Enseñanza y empleo
La realidad humana evidencia que una sociedad concreta erige sus propias leyes según las necesidades actuales, requeridas desde la exigencia de asumir las capacidades de inteligencia y libertad de todos sus hombres.Los administradores de la cultura han introducido eficíentemente en nuestra conciencia que las antiguas utopías de enseñanza para todos, igualdad de oportunidades, derecho al trabajo, autonomía de expresión o derecho a la palabra son una realidad patente y verdaderamente llevada a término. Pero el derecho a exigir se queda vacío cuando se encara a una ley no escrita, más vigente que la misma realidad: la discriminación que toma cuerpo en un sinfín de capítulos sociales cuya comprobación es tan fácil como entender la dificultad de encontrar trabajo proporcional a las capacidades de cada uno. Discriminaciones por razones de sexo, edad y otras situaciones personales, como el matrimonio en la mujer.
El capítulo 2 de la Constitución, en su artículo 14, reza la igualdad ante la ley, salvando todas estas circunstancias; igualdad de oportunidades que vemos negada en cualquier ámbito social.
¿Se trata de adecuar el empleo juvenil a las necesidades de más acuciante solución de este sector que representa las esperanzas de futuro? Yo diría que tanto o más importa la masa de generaciones comprendidas entre los 30 y 40 años (hombres y mujeres), muchos de ellos en paro o con trabajo insuficientemente remunerado, con familia a su cargo y que han padecido las consecuencias de una educación incompleta y ahora deben sufrir los problemas adicionales de otras generaciones.
Tanto la Comunidad de Madrid como el Ministerio de Educación y Ciencia y otros organismos particulares promueven actividades culturales y cursos de enseñanza y empleo temporal dedicados a "menores de 30 años". Como si pasada esa edad ya no hubiera más que aprender o ya no tuviéramos el derecho de saber todo lo que no obtuvimos a su debido tiempo, además de reducirnos las posibilidades de encontrar un empleo adecuado.-
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