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'Reparto de la carga' en la OTAN / y 3

Las 'humillaciones' estimulan el repliegue de EE UU

Los sectores del Congreso y de la Administración norteamericanos partidarios de que Europa haga un mayor esfuerzo de defensa para facilitar acaso un repliegue norteamericano del Viejo Continente se han visto estimulados en su reivindicación por la "humillación" que suponen para EE UU algunas iniciativas de sus aliados europeos, entre las que figura, por ejemplo, la salida de España de los aviones estadounidenses F-16. La suerte de los cazabombarderos será zanjada por los ministros de Defensa de la OTAN, que están ahora reunidos en Bruselas.

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A mediados de enero pasado, Washington aceptaba, tras negociar con Madrid, retirar de la base de Torrejón los 72 cazabombarderos F-16 que integran el Ala Táctica 401, la mayor unidad de la Fuerza Aérea norteamericana estacionada en el flanco sur de la OTAN y que, al concluirse el acuerdo con la Unión Soviética sobre la eliminación de los euromisiles, cobraba justamente mayor importancia a causa de la capacidad de esos aviones para transportar armas nucleares."Numerosos observadores", escribía 10 días después Jed Snyder, del Hudson Institute, se preguntan si EE UU puede permitirse aguantar la humillación política que representa la expulsión del territorio de sus propios aliados y sugieren que una retirada estratégica constituiría una respuesta apropiada".

Más indignado estaba aún Irving Kristol, del American Enterprise Institute, al afirmar que "EE UU propone pagar una cantidad, bajo la forma de alquiler o de ayuda económica, a Gobiernos para protegerlos de una supuesta amenaza soviética a la que las mencionadas autoridades se muestran indiferentes". "Es una situación ridícula y humillante para EE UU".

A la "humillación" española se han añadido desde entonces otros gestos supuestamente altivos de los aliados: la renuncia por Canadá a su compromiso de defensa de Noruega en caso de guerra; la "recomendación" por el Parlamento de Dinamarca a los buques con armas nucleares de que no atraquen en sus puertos, y por último, el reciente empeño de la Comisión Europea de someter a arancel las importaciones por las fuerzas armadas de los doce de productos norteamericanos que no sean estrictamente militares, incluidos, por ejemplo, los uniformes y los equipos de telecomunicación.

Iniciativas deformadas

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Estas iniciativas son, sin embargo, frecuentemente deformadas en su presentación ante la opinión pública en EE UU y suscitan airadas reacciones. Por eso, en su informe sobre la información del público acerca de la defensa y la seguridad, que será sometido este mes a la Asamblea del Atlántico Norte, la diputada noruega Inger Lise Skarstein recalca que "es importante que los europeos y los amigos de los europeos en EE UU den toda la publicidad posible a la contribución europea en la defensa común".

En otro informe sobre La evolución política de la Alianza en 1987-1988, elaborado para la Asamblea del Atlántico Norte, compuesta mayoritariamente por parlamentarios norteamericanos, el diputado centrista francés Loic Bouvard intenta justamente "colocar en su perspectiva adecuada" la salida de los F-16.

"En primer lugar", explica el parlamentario galo, "las demás bases norteamericanas en España no resultan afectadas. En segundo lugar, todas las bases serán puestas a disposición de EE UU en período de crisis, y en tercer lugar, unos pocos días después de la declaración norteamericano-española, España se ha esforzado por demostrar que el acuerdo no ponía en tela de juicio su apego a la OTAN".

Es más, recuerda Bouvard, a petición de Madrid han sido suprimidas las donaciones y créditos norteamericanos a España, que rondaban anualmente los 9.000 millones de pesetas, "lo que constituye una importante derogación de los usos y costumbres", y las Fuerzas Armadas españolas tampoco se beneficiarán a partir de ahora de créditos para financiar sus importaciones de material militar estadounidense, a pesar de que en 1987 Washington les concedió aún 11.760 millones de pesetas.

Hacerse cargo de Torrejón tras la salida de los norteamericanos va a suponer además una auténtica sangría para la Fuerza Aérea española. El coste de mantenimiento del operativo de la base, a la que los planes aliados asignan siete escuadrones de aviones en caso de crisis, ronda, como mínimo, los 10.000 millones de pesetas anuales; es decir, un 7% del presupuesto de la Fuerza Aérea española, un desembolso que sólo podrá permitirse si efectúa reducciones y ajustes de sus demás gastos.

Aunque no lo ha anunciado oficialmente, el Gobierno español parece, por último, favorable a contribuir en la financiación del traslado de los aparatos, evaluado en unos 56.000 millones de pesetas y que correrá a cargo del comité de infraestructura de la OTAN, al que todavía no pertenece España, porque el Congreso norteamericano ha prohibido sufragar directamente el gasto. En público, el ministro de Asuntos Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez, se ha limitado a declarar que "si se nos hace una petición, la estudiaremos".

Un informe del Pentágono y otro ulterior del Comité Militar de la OTAN consideran indispensable el mantenimiento del ala táctica en el flanco sur, y los ministros de Defensa de la Alianza, que se reúnen a partir del jueves en Bruselas en el marco del Comité de Defensa, invitarán a su homólogo italiano a que acoja los F-16.

El titular italiano de Defensa, Valerio Zanone, debería contestarles confirmando su aceptación de los 72 aviones cuyo armamento nuclear está almacenado en Aviano (Italia) e Incirlik (Turquía).

Qué duda cabe, sin embargo, que la expulsión de los F-16 crea un precedente sobre todo para Grecia, cuyo Gobierno socialista se ve así estimulado en su empeño por conseguir que la Fuerza Aérea norteamericana abandone la base de Hellenikon, cerca de Atenas. "Evidentemente", escribe Bouvard, "las negociaciones sobre las bases no van a seguir de ahora en adelante las mismas pautas", porque "la ayuda norteamericana va a ser mucho menor".

Ayuda del Norte

Ante esta nueva situación empieza a abrirse camino la idea de que los países del norte de la OTAN complementen o incluso sustituyan a EE UU a la hora de ayudar a los "pobres" del flanco sur -Turquía, Grecia y Portugal-, pero también se considera anómalo que el estatuto de las bases norteamericanas esté subordinado a la ayuda exterior y sea reexaminado periódicamente.

Ambas ideas quedan recogidas en un importante informe sobre La OTAN en los años noventa, y Bouvard escribe al respecto que la "presencia de las bases es parte integrante de los compromisos adquiridos con la Alianza Atlántica y no constituye una ocasión de satisfacer intereses nacionales más bien mezquinos". Si no se impone este concepto es probable que, como preconizaba en enero la comisión norteamericana sobre la estrategia integrada a largo plazo, el Departamento de la Defensa acabe otorgando la prioridad a "fuerzas más móviles y más flexibles, menos dependientes de bases situadas en el extranjero".

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