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Paz: "Vivimos una época de agitación sin rumbo"

El Instituto de Cooperación Iberoamericana dedicó una "Semana de autor" al poeta mexicano

Andrés Fernández Rubio

El poeta y ensayista mexicano Octavio Paz (1914), cuya obra ha sido analizada en una Semana de autor en el Instituto de Cooperación lberoamericana, de Madrid, declara que en su actividad como escritor ha buscado siempre el equilibrio entre pasión y lucidez para darse cuenta "del mundo y de los otros". Atento a los fenómenos de la historia cultural, encuentra que lo que caracteriza a las sociedades posindustriales de este siglo es que giran "en una suerte de agitación sin rumbo".

La cámara suele acentuar, en las fotografías, los rasgos recortados de Octavio Paz, lo que a veces le da un aspecto de esfinge clavada en la tierra. Al natural esa imagen se deshace, sobre todo por sus ojos muy claros, aéreos, y su voz cálida. Una de las posibilidades para entrevistarle es dejar, sin mayores rodeos, que su ingenio asociativo y las singularidades de su cultura se manifiesten. Un tema podría ser el del progreso y el de la cultura en. las sociedades tecnológicas.Paz cita a un poeta, Eliot, que en un poema, The hollow men, escrito hace 50 años, ve a los hombres como seres vacíos dando vueltas a un nopal. "Eliot vio con claridad la agitación sin rumbo de nuestro siglo. Todos giramos, actividad parecida a los caballitos de la feria. Todos estamos dando vueltas y vueltas y creemos que avanzamos pero no vamos a ninguna parte".

El escritor cree que esta agitación nace de la incertidumbre ante el gran derrumbe de las ideas absolutas y los esquemas geométricos que animaron la vida social en el siglo XIX y en la primera mitad del XX. A la pregunta de si el narcisismo, sobre todo en la juventud, es una consecuencia del descrédito de las ideologías, responde: "Creo que la primera y más grave consecuencia del ocaso de las ideologías ha sido la indiferencia. Las utopías se han roto, los sueños del progreso, en su versión liberal y en su versión revolucionaria, se han convertido en pesadillas. No todo ha sido pérdida: el fin de las utopías nos ha hecho más tolerantes. Sabemos ahora que vivir significa aceptar valores y conductas distintas a las nuestras. Pero esa tolerancia también se ha convertido no en escepticismo, que puede ser una actitud valerosa, sino en indiferencia. También son hijos de la indiferencia moral el hedonismo epidérmico, la cobardía, el egoísmo y el culto al éxito fácil".

La indiferencia, dice Paz, lleva a borrar la existencia del otro "Vivimos un periodo de declinación de un sentimiento que ha alimentado tradicionalmente a nuestra civilización: la solidaridad, que los románticos llamaron fraternidad y los cristianos caridad. No solamente se ha desvanecido del todo la imagen del otro, sino también esas realidades abismales y desagradables que, sin embargo, son constitutivas del hombre. Por ejemplo, la muerte. No hemos suprimido a la muerte pero intentamos suprimir su imagen. La ocultamos como si fuera algo indecente e incluso la maquillamos. Al escamotear a la muerte, mutilamos a la vida. También el erotismo se ha trivializado. Parecía que la liberación de los instintos, la gran revuelta del cuerpo, iba a producir un renacimiento de las pasiones, sobre todo de la pasión amorosa. Pero no ha sido así. La promiscuidad no tiene nada que ver con el amor; al contrarío, revela miedo o incapacidad para fijarse en una sola persona, miedo a la libertad, porque el amor es la decisión de elegir a una persona que nos parece única".

Paz rechaza que la tecnológica pueda ser una última utopía de la sociedad posmodema. "La tecnología no es una utopía", dice, "sino una realidad doble, siniestra y maravillosa. Es prodigioso, por ejemplo, el teléfono que me permite comunicarme con un amigo de un continente a otro. Pero esa perfección no hace que mi mensaje sea. más profimdo que el del pobre de Platán que no tenía teléfono".

Esclvos y amos

"La tecnología es una ilustración de la vieja historia del mago vencido por sus prodigios. Los inventos del hombre se desprenden de su creador y de esclavos se convierten en amos. El telescopio nos ayuda a ver, el automóvil a transportarnos, pero cuando estos aparatos, prolongación de nuestros músculos o de nuestra mente, se independizan y nos obligan a ser lo que ellos son, nos coavierten en instrumentos de nuestros instrumentos".

Para Octavio Paz la idea de futuro está en crisis. Ha habido sociedades de la antigüedad, según dice, que no se orientaban hacia el futuro sino hacia el pasado. "Cada época tiene una visión diferente del tiempo. La edad moderna adoró alfuturo pero hoy los jóvenes redescubren el ahora. Esto puede ser saludable, a condición de que el presente sea vivido como una intersección de los trastiempos. El tiempo del placer es el presente, pero el placer, si es vívido plenamente, implica el descubrimiento de la muerte. Lo mismo sucede con el amor: somos mortales y amamos a criaturas mortales. Quizá la función de la poesía, en el mundo moderno, sea recordamos a los hombres estas verdades simples. Hay que aprender a tomar en serío las realidades serias..., y a reírnos de ellas".

En un mundo dominado por la incertidumbre, la agitación mecánica y el vacío, el escritor ve en la poesía -yo no soy un pensador, sólo un pobre poeta"-algo que permanece. "En las sociedades modernas la poesía vive en las afueras. Esto es, en cierto modo, benéfico porque impide la utilización de la poesía por las ideologías, los Estados y la publicidad. La marginalidad no siempre es mala. Al contrario. ¿Cuántas gentes leían a Machado, a Juan Ramón Jiménez o a Luis Cernuda? En aquella época los escritores de fama eran otros y los poetas eran autores minoritarios. Juan Ramón Jiménez no se equivocaba cuando dedicó sus poemas 'a la inmensa minoría', una fórmula que me encanta. Y ahora, ¿qué ha ocurrido? Nos damos cuenta de que esos poetas, que parecían raros, excéntricos y marginales, son centrales; lo son porque la voz de la poesía, que es la voz de las afueras, es la voz de las profundidades. La evidencia casi clandestina de la poesía en las sociedades modernas no debe entristecernos: es una promesa de resurrección".

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