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Las cartas entre Gerardo Diego y Falla, reunidas en un libro

Federico Sopeña recopila la correspondencia que mantuvieron el poeta y el compositor

Andrés Fernández Rubio

Gerardo Diego, uno de los poetas españoles con mayor capacidad para crear sonidos con las palabras, vivió mucho tiempo obsesionado por su incapacidad para expresarse como pianista con la misma naturalidad que como poeta. En la correspondencia que mantuvo entre 1921 y 1936 con el compositor Manuel de Falla, compuesta de 32 cartas, éste es uno de los aspectos que se reflejan. El musicólogo Federico Sopeña las ha recopilado en un volumen que ayer se presentó en Madrid.

El acto, celebrado en la Fundación Santillana, se compuso de una explicación de Sopeña sobre el contenido del libro y de un recital del pianista Joaquín Soriano, quien interpretó Dos nocturnos, de Chopin -el compositor para piano por el que mayor admiración sentía Falla-, y la Fantasía bética, del músico español. Presidieron Paloma O'Shea, en representación de la Fundación Marcelino Botín, y Jesús de Polanco, presidente de la Fundación Santillana. La primera institución publica esta correspondencia, con una tirada de 700 ejemplares en edición no venal.La recogida de la totalidad de las cartas intercambiadas cuyos originales aparecen fotografiados en el libro junto a transcripciones mecanografiadas, ya que en el caso de Falla la caligrafía es de dificil lectura, ha sido posible gracias a que ambos artistas eran muy ordenados, según explica Sopeña.

El musicólogo, que ha anotado las cartas cronológicamente, añade que fue el poeta quien inició la correspondencia, debido a la admiración que sen tía por el compositor. "El motivo de esta primera carta", dice, "fue solicitarle a Manuel de Falla un fragmento de El amor brujo, concretamente la Canción del fin del día, que a Gerardo Diego le faltaba".

A partir de ahí, se creó una estrecha amistad definida por el respeto y el cariño mutuo, que condujo a colaboraciones artísticas: Falla fue el único compositor que participó en el homenaje que se dedicó a Góngora en 1927 y que sirvió para definir a la generación de poetas coetáneos de Gerardo Diego. El compositor puso música a unos sonetos de Góngora a instancias de Diego. Por su parte, el poeta ofreció muchas veces recitales pianísticos con obras de Falla en el programa.

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