartado eran apenas figuras menores en el aterrador panorama de la corrupción imperante.
Al parecer, en Moscú se quiere trazar una línea clara entre el pasado brezneviano y el presente gorbachoviano: uno, corrupto, y el otro, inspirado por una intención moral renovadora. Se trataría de una visión excesivamente maniquea, dado que durante la 19ª Conferencia del PCUS circularon acusaciones graves de corrupción contra varios de los delegados presentes. Dicho esto, no es lícito dudar de la intención saneadora de Gorbachov, empeñado en una lucha casi imposible de racionaliz ación, moralización y potenciación del sisteina. El juez instructor de la causa ha pasado cinco años investigando las redes de corrupción en Uzbekistán y, a riesgo de su propia vida, las ha puesto al descubierto. A menos que se impida la difusión de las conclusiones del juicio, lo que no parece posible a la vista de la publicidad que está siendo permitida, será dificil que se silencien las ramificaciones de la corrupción en los centros de poder moscovitas. Las consecuencias de ello serán tanto más importantes cuanto que la lucha contra la corrupción cierra un canúno de la actividad económica que hasta ahora era habitual en la URSS. Y si el golpe que se aseste a la corrupción no va acompañado de una profunda reforma económica, la situación política se complicará más de lo que prevén los expertos e incluso más de lo que seguramente querría el propio Gorbachov.
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