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Tribuna
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La bella de Moscú

Una vez viajé en un barco soviético. Era un crucero de imitación -en busca de divisas- y, entre otras cosas, tenía un falso bar americano; entre banderitas de todo el mundo, aparecía una rubia reconstruida, probablemente perfecta, que decía automáticamente niet a lo que se le pedía y que en todo el viaje no cambió su sonrisa fija. Todo era teatro. Entonces no había apertura" ni siquiera perduraba la de Jruschov.Con sus diademas y su coronita, la primera Miss Moscú y sus damas de honor me recuerdan aquella escenografía humana. Pero ahora ilustran la perestroika de Gorbachov. María Kalinina tiene 17 años, es militante de las juventudes del partido y se ha ilustrado en el aerobic. Aquí, por los andurriales progresistas de Occidente, los concursos de belleza femenina están desprestigiados. Los -o las- más extremistas los comparan con ferias de ganado, con la fabricación de la mujer-objeto, con la creación de ilusiones de humo en las muchachas. Se puede no estar de acuerdo. Se puede pensar legítimamente que el culto a la belleza física no es delictivo ni lesivo y que buenamente ha producido obras de arte en la pintura, la escultura y la poesía lírica, y que estas cuestiones son de todos los tiempos y lugares. De todas formas, este ceremonial actual de las misses es distinto de las finalidades del arte. Y la idea de que la Unión Soviética lo haya comenzado ahora causa un cierto malestar.

Sucede como con el rock. Es una cultura, tiene un significado social, representa una forma de afirmación, o de desahogo, o de canalización de una violencia. Su aparición en una sociedad como la soviética también intranquiliza. Ni las misses ni los rockeros son elementos naturales o segregados por una forma de civilización que ha pasado de los 70 años en contra de esos desenlaces. En otras palabras, no producen la sensación de que se trate de una apertura alegre y espontánea, sino de una imitación, de una repetición de los gestos de otros, como parece que hacen los monos. Y como en el mono, tiene un profundo dramatismo: la mímesis de un comportamiento gestual para incorporarse a una clase superior o tenida por superior. Una nostalgia para la evolución perdida.

Es dificil saber si estas adquisiciones culturales dé la Unión Soviética corresporiden a unas necesidades internas, a una exhibición ante los propios soviéticos de por dónde comienzan sus libertades o, por el contrario, se trata de unas sef.lales que se hacen a Occidente para demostrar con qué entusiasmo se están sumando a, algunos de estos hallazgos: se empieza por las misses para llegar ala democracia. Aquisabemos que el camino es el inverso. Lo que nos están mostrardo es que aceptan que algunas de las grandes burlas a la Unión Soviética hechas en este lado del mundo -Ninotschka, Tovarich- tuvieron razón. Tal vez fuese así, y en esa nueva duda consiste el relativo malestar que algunos sentimos ante estos asuntos. Puede que en un futuro no muy lejano esas obras o esas películas produzcan aplausos y carcajadas en los cines soviéticos como una ratificación de sus errores del pasado. Puede también que las ratificaciones moscovitas nos hagan rectificar la sociología austera con respecto a los concursos de mujeres y el significado del rock. Quizá sean muestras del buen sentido de nuestra civilización.

Lo que se podía esperar era otra cosa. Se suponía que dentro del fracaso soviético en la realización de las ideas de Marx y las correcciones de Lenin dentro de la conversión del comunismo en utopía se hubiera creado una cierta cultura diferente o unas partes de cultura aptas para la simbiosis con la que se ha desarrollado en Occidente. Es cierto que siempre hay un gran riesgo de decepción cuando se espera la suma de lo bueno; pero estamos en el derecho de correr ese riesgo y hasta en la obligación de mantener cierta esperanza, Lo que resulta inesperado es que adquiera de nosotros, y se nos devuelva en forma de propaganda, lo que forma un subproducto o wn excipiente de esta forma de vida. Las muchachas adiestradas "por maestros de baile, psicólogos, diseñadores de moda y artistas", dice la noticia, no parecen ser el producto ideal para intercambiar con el mundo de este imperio; seguro que aquí se producen mejor, porque hay más experiencia y más antigüedad en el rito y hay una gran industria pendiente de cómo se va desarrollando ese tema en los diversos puntos de exhibición.

Puede tener un valor especial: el de la negación definitiva de la revolución. Si es ése el sentido que se le quiere dar, es todo un éxito, a juzgar por la repercusión que ha tenido la noti cia en los medios occidentales, como la tiene la irrupción del rock moscovita. Pero no es bueno que esa negación se esté produciendo por el final, por la reproducción de los resultados más discutibles. Hay que empezar por otras cosas para llegar finalmente a éstas.

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