Prohibido fumar, esto es Nueva York
Ayer entraron en vigor las tajantes normas contra el tabaco dictadas para la 'Gran Manzana'
En Nueva York ayer sólo echaban humo el tejado del espectacular rascacielos del banco Citicorp, en la Tercera Avenida con Lexington, y un millón de neoyorquinos fumadores, frustrados por la nueva ley de Aire Puro en Interiores, que ayer, miércoles 6 de abril, entró en vigor en la Gran Manzana. Ésta es la mayor prueba de coerción social y legal intentada nunca en este país de extremos contra la minoría, decreciente, de adictos a la nicotina. Echar humo, al menos de tabaco, está prohibido desde ayer en Nueva York.
En la capital del mundo occidental, los fumadores, considerados por la mayoría de la población seres antisociales practicantes de una actividad perniciosa, sólo están a salvo y dentro de la legalidad, a partir de ahora, en las barras de los bares, bajo llave en las habitaciones de sus hoteles, en sus automóviles privados y en sus domicilios. Y, por supuesto en la calle. En el resto de la gran ciudad hacer humo está prohibido.Todavía ayer era posible, por ejemplo, llegar a Nueva York en el puente aéreo de Washington fumando un pitillo. Pero éste también será un lujo prohibido a partir del próximo día 23, cuando comience a funcionar la prohibición legal, sancionada por el Congreso, de fumar en los vuelos de menos de dos horas de duración. American Airlines, como otras compañías, va aún más lejos y ha anunciado que convierte todos sus vuelos Nueva York-Chicago en no fumadores.
Con el teóricamente laudable objetivo de "proteger la salud de los ciudadanos de Nueva York", el ayuntamiento ha prohibido o limita al máximo fumar en la mayoría de locales públicos cerrados. Se trata, asegura el Departamento de Sanidad, de que los neoyorquinos -de espíritu anárquico y menos disciplinado que la media de sus compatriotas- "consigan, esforzándose juntos un equilibrio razonable entre fumadores y no fumadores".
Conscientes de estos antecedentes, las autoridades han dado una tregua de 60 días -igual que la acordada en la guerra de Nicaragua entre sandinistas y la contra- para que se produzca voluntariamente este reajuste social, de modo que el millón calculado de fumadores de Nueva York decida cumplir una ley que incluso les prohíbe realizar su pecado solitario en los retretes públicos, bajo pestillo. Durante los primeros dos meses, la ley no caerá sobre los infractores.
"Nuestro propósito es que sea una ley que se observe voluntariamente", afirma, optimista, el jefe del Departamento de Sanidad, Stephen Joseph.
Si esto no es así, los propietarios de los negocios que no sigan la ley -restaurantes, hoteles, grandes almacenes, empresas, están obligados a proporcionar áreas limpias de humo o a prohibir por completo el fumar- podrán ser multados con 100 dólares por la primera infracción. El castigo podrá llegar hasta 500 dólares de multa. Para los fumadores empedernidos que se salten la nueva ordenanza, la multa será de 50 dólares.
Pero no hay suficiente policía en Nueva York -en principio serán las autoridades civiles del ayuntamiento quienes controlarán el cumplimiento de la ley de Aire Puro en recintos cerrados- para hacer cumplir la legislación. Y la que hay bastante tiene, se quejan los partidarios del tabaco, con intentar atajar la otra droga: la dura, las dosis de crack (cocaína en piedras) que por 10 dólares se venden abiertamente en muchas esquinas de la ciudad.
Es increíble que con los problemas del SIDA -que está diezmando a algunas zonas de Manhattan, como el Village-, la violencia, el racismo, rampantes en Nueva York, se declare esta guerra contra el tabaco, denuncian muchos fumadores.
"Considero el fumar un derecho civil, y estas restricciones son el resultado de una histeria antifumador", asegura Stephen Haldman, un empresario de Nueva York que está organizando una Asociación Nacional pro Derechos de los Fumadores, que piensa recurrir esta y otras leyes ante los tribunales. Ordenanzas similares a la de Nueva York ya están en vigor en San Francisco y en Beverly Hills y en los Estados de Minnesota, Florida, Alaska, Montana, Nebraska, Utah y Washington. Y lo peor, para los fumadores, es que están teniendo bastante éxito.
La ley que entró ayer en vigor en Nueva York parte del principio que la exposición de los no fumadores al humo es una agresión indebida, que debe ser corregida por los poderes públicos mediante una acción de ingeniería social. Los fabricantes de tabaco exclaman que esto es una estupidez sin base científica: será molesto, pero no es dañino.
La batalla perdida
Lo ocurrido ayer en Nueva York es un signo más de que los fumadores tienen perdida la batalla en este país. Han sido culpabilizados socialmente. Nadie se atreve a encender un pitillo en una entrevista de negocios, no se triunfa fumando. En la Administración y en las empresas privadas, los fumadores han pasado a ser grupúsculos forzados a practicar su vicio en recintos especiales.La obsesiva búsqueda del estar en forma, que ha originado una industria del bienestar físico, expulsa a los fumadores a un gueto de débiles ciudadanos de segunda que, además, corren el peligro de tener los dientes amarillos, algo imperdonable en este país. El resultado es que esta mezcla de presión legal y social -ésta sobre todo- hace que la gente, especialmente los jóvenes, dejen de fumar o nunca empiecen.
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