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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Carne y sangre

Bajo pabellón holandés, Los señores del acero es la primera película americana de Paul Verhoeven, que precede a Robocop y fue rodada en España, en Belmonte, contando con un equipo multinacional que incluye a profesionales holandeses, españoles, americanos, ingleses, italianos, griegos o australianos. Es importante tener esto en cuenta porque determina la configuración final del producto, que no es una ficción histórica a la europea -el paradigma sería El nombre de la rosa-, sino otra de naturaleza muy americana, una especie de remake de Los vikingos.Los señores del acero -era más conciso y exacto el título original- es un relato de aventuras medievales para el que la precisión en la reconstrucción histórica tiene un valor muy relativo, pues prefiere el trazo grueso y de impacto al detallismo de la miniatura. Para Verhoeven, la época se caracteriza por la violencia, una violencia que lo impregna todo. Su héroe, Rutger Hauer, es un mercenario que vive de robar y asesinar, que considera la fuerza como única ley válida.

Los señores del acero

Director: Paul Verhoeven. Intérpretes: Rutger Hauer, Jennifer Jason Leigh, Tom Burlinson, Jack Thompson, Fernando Hilbeck, Susan Tyrrel, Ronald Lacy y Brion James. Productor: Gys Versluys. Guión: Gerard Soeteman. Fotografía: Jan de Bont. Decorados: Félix Murcia. Vestuario: Yvonne Blake. Música: Basil Poledouris. Holandesa, 1985. Título original: Flesh and blood. Estreno en Madrid en cines Capitol y Vaguada M-2.

La película no va más allá de su estricta ambición espectacular, pero resulta satisfactoria porque está hecha de manera competente y propone una visualización de su universo. Ciertos elementos iconográficos -especialmente los religiosos- aparecen tratados de manera original, y el erotismo posee una autenticidad extraña en el género.

Son pequeñas aportaciones que testimonian el buen hacer de un director, que cuando se dio a conocer internacionalmente con Turks fruits (1973) ya destacó por esa capacidad para aportar un plus de autenticidad a lo más trillado y convencional. Si al final sentimos cierto cansancio después del continuado baño de carne y sangre, no por ello se borran de nuestra retina los amores bajo el árbol del ahorcado, la ferocidad de Hauer en diversos momentos o la calculada y astuta ternura que despliega Jennifer Jason Leigh para que su personaje pueda seguir con vida entre tantos asesinos y violadores.

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