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El nuevo pasaporte holandés derriba al ministro de Defensa

Isabel Ferrer

, El ministro de Defensa holandés, Wim van Eekelen, miembro del Partido Liberal (VVD), que forma coalición gubernamental con la Democracia Cristiana (CDA), presentó ayer su dimisión al primer ministro, Ruud Lubbers, tras perder la confianza de su propia fracción, al final de una larga polémica originada por el cambio de pasaporte en los Países Bajos por el europeo y las presuntas irregularidades y sospechas de amiguismo de las que se acusa a Van Eekelen, cuando éste era secretario de Estado para Asuntos Europeos en el pasado Gobierno holandés.El CDA, partido en el que milita Lubbers, se abstuvo de calificar la actuación del ex ministro, durante la sesión extraordinaria que se desarrolló en el Parlamento neerlandés, durante la noche del lunes.

Antes de llegar al Ministerio de Defensa en junio de 1987, Van Eekelen fue secretario de Estado de Asuntos Exteriores. Desde ese puesto, se encargó de adjudicar la contrata de impresión del nuevo pasaporte que recayó, por vez primera, en una empresa comercial, cuyas siglas son KEP. Hasta entonces, los trabajos relativos a la moneda nacional y otras impresiones oficiales, las realizaban las compañías estatales de moneda y timbre.

La crisis gubernamental abierta ayer no se centra tanto en la mala calidad del nuevo pasaporte, que puede ser fácilmente falsificable y resulta caro, como en el conflicto de poderes destapado. Y ello porque la compañía KEP, que garantizaba la pieza en 24 horas, debía ocuparse también del registro de datos de los ciudadanos. Esa información tan delicada, que pasaba luego a los centros de datos de la policía, estaba así en manos de una empresa privada, que podía abusar de ella. El hecho restaba además protagonismo a las autoridades locales holandesas, que habían batallado largamente por centralizarla en los municipios.

Un primer informe oficial, señaló el pasado invierno los defectos del pasaporte, que fue contrastado con el británico. En ese momento, responsables de KEP aseguraron que, de perder la exclusiva, imprimirían pasaportes en blanco para distribuirlos luego en el mercado negro de Amsterdam. A pesar de semejante amenaza, la verdadera tormenta no se desató hasta ayer, cuando el actual ministro de Asuntos Exteriores, Van Der Broek, y su secretario de Estado, Van Der Linden, remitieron una carta al Parlamento donde abrían la posibilidad de esta crisis, al prestarse a una crítica por parte de los diputados. Los dos políticos aseguraron que no tenían nada que ocultar, pero poco después del mediodía los liberales abandonaban a Van Eekelen, que se veía obligado a dimitir.

El affaire del pasaporte no ha sido el único tropiezo en la carrera de Van Eekelen, quien ya tuvo problemas con la fabricación de submarinos para la marina holandesa cuando, durante un período, ostentó también la secretaría de Estado de Defensa. Los submarinos resultaron demasiado caros, sin que nadie pudiera explicarse la razón. Los trabajos sobre el pasaporte le fueron asignados más tarde por el Gabinete porque se pensó que así estaría alejado de asuntos conflictivos.

Van Eekelen será sustituido probablemente por el embajador holandés ante la OTAN, Jaap De Hoop Scheffer, según un despacho de la agencia holandesa de Prensa ANP.

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