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450 hogueras iluminaron la costa inglesa en recuerdo de la Armada Invencible

El embajador español prendió la primera antorcha 400 años después de la amenaza española a Inglaterra

La temporada inglesa de celebraciones populares de los 400 años del fracaso de la Armada Invencible acaba de comenzar con el encendido de más de 450 antorchas y hogueras en Gales e Inglaterra. Las llamas eran un recordatorio de las que en julio de 1588 dieron la alarma sobre la presencia española frente a las costas de Cornualles. El embajador de España, José Joaquín Puig de la Bellacasa, prendió la primera antorcha, en un gesto simbólico de definitivo restañamiento de añejos resquemores. Entre las venideras celebraciones hay desde espectáculos de luz y sonido hasta banquetes isabelinos.

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El embajador español, sonriente y satisfecho, acercó el fuego, con la ayuda de una pértiga, la alta antorcha que en Lizard (Cornualles) rememoró la primera que los aterrados ingleses encendieron a la vista de la imponente formación naval comandada por el duque de Medina Sidonia. Eran las 22.10, y en un lapso de 18 minutos, otros, en teoría, 460 fuegos iluminaron las costas y el interior del país, excepción hecha de Escocia, a la sazón reino independiente.Estos fuegos formaban una cadena rehabilitada por Isabel I para alertar del peligro, aunque no hay evidencia documental que pruebe que el 19 de julio (30 de julio por el vigente calendario gregoriano, ya adoptado entonces por España, pero no aún por inglaterra) se iluminara tal rosario. La rememoración hizo involuntaria justicia a la aparente verdad, y en la mayoría de los casos no fue posible ver desde una cualquiera de las hogueras y antorchas la anterior y la siguiente. En Lizard, por la niebla, y en muchos otros lugares, porque edificios y otros accidentes se mostraron contumaces en el respeto del principio físico de la impenetrabilidad de los cuerpos opacos por la luz.

Por lo demás, los fuegos de hace 400 años se encendieron por la mañana, como relatan crónicas escritas a bordo de la Armada. "Las antorchas originales se encendieron durante el día, y no fueron las llamas las que pasaron el mensaje, sino el humo", reconoce Bruno Peek, erganizador del acontecimiento. "El humo sube más y puede ser visto desde muchos kilómetros de distancia".

A las 22.20 se prendió una de las hogueras, correspondiente a Londres, en el parque de Hampstead. Miles de personas asistieron a la celebración en medio de un notable silencio.

La gente había tomado posiciones en la ladera de una chata colina en cuya base se hizo el fuego. Entre los asistentes había extranjeros, y una italiana que estaba con una familia inglesa hizo un brindis con sidra: "Vivan los españoles...".

¡Uh, uh, no, fuera, fuera!".

"... y los ingleses".

"¡Eso sí! ¡Eso sí".

"Bueno, pues abajo los españoles".

El intercambio se desarrolló en un ambiente de broma y relajo, y fue la única muestra de nacionalismo perceptible entre un público formado por recoletos grupos que hablaban en voz baja o permanecían mudos en una noche agradable de luna ligeramente velada por la neblina.

Antes de esta fecha ya había. habido conmemoraciones festivas sobre los sucesos de hace: cuatro siglos, pero es esta segunda quincena de julio la que: concentra el grueso de las festividades, buena parte de ellas en Plymouth, la ciudad que tiene: como hijo predilecto a sir Francis Drake, nacido en la inmediata Tavistock, cuya contribución al fracaso de la Armada ha sido revaluada a la baja en este: aniversario.

En Plymouth, sin embargo prefieren aferrarse al mito y horas antes del encendido de las antorchas, actores del teatro Real de la ciudad revivieron con trajes de la época la legendaria, en sentido literal, partida de bolos que Drake estaba jugando cuando se dio la alarma y él siguió disputando inientras en el horizonte asomaban los barcos españoles.

Entre las venideras celebraciones hay desde espectáculos de luz y sonido hasta banquetes isabelinos, pasando por la reconstrucción de una batalla naval o la del viaje que Isabell hizo desde Londres hasta Tilbury para revisar las tropas reunidas para frenar a los tercios españoles que habían de llegar, con la cobertura de la Armada, desde Holanda.

La derrota de la Armada supuso la consolidación del protestantismo y del anticatolicismo en Inglaterra, y 100 años más tarde, un monarca católico y absolutista, James II, tuvo que abandonar el trono.

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