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Reforzado el control policial en Praga en el 20º aniversario de la intervención soviética

Una reforzada presencia policial en las calles de la capital checoslovaca, duros ataques en todos los medios oficiales contra los máximos representantes de la primavera de Praga y la supuesta campaña antichecoslovaca en Occidente marcaron ayer en Checoslovaquia la víspera del 201 aniversario de la represión violenta del movimiento reformista de Alexander Dubcek.

Hoy se cumplen 20 años desde que fuerzas militares de cinco aliados de Checoslovaquia, con la URSS a la cabeza, pusieron fin a un proyecto de democratización del socialismo que había levantado una oleada de entusiasmo sin precedentes en todo el país. Los checoslovacos conmemoran aquellos acontecimientos en la intimidad de sus casas.Fuertes aguaceros y el fin de semana dejaron ayer las calles de la capital al uso exclusivo de turistas, en su mayoría occidentales, y de discretas patrullas de la policía en previsión de incidentes muy improbables. Los más destacados representantes de la disidencia abandonaron hace ya días Praga para evitar las detenciones preventivas a que suele recurrir el régimen en fechas especialmente conflictivas. "Están todos en el campo", señalaba ayer un periodista.

La prensa se hacía eco ayer de un comentario de la agencia soviética Tass en la que se condena una supuesta campaña antichecoslovaca desatada en los medios occidentales con motivo del vigésimo aniversario de la intervención de las tropas del Pacto de Varsovia en Checoslovaquia para "frenar a la reacción derechista y la ofensiva antisocialista".

Irritación

Desde hace meses las autoridades checoslovacas combaten en sus órganos oficiales la tesis de que la primavera de Praga fue un movimiento precursor de la política de reformas del actual máximo dirigente soviético Mijail Gorbachov. Dubcek, el que fuera su ministro de Asuntos Exteriores, Jiri Hajek, y otros líderes de la reforma de 1968, han expresado su pleno apoyo a las reformas de Gorbachov y destacado claros paralelismos. Esta comparación provoca máxima irritación en la cúpula del régimen checoslovaco, aún lamisma que aupó al poder el líder soviético Leónidas Breznev para acabar con el reformismo.El comentario de Tass y recientes declaraciones de líderes soviéticos, como el primer ministro Nicolai Richkov, rechazando una nueva valoración de los dramáticos acontecimientos de agosto de 1968 o considerándolos un asunto que compete tan sólo a los comunistas checoslovacos, se interpretan en Praga como un apoyo soviético, quizá solicitado para evitar debates con efectos desestabilizadores.

Entre la población checoslovaca nadie contaba con que el aniversario trajera consigo una revisión de la valoración oficial de la política del partido comunista bajo Dubcek ni de la intervención en sí. La mayoría de los checoslovacos consultados por EL PAÍS consideraban en los últimos días que "todavía es pronto" y muchos incluso señalaron que un debate público sobre la invasión, que sin duda desataría emociones, podría entorpecer los lentos y tímidos avances que se registran de hecho hacia una apertura.

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"Aquí todo es mucho más lento que en sitios como Hungría. Nadie puede esperar que Jakes (Milos Jakes, jefe del partido), el responsable de la purga de los reformistas en 1970, vaya ahora a entusiasmarse por estas ideas. Sin embargo, manteniendo la retórica dura sobre la agresión antisocialista, Jakes es un realista y Strugal (Lubomir Strugal, primer ministro) también, y tarde o temprano también nosotros deberemos enfrentarnos a nuestra historia y lograr una reconciliación nacional real, no basada en la fuerza de uno y la resignación del resto", decía un joven músico ayer en una cervecería de Praga.

El llamamiento de la organización de derechos humanos Carta 77 a los partidos comunistas de la URSS y Checoslovaquia a revelar la verdad sobre la intervención, y las recientes declaraciones de Dubcek pidiendo su rehabilitación, no van a tener eco en la Checoslovaquia oficial ni siquiera a medio plazo, según aseguran medios políticos en Praga.

Añaden estas fuentes que la URSS tiene otros problemas y ningún interés en añadir crispaciones a la ya muy tensa situación en la comunidad socialista, con Polonia nuevamente sacudida por las huelgas. Las críticas a la política soviética del pasado en la URSS no se extienden al conflictivo campo de las relaciones entre los países socialistas, salvo en los casos en que, como sucede en Polonia con la matanza de oficiales en Katyn, existe una presión social para afrontar la verdad histórica. -

En Checoslovaquia esta presión no se da. Fuentes gubernamentales han afirmado que podría formarse una comisión de historiadores para "estudiar los hechos". Sin embargo, dada la absoluta marginación de todos los líderes comunistas depurados tras la invasión, los resultados de esta comisión no diferirían mucho del célebre documento sobre las Lecciones de la crisis publicado en 1970 y que vierte toda la responsabilidad de los hechos sobre los líderes derrocados, sobre "la agresión exterior imperialista occidental y sus agentes checoslovacos".

En algunos artículos aparecidos estos días en la Prensa se insiste en el argumento planteado a EL PAÍS recientemente por el experto soviético en relaciones internacionales Yuri Davidov de que fue el fracaso definitivo de los intentos occidentales de desmembrar Checoslovaquia de la comunidad socialista lo que abrió las puertas a la distensión en los años setenta y a un mayor realismo en las relaciones Este-Oeste.

Los checoslovacos, por su parte, gozan de sus vacaciones estivales o aprovechan este fin de semana en el campo, y prestan tan poca atención a la campaña oficial que reitera los viejos y conocidos argumentos de la ortodoxia brezneviana como a los llamamientos de la disidencia a una revisión de la historia oficial a la que el régimen de Praga aún no está dispuesto. Más información en El País Domingo

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