Un caballero en albornoz
Sean Connery llega a la habitación vestido solamente con un albornoz, zapatos y calcetines. Sin embargo, este atuendo, que disminuiría el atractivo de cualquier adonis, no hace mella en el aura que proyecta. Tal vez sea su altura -mide más de 1,80 metros- o la pulcritud de su apariencia, o su actitud de total naturalidad y modales de gentleman.En el fondo, uno tiende a recordar inmediatamente al inigualable y cínico James Bond que este actor creó. En la pantalla y a través de algunos de sus más recientes papeles se puede olvidar su pasado de agente 007; en persona se puede comprobar cuánto de sí puso en el personaje, y no hubiera sorprendido a ninguno de los presentes que en cualquier momento apareciera una atractiva chica en biquini trayéndole una limonada.
Bofetadas
En The presidio hace el papel de un coronel del Ejército norteamericano envuelto en la investigación de un asesinato realizado en su cuartel y que le lleva a compartir la labor con un policía con el que tenía un antiguo conflicto. Su papel como padre de una muchacha que, para su infortunio, vive unapasionado romance con el policía le lleva a sostener una posición incomprensiva y autoritaria con ella.No obstante, Sean Connery, bastante más sensato y menos machista que el 007 y el coronel Caldwell, declaró en una ocasión que no le parecía mal darle una bofetada a una mujer. Una afirmación que le ha causado ya algunos inconvenientes. "En una entrevista que Barbara Walters me hizo en la televisión norteamericana, yo dije una frase que ha sido totalmente sacada de contexto", aclara.
"Se difundió que yo había dicho que era correcto pegarle a las mujeres. Yo afirmé que a veces una bofetada a una mujer -o a un hombre- le hace menos daño que otro tipo de maltratos psicológicos, y eso es algo que sigo pensando".
"Después de la emisión de ese programa hubo un respuesta increíble en Estados Unidos. Al día siguiente iba yo a un rodaje, y de pronto una mujer, en un coche que pasaba al lado, me hizo enérgicos gestos obscenos, mientras dos muchachos -un negro y un mexicano-, a la entrada de mi apartamento, me habían saludado con unos graciosos gestos de aprobación que no comprendí hasta más tarde. No pensé que esas palabras pudieran tener tanta repercusión".
Babelia
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