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Crítica:CINE / 'MAÑANA FUE LA GUERRA'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Primer filme de la 'perestroika'

En poco más de dos años, desde que un nuevo equipo encabezado por Elem Klimov se hizo con la dirección de los sindicatos de cineastas de la URSS, el cine soviético ha dado un salto adelante de grandes proporciones.Y lo ha dado no sólo por la ganancia en credibilidad política alcanzada por esta punta de lanza de la perestroika en que han convertido en la Unión Soviética al cine, sino por otra credibilidad más básica que la del, siempre dudoso, propagandismo político, y que da contenido y sentido a la anterior: la credibilidad artística, la que estalla en el hecho de que una veintena de filmes desenterrados de los pudrideros de la censura estalinista y exhibidos en estos dos años son innegablemente buenos, y media docena de ellos, mucho mejor que buenos, magníficos.

Mañana fue la guerra

Dirección: Yuri Kará. Guión: Boris Vasiliev, basado en su propia novela. Fotografia: Vadim Semenovij. Produción: Estudios Gorki de Moscú. Unión Soviética, 1987. Intérpretes: Serguei Nikonenko, Nina Rusianova, Vladimir Zamanski, Irina Chernichenko. Estreno en Madrid: cine Renoir (en V. O. subtitulada).

Con la excepción parcial de Tema, el filme de Gleb Panfilov que triunfó hace dos años en Berlín, y de Arrepentimiento, de Tengiz Abuladzé, que triunfó en Cannes, y que fueron realizados a tumba abierta, pero a caballo entre los viejos y los nuevos tiempos, las restantes películas que han dado audiencia mundial a la perestroika cinematográfica salieron de las sombras del pasado, y una parte considerable de su poder de convocatoria proviene precisamente de esta circunstancia, que les convierte en raras joyas de la libertad ejercida en la servidumbre.

Prueba de fuego

Pero la operación liberadora del cine soviético requería inexcusablemente el paso por una prueba de fuego: que, una vez desempolvadas las películas mártires, los estudios comenzaran a realizar y exportar filmes no de viejas glorias amordazadas por la censura estalinista, sino de nuevos cineastas que hicieran con ellos sus primeras exploraciones ya inmersos en la nueva mentalidad liberada de argollas.El primer filme de estas características que se exhibió en Occidente fue El mensajero, una obra sólida, pero convincente sólo a medias, pues se trata de un filme cuyo pleno entendimiento requiere complicidades en el espectador y, por tanto, es ante todo de consumo casero en la URSS. El segundo filme es Mañana fue la guerra, del joven realizador Yuri Kará, y éste, sí, ya ofrece genuinos signos de dominio de la libertad y, por consiguiente, signos de universalidad.

Mañana fue la guerra se presentó en la última edición del festival de Valladolid -que ofrece habitualmente una selección oficial de películas en concurso muy seria y exquisitamente elegida por sus organizadores- y allí se llevó el primer premio, lo que ya es todo un síntoma.

Ahora este síntoma puede ahora ser libremente interpretado por cada espectador en un cine madrileño, donde esta primera obra de Kará pone en la pantalla un baño de frescura, una ligereza y, al mismo tiempo, un rigor en la narración de un complejo poema de amor y de horror, que ya quisieran para sí obras de cincastas más curtidos que este magnífico principiante ruso.

Es un filme sencillo, transparente, lleno de ternura y de dolor, ambos expresados por su director sin el menor engolamiento y con una envidiable precisión en el dibujo de los tipos, mérito nada desdeñable por tratarse Mañana fue la guerra de una obra coral, en la que la pantalla trenza, sobre un guión escrito con tiralíneas, un amargo, duro y nada tonante drama íntimo e histórico, situado en ese enclave de la vida de la URSS que fue el alba negra de la guerra mundial. Una sencilla, hermosa y conmovedora película.

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