Querer y no poder
Con Salvador y Platoon, Oliver Stone se ha convertido en uno de los cineastas norteamericanos que alcanzan para sus obras grandes audiencias desde posturas combativas contra la patriotería reaganista.Esto permite concebir ante cada estreno de uno de sus filmes esperanzas. Y, como contrapartida, también hace que les ronde el peligro de que estas esperanzas no se vean refrendadas en la pantalla y que, con su vacío, se abra paso dentro de ellas la decepción. Este es el caso de Wall Street.
En obras precedentes de Stone había una debilidad de fondo: su tendencia a confiar en exceso en los resultados de la buena producción, y a cifrarlo todo en la búsqueda a cualquier precio de los caminos del éxito. Pero para este tipo de filmes, la filosofía práctica del a cualquier precio, puede resultar mortal. Este es el caso de Wall Street.
Wall Street
Dirección: Oliver Stone. Guión:Stanley Weisser y O. Stone. Fotografia: R. Richardson. Música: Stewart Copeland. Producción: E. E. Pressman. Estados Unidos, 1987. Intérpretes: Michael Douglas, Charlie Sheen, Martin Sheen, Daryl Hanna, Hal Holbrook, Terence Stamp. Estreno en cines Rialto, Roxy, Narváez.
El esmero de la procdución es en el filme innegable, pero, al no verse apoyado en un guión poderoso, en una dirección del mismo poderío y en personajes cuídados en sentido coral, ya que junto a algunos (pocos) convicentes hay otros que en modo alguno lo son, pone de manifiesto su insuficiencia. Hay películas bien hechas que piden que el platillo de su buena factura se equilibre con el de sus riesgos. No se puede jugar impunemente a lo seguro, cuando en un filme se mueven los hilos de una respuesta a la ideología establecida, por débiles que estos hilos sean. Lo seguro es siempre conformista. Y este es el caso de Wall Street, en la que el inconformismo de Stone se queda sobre el papel y no sube a la pantalla.
Lo único sólido de Wall Street es la construcción que de su personaje hace Michael Douglas, lo que le convierte con justicia en uno de los más filmes candidatos al premio de interpretación masculina en la entrega de los oscar de este año. Pese a que su personaje es epidérmico, Douglas lo da un toque de distancia y de misterio que hace que las escenas donde interviene suban en interés, comparadas con aquellas de donde está ausente.
Pero un garbanzo blanco no arregla un cocido donde hay garbanzos negros por doquier: la riqueza de la producción en cuanto encubridora de la pobreza del análisis y de la inventiva dramática o narrativa; la aparatosidad del entramado visual en cuanto encubridora de la simplicidad del fondo ideológico que hay bajo ella; la trepidación externa de la acción en cuanto encubridora de graves insuficiencias del ritmo interior; el esquematismo de los personajes -con la excepción aludida- en cuanto cajón de sastre que permite a Stone meter en ellos no lo que ellos necesitan en cuanto personajes, sino lo que en cada momento le conviene a Stone; el artificio generalizado, derivado de lo anterior, que domina todo el desarrollo de la trama; y otras graves quiebras por el estilo, que hacen de Wall Street, un lujoso tropezón en la recta carrera de este cineasta.
Babelia
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