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Arancel petrolero 'versus' estabilidad y crecimiento económico

El candidato a la presidencia de Estados Unidos George H. Bush, dentro de su programa económico, ha anunciado su intención, si resulta elegido, de establecer un arancel a las importaciones petroleras norteamericanas. En opinión del autor, dicho arancel contribuiría a estabilizar la economía norteamericana y a mantener un crecimiento económico sostenido en el resto del mundo industrializado.

Los candidatos que en los próximos meses tienen la práctica seguridad de salir elegidos por sus respectivos partidos para disputar en noviembre la elección final a la presidencia de Estados Unidos son George Bush por los republicanos y Michael Dukakis por los demócratas. Sus programas de política económica y de política exterior no ofrecen en general diferencias significativas, pero existe una en particular, no demasiado conocida, que puede revestir singular relieve para la futura estabilidad y crecimiento económico tanto de la economía norteamericana como de la economía mundial.George Bush, un antiguo petrolero que vivió más de 30 años en Tejas, es particularmente sensible a los intereses de los Estados productores (Texas, California, Oklahoma, Luisiana, etcétera), a los que la continua baja en los precios del petróleo ha producido un daño económico considerable, mientras que Michael Dukakis, gobernador de Massachusetts, parece especialmente sensible a los intereses de los Estados no productores, en los que la baja del precio del petróleo ha contribuido a mejorar su crecimiento y su nivel de vida. En parte por esta razón y en parte por consideraciones de seguridad nacional (fue director de la CIA durante la primera crisis del petróleo), Bush ha afirmado que de resultar elegido implantaría un arancel sobre las importaciones de petróleo, mientras que Dukakis rechaza dicha medida como atentatoria a la libertad de comercio.

La implantación de un arancel de estas características no es un hecho nuevo. Existe un precedente importante y no demasiado lejano cuyas consecuencias pueden servirnos de orientación respecto de lo que pueda ocurrir ahora. Durante los años cincuenta, las importaciones de petróleo norteamericano comenzaron a crecer como consecuencia de la reducción de precios de los crudos procedentes de Oriente Próximo. A finales de la década las presiones para limitar este crecimiento en las importaciones se acentuaron considerablemente, y en 1958 el presidente Eisenhower hizo un llamamiento a los importadores para que limitasen sus compras exteriores; sin embargo, los intereses eran demasiado divergentes y el incentivo a importar petróleo barato demasiado grande para que el llamamiento tuviera éxito. Finalmente, en 1959, Eisenhower impuso la limitación obligatoriamente, limitación que había de durar hasta principios de los años setenta.

Aumento de precio

Han sido muchos los análisis realizados sobre las consecuencias económicas de esta decisión, pero me interesa resaltar particularmente dos de ellas.

a) El precio interior del petróleo norteamericano se elevó en forma significativa -de dos a tres veces el precio internacional- y se mantuvo así durante más de 10 años, sin que ello afectase al crecimiento económico de Estados Unidos. Desde el punto de vista de la seguridad de abastecimiento, las consecuencias fueron notables, ya que en 1970 el porcentaje de petróleo importado ascendía al 14,6% frente a un 61,4% que hubiera alcanzado en caso de no haberse limitado las compras exteriores.

b) Europa occidental y Japón, ante el exceso de oferta que el cierre del gigantesco mercado norteamericano generó, disfrutaron de unos precios energéticos extraordinariamente bajos (1,25 dólares el barril) durante los años sesenta, lo que contribuyó en forma nada despreciable al espectacular crecimiento de sus economías durante esa década.

Dos elementos esenciales de la inestabilidad actual de la economía internacional los constituyen los déficit comercial y presupuestario de Estados Unidos, cuya corrección, lenta y compleja, llena de incertidumbre los mercados financieros y las expectativas de futuro a cada pequeño tropiezo. En el momento actual Estados Unidos está importando 6,9 millones de barriles por día (el 40% de su consumo), por lo que un arancel no muy elevado -por ejemplo, de seis dólares por barril- se estima que reduciría las importaciones en al menos dos millones de barriles por día, lo que rebajaría el déficit comercial norteamericano en unos 12.000 millones de dólares al año. Adicionalmente, el consumo privado se reduciría en unos 38.000 millones de dólares al año (la cantidad extra que tendrían que pagar los consumidores norteamericanos).

Por lo que se refiere al déficit presupuestario, éste se vería reducido en unos 11.000 millones de dólares en forma directa (los ingresos arancelarios), más el incremento de impuestos que pagarían los productores de petróleo norteamericanos. La actividad industrial no se vería mermada, ya que la industria norteamericana, al contrario que la europea y la japonesa, apenas consumen petróleo.

Para el resto del mundo occidental las cosas pueden ir aún mejor. Una reducción de la demanda de petróleo en dos millones de barriles por día haría casi imposible a la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y a sus nuevos aliados fuera de la OPEP mantener unas cuotas de producción lo suficientemente bajas como para absorberla, por lo que podría mantenerse durante más tiempo un exceso de oferta cuyo resultado sena un precio de crudo entre 10 y 15 dólares el barril durante un período de tiempo largo. Simultáneamente, los mayores precios interiores americanos mantendrían vivo el interés por el ahorro energético y la diversificación hoy un tanto olvidados, lo que reforzaría aún más el mantenimiento de una situación de exceso de oferta.

Ventajas económicas

Las ventajas de un precio bajo del petróleo para las economías son demasiado conocidas para insistir sobre ellas; menores precios del petróleo significan menores precios de casi todo, mejora de las balanzas por cuenta corriente y mayor poder de compra de la gente. En definitiva, menos inflación y mayores posibilidades de crecimiento económico.

Por el contrario, la no implantación de este arancel pondría las cosas muy difíciles. Hay muchas otras alternativas para reducir el déficit comercial y presupuestario norteamericano, y Dukakis ha demostrado en su etapa de gobernador de Massachusetts ser un buen gestor de los gastos e ingresos públicos, pero difícilmente haya alguna de efectos tan rápidos y sin apenas connotaciones secundarias negativas. Además, una cosa es segura: sin un arancel sobre las importaciones petroleras norteamericanas la subida de precio del petróleo puede ser bastante más rápida de lo esperado a medio plazo y ello a pesar de la falta de acuerdo actual sobre reducción de cantidades.

En efecto, la OPEP, que ha sido incapaz hasta ahora -y lo sigue siendo- de respetar las cuotas de producción, ante una situación de demanda creciente como la que se está produciendo (las importaciones americanos aumentaron un 5,8% en 1987) y con la ayuda de sus nuevos aliados, como Noruega, México, China, etcétera, que son bastante más consecuentes a la hora de contener sus ventas, puede acabar controlando de nuevo la oferta y recuperar así el control de precios que perdieron hace siete años. Si esto sucediera, es dudoso que mantuviesen su objetivo declarado de estabilizar el precio del crudo en 18 dólares el barril, ya que el incentivo a tirar de nuevo de la cuerda lo máximo posible sería demasiado grande, con lo que las expectativas para las economías de los países consumidores se verían, como mínimo, afectadas muy negativamente y, en el límite, podrían provocar una nueva recesión económica a principio de los años noventa, sobre todo si la dependencia del petróleo vuelve a incrementarse a los niveles de los años setenta, tendencia que ya ha comenzado a producirse en algunos países por el bajo nivel de precios.

Roberto Centeno es catedrático de la universidad Politécnica de Madrid.

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