La anomalía italiana
EL RETROCESO el Partido Comunista Italiano (PCI) en las recientes elecciones municipales, con una subida socialista en una proporción casi idéntica, se produce cuando otros países europeos han conocido ya tendencias de ese género. Italia ha sido una anomalía en Europa por la influencia considerable del PCI durante más de cuarenta años. Hegemónicos entre los obreros industriales y en extensas zonas agrarias, con gran influencia en la intelectualidad, los comunistas obtenían -hasata hace poco- tres veces más votos que los socialistas. Su declive empezó en los años setenta, y se ha acentuado últimamente.Ahora se debate en la dirección comunista qué hacer para salir del bache. Una pregunta de inevitables reverberaciones leninistas. Se enfrentan dos corrientes: unos, desde la izquierda, achacan el retroceso a la política de compromiso histórico de Berlinguer, que desdibujó la identidad comunista; la obsesión de aparecer como demócrata habría convertido al PCI en un partido más dentro del sistema que, compartiendo áreas de poder local, seguía excluido del Gobierno e incapacitado para realizar reformas sustanciales. Desde la derecha, otros creen que el descenso se debe a que el PCI no supo liberarse a fondo de los lastres del pasado; le habría faltado audacia para transformarse en un partido de izquierda europeo, homologable, por ejemplo, con la socialdemocracia alemana.
Entre esas dos opciones, el caminar del PCI ha sido indeciso, a lo que ha contribuido la gestión de Natta, considerado siempre como un secretario general de transición. Quizá la ambigüedad, conservando en el seno del partido dos posibles vocaciones, sin choque frontal entre ellas, ha aminorado el desgaste electoral. Pero, mientras tanto, pasaban cosas fuera. Bettino Craxi, al frente de los socialistas (PSI), colaboraba con la Democracia Cristiana sin subordinarse a ella y ocupaba incluso durante tres años la presidencia del Gobierno. La estrategia de Craxi -comparable a la de Mitterrand en Francia cuando los comunistas superaban a los socialistas- ha erosionado al PCI. Éste, conmocionado por su fracaso electoral, se dispone a nombrar un nuevo secretario general en la persona de Occhetto, que ha planteado la necesidad de un cambio: "Un nuevo curso", ha dicho, "con un nuevo PCI". Occhetto quiere operar el viraje sin divisiones, pero tendrá que inclinarse, bien hacia una vía centrada en la diferencia comunista o hacia la de una creciente cooperación con Craxi.
En el fondo, el PCI, como otros partidos comunistas occidentales, necesita redefinir su razón de ser en una situación internacional en plena transformación. El impacto sobre esos partidos del fenómeno Gorbachov es complejo. La tesis básica de la perestroika pone en cuestión la trayectoria histórica de la URSS, exaltada durante décadas como modelo de la sociedad a la que aspiran. La revisión que Gorbachov ha iniciado, no sólo en la política concreta, sino en aspectos teóricos -valoración del mercado, apertura hacia el pluralismo-, se inclina hacia concepciones propias de la socialdemocracia, lo que tiene repercusiones en el debate político y teórico a nivel mundial.
Es típico el caso de Portugal, donde el impacto de la perestroika sobre un partido aferrado a la tradición ha sido factor de divisiones y de debilitamiento. Por otra parte, la ligera recuperación comunista en las recientes elecciones francesas no anula la tendencia al decaimiento de los partidos comunistas occidentales, cuya influencia se limita a una franja estrecha del electorado y expresa más bien estados de descontento que adhesión a un proyecto de futuro. Al desdibujarse la excepcionalidad del PCI con los últimos resultados electorales, aparece aún más evidente que la regresión comunista en Europa ya no puede atribuirse al veto al que han estado sometidos en. otras épocas como "partidos de la URSS". Hoy los problemas son otros: en primer lugar, la incapacidad de dichos partidos de decidir entre la opción de ser una alternativa exclusiva a las sociedades occidentales o parte de una izquierda que pretende reformarlas.
Una nueva fase apunta en Italia: Craxi ofrece al PCI una cooperación en diversos terrenos, lo que puede preparar una alternativa de izquierda que, por primera vez desde la guerra, desplazaría a la Democracia Cristiana del poder. Esta perspectiva no puede dejar de influir sobre el debate interior de los comunistas, reforzando las corrientes partidarias de enfocar la salida de la crisis por una vía que dé prioridad al entendimiento con el socialismo.
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