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Tribuna:LOS PROBLEMAS POLITICOS DEL MERCADO ÚNICO
Tribuna
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El sistema económico de la Comunidad Europea

El reto del mercado único europeo exige no sólo los pasos que se quieren dar sobre armonización fiscal, tema que ha centrado la última reunión de ministros de Hacienda de la CE, sino también la necesidad de una mayor coordinación de las políticas económicas de los países miembros, con una pérdida de independencia de cada una de las naciones. Tratar de que el mercado de 320 millones de habitantes sea una realidad tangible en los próximos años exigirá sacrificios de este tipo para todos los que formen parte de la Comunidad Europea.

La Comunidad Europea, en su intento de lograr un mercado interior único en 1992, ha iniciado un fuerte proceso de armonización fiscal de la tributación indirecta de sus países miembros. Este proceso se centra fundamentalmente en el impuesto sobre el valor añadido y en los impuestos especiales sobre determinados consumos (tabacos, alcohol y petróleo).El éxito en el logro de un auténtico mercado común en Europa tendría unos efectos importantísimos en las naciones integradoras de la Comunidad. Piénsese que lo que se pretende es contar con un área económica de 320 millones de personas, donde los bienes, los servicios y los factores de la producción -el capital, el trabajo, la tecnología- puedan circular libremente. Lo razonable es que los efectos fueran tremendamente positivos en cuanto a la eficiencia económica, el bienestar de los ciudadanos comunitarios y el peso de Europa en el mundo.

Sin embargo, establecer un mercado común verdaderamente homogéneo no es sólo un tema de la política tributaria indirecta o de la aduanera. Es algo mucho más amplio. Por ejemplo, contar con un mercado europeo único supone liberalizar completamente los movimientos de capitales, lo cual puede ser incompatible con las políticas monetarias de muchos de los bancos centrales europeos y con las políticas nacionales sobre los tipos de cambio. Parece, por tanto, conveniente que se mejore la coordinación de las políticas monetarias de los Estados miembros y el funcionamiento del Sistema Monetario Europeo.

A la vez, si se pretende lograr empresas europeas es necesario eliminar las trabas que representan los diferentes gravámenes nacionales sobre las operaciones societarias y diseñar un impuesto de sociedades armonizado, además de homogeneizar la imposición indirecta.

Repercusiones fiscales

Pero todos estos cambios tributarios contienen repercusiones importantes para la recaudación de los diferentes presupuestos nacionales y efectos distributivos considerables en la Comunidad. Es previsible que no se avance demasiado en la obtención de un mercado interior único en Europasin abordar el tenia de las posibles compensaciones entreganadores o perdedores, o sea, el de la función distributiva de la política comunitaria.

Los aspectos distributivos de la política comunitaria han de tejerse con la ayuda del presupuesto de la Comunidad y de los instrumentos, financieros europeos, y aquí nos tropezamos con otro de los temas de importancia básica para la vida económica futura de Europa: el de la necesaria reforma de la financiación comunitaria.

Son tres, como mínimo, las grandes áreas con necesidad de reforma urgente, dentro de las finanzas públicas de la Comunidad Europea: a) la reforma del presupuesto, obteniéndose mayores recursos; b) la de los fondos estructurales, cuyas dotaciones pueden ampliarse, y c) la de la política agrícola común, que debe reducir su tamaño y tender a la eliminación de los costosos excedentes agrícolas.

El programa de Jacques Delors para la reforma de la financiación comunitaria parece reunir los ingredientes necesarios, aunque probablemente no los suficientes. Las vías de ingreso básicas del presupuesto de la Comunidad seguirían siendo los aranceles, una participación en el IVA recaudado en los Estados miembros (que disminuiría en un 0,4%, hasta situarse en el 1% de las bases imponibles nacionales) y, como nuevo recurso propio del presupuesto comunitario, un porcentaje (posiblemente un 1%) del producto nacional bruto (PNB) de cada país. Lógicamente, esta nueva estructura de financiación beneficiaría a los Estados menos ricos y aumentaría la aportación de los países donde el consumo es relativamente reducido en relación con su riqueza. Los fondos estructurales (fundamentalmente, el Fondo Social Europeo y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional) ampliarían su volumen y la política agrícola común tendría un fuerte control de su gasto y se orientaría a aproximar los precios de los agricultores europeos a los del mercado mundial.

Como último aspecto, es también evidente que cualquier reforma tiene mayores probabilidades de éxito en un contexto de crecimiento económico en Europa que en un ambiente de estancamiento. El apoyo a la inversión y el logro de un crecimiento equilibrado entre los Estados miembros son piezas centrales de todo el argumento.Voluntad política

El resumen final de lo comentado es simple, aunque contenga graves dificultades para su logro. El sistema económico de la Comunidad Europea necesita fuertes reformas, que requieren grandes dosis de voluntad política, si se quiere contar con un mercado interior único en 1992. La armonización fiscal, la de la imposición indirecta y la de la que recae sobre las empresas ha de complementarse con una buena coordinación de las políticas macroeconómicas de los Estados miembros, con una política distributiva europea, con crecimiento económico y con una reforma en profundidad de¡ presupuesto comunitario. La tarea hasta 1992 es seria, larga y llena de obstáculos.

Emilio Albi es catedrático de Hacienda Pública en la universidad Complutense de Madrid y socio director del departamento de impuestos de Deloite Haskins & Sells Auditores.

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