Estados Unidos sigue oponiéndose al perdón de la deuda
El Programa de Crecimiento Sostenido, que respalda el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, es la única estrategia de solución a los problemas de la deuda que resulta viable y capaz de tener amplia aceptación. Esta estrategia descansa en cuatro principios, a saber: la importancia del crecimiento económico, la necesidad de reformas económicas con orientación de mercado, la nueva financiación de deuda y de inversiones -más el regreso de capitales huidos- y la solución individualizada de los casos, según las necesidades específicas de cada país deudor.Las iniciativas tomadas por bancos comerciales y Gobiernos deudores para la conversión voluntaria de obligaciones actuales en otro tipo de instrumentos a precios mutuamente safisfactorios, como vía de reducción de la carga total de la deuda, pueden cumplir un valioso papel en el mercado de la estrategia básica de solución del problema.
Entre otras soluciones técnicas cabe citar las de conversión de títulos acreedores en acciones, en títulos cotizables o en compromisos de conservación de recursos naturales. Ahora bien, el que el Tesoro suscriba esas iniciativas no ha de tomarse como respaldo a planes de perdón generalizado de la deuda, porque éstos provocarían un desplazamiento del riesgo del sector privado al público y exigirían fuertes desembolsos de dinero de los contribuyentes.
Se han hecho progresos considerables. Las naciones deudoras han desplegado importantes esfuerzos de reestructuración económica con mayor contenido de mercado. Gracias a ello, el crecimiento de los 15 países en desarrollo más endeudados ha mejorado apreciablemente en conjunto desde el período 1982-1983.
Los ingresos por exportación han experimentado un crecimiento acusado este último año, y así también las importaciones. La huida de capitales ha hecho inflexión en varios países y se espera que los índices interés / exportación se sitúen este año en torno al 26%, frente a la media del 30% del período 1982-1986.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial han proporcionado desde 1985 fuerte apoyo financiero a los esfuerzos de reforma de los deudores. Los acreedores oficiales han reestructurado más de 17.000 millones de dólares en deuda pendiente, mientras que los bancos comerciales han destinado unos 13.000 millones a nueva financiación, además de haber reestructurado 110.000 millones en deuda pendiente, reducido márgenes y dilatado plazos de gracia y vencimientos.
Seguramente, la novedad más importante de estos dos últimos años se da en las actitudes de los deudores. Estos países conceden cada vez más importancia al crecimiento inducido por fuerzas de mercado y vienen adoptando las reformas necesarias en esa línea.
A fin de afianzar los progresos, el secretario del Tesoro, James Baker, formuló en las reuniones del FMI y del Banco Mundial del pasado septiembre varias propuestas clave para la consolidación de la estrategia seguida con la deuda.
Nuevos paquetes financieros
En primer lugar, expresó su coincidencia con la necesidad del incremento general de capital (IGC) del Banco Mundial, a fin de que no haya impedimentos por el lado del capital para que el banco cumpla su función básica en la ejecución de la estrategia de la deuda. El Gobierno norteamericano tiene intención de procurar la aprobación por el Congreso de las partidas necesarias para contribuir al IGC en el ejercicio de 1989.
En segundo lugar, Baker propuso, asimismo, la creación de un Fondo de Previsión Externa que ayude a amortiguar los efectos de situaciones imprevistas sobre los programas de línea de crédito abierta del FMI y que estaría nutrido con fondos ordinarios de este organismo.
En tercer lugar, propuso modificaciones para que los programas de largo plazo del Fondo Monetario Internacional favorezcan más intensamente la política estructural de crecimiento y estabilidad, a base, entre otras cosas, de reducir la frecuencia de los desembolsos y de las revisiones de los criterios de comportamiento. Esta propuesta ha contado con amplio respaldo internacional.
Finalmente, insistió en lo importante que era desarrollar una diversidad de instrumentos sujetos a criterios de mercado que ayudaran a satisfacer los distintos intereses de las naciones deudoras y de la banca a la hora de dar forma a nuevos paquetes financieros. Lo más importante de este planteamiento es que favorece las soluciones basadas en la negociación y en criterios de mercado. Entre los posibles instrumentos que formarían el menú señalaríamos:
- Préstamos de financiación del comercio y de proyectos de inversión, en apoyo de la producción y del crecimiento del sector privado.
- Emisión de bonos con algunas de las características de la deuda cuyo servicio es preferencial.
- Bonos o letras que sean convertibles en acciones locales.
- Mecanismos de préstamo que permitan a los prestamistas asignar fondos para entidades del sector privado, y en los cuales el riesgo de cambio sería asumido por el banco central.
- Conversiones deuda / acciones, que reducen las cargas de la deuda y de su servicio, a la vez que mejoran la composición deuda / acciones de las obligaciones externas.
- Donación de títulos de deuda a entidades humanitarias, para actuaciones de utilidad social y en materia de medio ambiente en los países deudores.
- Capitalización voluntaria de intereses, con ciertas limitaciones.
- Préstamos de financiación general de balanza de pagos.
La oferta mexicana constituye otro posible modelo de instrumento aplicable en circunstancias definidas.
El papel de los bancos comerciales en la estrategia de la deuda ha atraído bastante atención estos últimos tiempos, y la merece aún más especialmente a raíz de las decisiones adoptadas sobre todo por bancos norteamericanos de incrementar reservas y de excluir ciertos préstamos de sus balances. Se trata de decisiones que en ningún caso cabe interpretar en el sentido de que tales bancos vayan a desistir de todo intento de cobrar la deuda, o de que sea procedente perdonarla.
Pero la decisión de varios bancos de incrementar las provisiones contra préstamos a países en desarrollo ha creado un espacio para el desarrollo de esas nuevas fórmulas, que requiere mayores dosis de imaginación por parte de la banca comercial a la hora de perfilar fórmulas financieras de futuras operaciones. De hecho, el catálogo de opciones que se examinan en las negociaciones en curso se ha alargado sensiblemente este último año.
Programas de ajuste
Al mismo tiempo, la posición reforzada de los bancos va a permitirles ser más exigentes a la hora de obtener el respaldo al proceso de ajuste por parte de los países deudores. Los bancos procurarán un compromiso más intenso de los deudores para que éstos mantengan un rumbo firme a la hora de poner en marcha un programa de ajuste.
El intento más reciente hecho por un país deudor para mantener un trato constructivo con sus acreedores es el mexicano, un plan que supone la garantía de una parte de la deuda externa oficial.
No hay soluciones que resuelvan de la noche a la mañana el problema de la deuda, porque, en efecto, ciertas propuestas que parecen aliviar cargas económicas actuales por medio de reducciones en bloque y obligatorias de deuda ahogarían la posibilidad de flujo de nuevo capital privado, que es imprescindible para el desarrollo y crecimiento a largo plazo de las naciones deudoras.
La creación de un organismo internacional de la deuda que comprase deuda con descuento e hiciera conversiones de deuda de países en desarrollo, como han planteado algunos, sigue siendo inaceptable para la Administración, porque ello transferiría al sector público la responsabilidad de ser el medio principal de solución de problemas de deuda internacional.
Sería salirse del planteamiento de soluciones individualizadas, lo cual iría en detrimento del respaldo internacional a la estrategia actual y al progreso en ella. Es prácticamente seguro que la consolidación de reclamaciones de deuda en un gran foro internacional politizaría el proceso de desarrollo y distraería a deudores y acreedores de los problemas difíciles, pero fundamentales, del ajuste.
Al elevar las expectativas de perdón, tal órgano debilitaría la determinación de los deudores de adoptar las reformas necesarias y favorecería la actuación unilateral de los deudores en busca de una cancelación lo más amplia posible de la deuda.
Por añadidura, existe poco interés entre los países industrializados por aportar fondos a tal organismo, además de un reconocimiento cada vez más claro por parte de los deudores de que hay otras opciones más en línea con el mercado y que encierran mayores posibilidades tanto para la reducción de las cargas de la deuda como para el mantenimiento de un flujo de financiación del que no pueden prescindir.
El progreso en la resolución de los problemas va a llevar tiempo, ha de fundarse en reformas económicas y tiene que contar con el soporte de una financiación nueva -si bien debe ser de proporciones modestas- que atienda a las necesidades más inmediatas de los deudores, en una línea de apoyo a la reforma y al crecimiento. En ello está la esencia del fortalecimiento de la estrategia.
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