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La marcha del señor obispo

Nicolás Castellanos, titular de la diócesis de Palencia, participa en una maratón

Francesc Valls

"¡Que viene el obispo, que viene el obispo!", gritaba un grupo de jóvenes alrededor de la mesa del tercer control de la marcha. Nicolás Castellanos, con una cruz de madera bailándole sobre el pecho y un chándal azul marino, aparecía a la carrera por la cuesta de Valdeolmillos (Palencia). El hecho, sucedido el pasado sábado, no es novedoso: era la séptima vez que participaba en la maratón que se celebra anualmente en Palencia para recaudar fondos de ayuda a Aspanis, una asociación para la inserción de deficientes psíquicos.

En esta edición, Nicolás Castellanos recorrió los 40 kilómetros que separan a Quintana del Puente de Palencia, pasando por Torquemada, por carreteras secundarias. "Llevo dos meses preparándome", declaró el obispo a este diario. Castellanos conoce bien la diócesis, que recorre también con su utilitario. Ha dejado de residir en el Palacio del Obispo desde que hace 10 años llegara a esta zona de Castilla. Es difícil encontar en las profundidades de la España rural a un obispo que conozca tan a fondo los problemas de los campesinos o los de los obreros, como sucede con los mineros de Guardo, con quienes también realiza otra marcha anual. Ésta es, sin embargo, por la zona montañosa de la provincia y los fondos recogidos van destinados a la fundación ADECA, también para jóvenes disminuidos.Castellanos, a decir de sus feligreses, ha sintonizado bien con este medio en el que nació. Hijo de un padre labrador en Mansilla del Páramo (León), su extracción social hace de él un hombre llano, sin temor ni recelo a esa Prensa que causa tantos dolores de cabeza a algunos jerarcas eclesiásticos. Él habla de pluralismo con absoluta naturalidad.

Siempre recuerda la frase de San Agustín de que sólo se conoce lo que se ama. Y él, fiel agustino, insiste: "Hay que entrar en el alma del pueblo. No entiendo una espiritualidad evanescente". Sabe que entre dogmas y vida real hay, a veces, abismos.

En su diócesis lleva una actitud pastoral decidida que le hace contar con las simpatías de sus vecinos independientemente de las creencias que profesen. Su popularidad ha hecho que las autoridades civiles hayan intentado saltar el listón que el propio obispo ha colocado. El sábado pasado, el secretario del Gobierno Civil palentino hizo un buen papel en esa maratón de 40 kilómetros.

Recuerdo de la gobernadora

En años anteriores corría la entonces gobernadora civil, Rosa de Lima Manzano, actual directora general de Tráfico, explican unos vecinos. Este año, sin embargo, la máxima autoridad provincial ha declinado participar, porque no se encontraba en buena forma física.Rosa de Lima Manzano sí asistió, mientras fue gobernadora, a la carrera. Iba flanqueada por una escolta y el secretario, que ya es veterano es éstas lides. Hacía parte del trayecto en bicicleta y llegaba al punto de partida en coche oficial, recuerdan algunos de los participantes.

Nicolás Castellanos, a sus 53 años, concluyó la maratón en buen estado físico. Por la tarde confirmó a un centenar de personas en la parroquia de San Miguel. Ése fue el colofón público a una jornada que el obispo comenzó de madrugada. Rodeado de un grupo de niños castellanos fue uno de los más de 2.000 participantes en la marcha. Pero no uno más. Social y eclesialmente es un obispo. Por ello con su carrera consiguió más de un millón y medio de pesetas para la asociación privada de defientes psíquicos.

"Algunas firmas y congregaciones religiosas hacen donativos y me patrocinan la carrera", explicó el obispo. "El resultado de todo eso es que se puede ofrecer trabajo a los disminuidos", afirmó, y añadió: "Participo no por ser obispo o dejar de serlo, sino para sensibilizar a la población sobre este problema. Hay familias que como único ingreso cuentan con las 20.000 pesetas que reciben sus hijos disminuidos en estos talleres".

Él relativiza la importancia de estar al frente de una diócesis. Pocos prelados tienen hoy, sin embargo, la popularidad de este leonés bajito, del que cuentan que hace 10 años, cuando fue nombrado obispo, visitó un pequeño pueblo al norte de la provincia. Los vecinos, con el cura al frente, esperaban al señor obispo con la solemnidad propia de otros tiempos. De tal manera que no advirtieron el paso de un utilitario. Castellanos, una vez llegado al pueblo y al encontrarlo vacío, regresó a la carretera para poner al corriente a los feligreses de que él era el nuevo obispo.

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