Despedida triunfal de Niño de la Capea
ENVIADO ESPECIALNiño de la Capea hizo el honor de torear en redondo al toro de su despedida en Bilbao, sin rectificar los terrenos para nada al rematar los pases -como es su costumbre- y aunque lo del pico y la suerte descargadilla seguían igual, que se acordara de tener un detalle con la afición de esta plaza, a la que brindó esa postrer faena, es de un gran mérito, que habrá de quedar inscrito en los anales del coso.
El toro de la despedida embestía boyante por el pitón izquierdo, un poco geniudo, y al advertirlo, Niño de la Capea en el tercer natural, decidió olvidarse de ese lado para volver raudo con los redondos, aprovechando la embestida pastuehísima con que el torito endulzaba el toreo por el pitón derecho.
Benavides / Manzanares, Niño de la Capea, Robles
Toros de Martínez Benavides, muy desiguales de presencia y juego, varios sospechosos de pitones. Manzanares: pinchazo tirando la muleta y estocada corta (silencio); pinchazo perdiendo la muleta, otro a paso de banderillas, media estocada muy baja y rueda de peones (pitos). Niño de la Capea: estocada caída a paso de banderillas (algunos pitos); estocada (oreja). Julio Robles: pinchazo y estocada corta caída (ovación y saludos); estocada caída (aplausos). Plaza de Bilbao, 25 de agosto.Quinta corrida de feria.
Dio muchos redondos Niño de la Capea, no siempre templados, y lo que celebró de veras el público fue que intercalara circulares, pues en Bilbao los circulares son summa artis de la tauromaquia. Aquello de adelantar el engaño, cargar la suerte y todo lo demás es para el público bilbaíno deleznable pedorreta comparado con el artístico corro-la-patata de los circulares vigorosos y pintureros. Tras la faena, muy larga, que fue "oleada y musicada" -según explicaban los coloristas revisteros de añejas epocas-, y una estocada, el público pidió una oreja para el Niño de la Capea, que la paseé en triunfo por el redondel, recibiendo cerradas ovaciones.
En su anterior toro le habían pitado un poco al Niño de la Capea por no emplear maestría alguna ni acertar la técnica que habría dominado el escaso temperamento y paulatina pérdida de codicia de ese animalucho, y además por matarlo a paso de banderillas. Pero no tuvo la menor importancia. Todo está ya bien olvidado, porque hubo más sustanciosas cosas en la tarde. La mejor, que Manzanares y Robles aceptaran los dos toracos de la corrida, cuyo peso era de unos 650 kilos nada uno, y no echaran a correr aduciendo que había llovido, como hicieron en Madrid.
Manzanares apuntó derechazos lejanos y precavidos a ese toro, igual que había hecho con el otro, un inválido total. Julio Robles instrumentó una buena tanda de redondos a cada uno de su lote y luego se puso a repetir derechazos hasta hartar al toro y público, ayer hermanados en el aburrimiento, que es una original forma de hermanamiento.
Bilbao abrió ayer la serie de últimas actuaciones de Niño de la Capea en diversas plazas donde tiene contratos, pues ha decidido retirarse. Lo más probable es que reaparezca tras el descanso, como han hecho otros tantos toreros que sienten en el alma el rito y la magia del singular ministerio que han abrazado.
Babelia
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