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Entrevista:ENTREVISTA AL TENOR

José Carreras: "He aprendido a pensar en mí"

El cantante se recupera de la enfermedad en su residencia de l'Ametlla del Vallés

"He estado prácticamente 17 años sin hacer vacaciones, y lo digo medio orgulloso y medio avergonzado. Hasta ahora me he dedicado única y exclusivamente a mi carrera. Pero en estos ocho últimos meses he aprendido una cosa: a pensar un poco más en mí". La determinación para vencer las adversidades y la serena confianza en la victoria final son los dos rasgos que, por encima de otros, impresionan profundamente de José Carreras. Momentáneamente retirado de la actividad profesional en su apacible casa de l'Ametlla del Vallés, a 40 kilómetros escasos del frenesí barcelonés, el tenor asegura llevar una vida cotidiana "casi de jubilado". Pero algo en sus ojos desmiente la afirmación. Y cuando manifiesta sentirse más guerrero que nunca para vencer el mal" descubre su innegable condición de hombre joven que no ha renunciado a controlar su destino, un destino del que tozudamente se adueñó en un cine de barrio cuando tenía seis años.

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El cine, ya desaparecido, llevaba nombre de tenor: Julián Gayarre. La película también: era El gran Caruso, protagonizada por Mario Lanza. Allí nació la vocación de otro tenor, que más tarde, en la película Romanza final, dirigida para televisión por Josep Maria Forqué, encarnaría al cantante vasco y cuya fama no habría de ir a la zaga de la del italiano de principios de siglo, sobre el que también existe un proyecto cinematográfico.La mitología del propio pasado, que todo artista, de una u otra forma, necesita crearse, en este caso se vuelve extrañamente real: el niño-ruiseñor Carreras -que no lo fue a la manera de Joselito por puro instinto de sus padres, decididos a encauzar desde entonces las dotes naturales del chaval- ya no quiso ser otra cosa que cantante de ópera. Que es, con toda evidencia, lo que quiere seguir siendo.

Pregunta. Estos meses de inactividad forzada probablemente le habrán llevado a reconsiderar su vida anterior, a pensarla de otra manera.

Respuesta. Mi vida anterior era exageradamente movida, sin respiro prácticamente. A veces, en una semana, he llegado a dormir hasta en siete ciudades diferentes. El contraste con mi vida actual, prácticamente de jubilado, es desde luego impresionante. Tengo la gran esperanza de que esto se prolongue durante un periodo más o menos largo, pero con un final que no está lejos, como mucho unos meses...

P. Es decir que, pasados estos meses, piensa volver al ritmo frenético de antes.

R. Si yo llevaba una vida que puede, considerarse frenética es porque realmente me llenaba y me gastaba, no por ninguna necesidad que no partiera única y exclusivamente de mí mismo. Cuando entras dentro del torbellino es muy difícil decir que no a las propuestas que te hacen, aunque a veces habría que hacerlo. Quizá no está bien que lo diga, pero yo podría tener un recital o una representación de ópera los 365 días del año y en cambio me he ido limitando a unas 80 actuaciones. Está claro, pues, que venía renunciando a 290 propuestas. De todas formas, creo que, si todo evoluciona como esperamos, me tomaré las cosas con mucha más tranquilidad, incluso con otra filosofía. Como ya he dicho otras veces, estoy convencido, sin embargo, de que el hombre es el único ser que vuelve a caer una y otra vez en los mismos errores. A mí me hace mucha ilusión volver a cantar, volver a la vida de antes, pero espero saber tomarme las cosas según otras medidas, sin correr tanto. No lo necesito.

P. Desde luego a su nivel no parece que haya muchos trenes que se le puedan escapar en el terreno de la ópera.

R. Los trenes ya han pasado para mí y he tenido la gran suerte de poder coger la mayoría de ellos. Tengo ganas de seguir haciendo cosas, pero, repito, con calma. Es sorprendente, sin embargo, la cantidad de ofertas que, ya ahora que estoy en una convalecencia que puede ser larga, la gente me ha hecho llegar: vídeos, películas, grabaciones, conciertos... Proyectos no me faltarán. Lo que haré es seleccionar entre aquéllos que me ilusionen más.

P. Pese a todo, ¿no existe una presión ambiental, unos modos de la actual producción operística que están por encima de la elección personal?

R. Sí, pero no nos engañemos, al final eres siempre tú el que decides y eres tú que aciertas o te equivocas. Sería muy fácil excusarse atribuyendo las faltas al sistema actual de los montajes operísticos, pero en definitiva eres tú quién aceptas este estado de cosas, porque quieres y te hace fusión. Si Karajan te propone una nueva grabación en el momento en que habías previsto descansar, está claro que renuncias al descanso y te vuelcas en el trabajo. Sería absurdo no hacerlo. Eso hay que aceptarlo, porque artísticamente las satisfacciones compensan.

Recital popular

P.¿Tiene algún proyecto concretado? Por ejemplo el 13 de agosto, en Perelada, fecha y lugar que usted mismo sugirió a su llegada a Barcelona.

R. Sí, me gustaría actuar en Perelada, sigo manteniendo cuanto dije. Sin embargo, antes desearía poder hacer algo en Barcelona, de un carácter diferente, más popular, más abierto a todas esas personas que me han apoyado tanto durante la enfermedad. No tengo aún nada decidido, no sé ni dónde, ni cuándo, ni cómo actuaré. Hay que tener en cuenta que no dependo de algo matemático, sino de la manera en que mi cuerpo reaccione durante este período. Todas las previsiones apuntan, sin embargo, a que de aquí a tres o cuatro meses, podré estar en condiciones de empezar poco a poco. Al principio me parece más inteligente hacer algún recital, mejor que conciertos. La orquesta comporta más dificultades, un mayor número de ensayos y, por supuesto, es más difícil cantar arias de ópera que canciones o lieder acompañados por un piano, seamos francos y digamos las cosas como son. Esta es la manera en que pienso empezar a rodar.

P.¿Y el cine ? Precisamente cuando rodaba en París La bohème de Comencini le fue diagnosticada la enfermedad.R. Sí, y me ha queda o un mal sabor de boca por tener que dejar un rodaje a la mitad. Me gusta el cine. Es una forma de trabajar en lo mío de forma más relajada. No es comparable el stress que produce tener que hacer diez funciones en un mes, cinco de Carmen y cinco de Andrea Chénier, al que produce un rodaje. La tensión es mucho menor y creo que es una de las cosas que más voy a necesitar al principio.

Película con Bertolucci

P. ¿Sigue en pie el proyecto de hacer Andrea Chénier con Ber-' nardo Bertolucci?

R. No. Me hacía muchísima ilusión, pero ya nos hemos acercado demasiado al 1989, es decir al doscientos aniversario de la revolución francesa, que es cuando se quiere estrenar la película. Lo meses en que he estado aparcado han entorpecido este proyecto. Pero hay más ideas. Por ejemplo, una Tosca con la CBS, la vida de Caruso con una compañía alemana...

P. ¿Y del Otello con Karajan qué hay?

R. Recibí efectivamente una propuesta suya para hacerlo este año. Finalmente se decidió hacer Tosca, estrenada hace pocos días con Luis Lima, que, por cierto ' me telefoneó hace poco y estuvo encantador conmigo. Pero seriamente, de verdad de verdad, nunca me había planteado hacer Otello, ni siquiera antes de la enfermedad. Aunque claro, si Karajan te lo propone te da un aviso ante el que no puedes mantenerte indiferente. Pero yo nunca dije que sí, y no hubo ningún tipo de contrato. El maestro quería hacer Otello para celebrar sus 80 años, que cumple precisamente el 5 de abril. El otro día hablé con él y me dijo que volveríamos a hacer Tosca en el 90-91. Para el año que viene está previsto en Salzburgo el Oedipus rex de Stravinski, en la doble tanda de Semana Santa y verano, con grabación y video incluidos. Y para el siguiente repetiremos Oedipus o Tosca, aún no lo sé.

P. La suya ha sido una carrera muy rápida. En la temporada 1970-1971 debuta en el Liceo y gana el concurso de canto de Busseto y apenas cinco años después ya le Rama Karajan para hacer el Requiem y Don Carlo en Salzburgo. ¿Considera que ha tenido suerte en su carrera?

R. Desde luego que sí. Y de entrada por el sólo hecho de ser tenor, que es una voz con mayores ventajas respecto a las demás. Cuando un tenor funciona medianamente bien enseguida se le hace caso.

P. ¿Por qué?

R. Porque somos muy pocos. No es como la generación anterior en la que se juntaron personalidades como Del Monaco, Di Stefano, Corelli, Björling o Richard Tauber. Hoy en día todo eso no se da. Y sigo pensando que hay buenas voces, incluso más preparadas que las de antes. Los cantantes americanos, por ejemplo, conocen a la perfección el repertorio y son capaces de preparar un nuevo título con mucha rapidez. Quizá lo que faltan son personalidades arrolladoras como las de antes a la hora de interpretar. Los que hoy tienen personalidad, más que los que tienen la mejor voz o mayores facultades, son los que el público reclama.

P. Usted nunca ha tenido reparos a la hora de considerarse deudor de esta generación. Y de hecho su admiración por Giuseppe Di Stefano es casi mítica.

R. Le he tenido siempre como ídolo. Modernizó increíblemente la manera de cantar de los tenores. Creo que de la misma forma en que se habla de un antes y un después de la Callas se puede hablar de un antes y un después de Di Stefano. Nadie ha hecho los recitativos ni ha dado el peso a cada palabra como ha sabido hacerlo él. Lo que a mí me ha dado di Stefano las pocas veces que le he oído desde un escenario y las muchas que lo he hecho a través de grabaciones es lo que yo querría dar al público. No es sólo un problema de admiración, sino de sentirlo, de que te, llega dentro. Hay otro tipo de cantante que podré admirar mucho, pero que no me emociona. Por cuestiones técnicas, quizá... aunque esto de la técnica es muy complicado, podríamos hablar horas sobre ella sin llegar a ninguna conclusión.

P. Decía antes que ha sido afortunado a lo largo de su carrera, pero también se ha arriesgado. Cuando hizo su primera Tosca, en 1974 en el New York City Opera, no faltaron voces que anunciaron su fracaso.

R. Lo mismo ocurrió con el Don Carlo en Salzburgo y con La forza del destino y Andrea Chénier cuando las canté por primera vez en La Scala. Pero tengo que decir que cuanta mayor presión en contra ha habido por parte de la Prensa y de los aficionados curiosamente mejor me han ido las cosas. Reconozco que he cometido errores, pero creo haber hecho las cosas con más cabeza de lo que cree alguna gente de¡ sector, que, por otra parte es un sector especialmente propenso a las exageraciones. Me he arriesgado cuando tenía que arriesgarme y de hecho no admito una carrera sin riesgo. En mi caso hubiera podido hacer La traviata durante toda mi vida e ir tirando. Pero no es esto: un artista, sí está rodeado de gente que cree en él, está obligado a dar lo mejor de sí.

P. Y usted, evidentemente, ha estado rodeado por las personas justas en los momentos justos.

R. He tenido efectivamente esa gran suerte. Carlos Caballé, por ejemplo, el empresario que ha estado a mi lado desde el primer momento: puede equivocarse, como todos, pero nunca me ha aconsejado ni me aconsejará por otros intereses que no sean los míos propios. Esto ha sido fundamental en mi carrera: contar con alguien con quien discutir y valorar las decisiones que he ido tomando Y por supuesto mi tamilla, que me ha apoyado en todo momento...

P. Y muy especialmente, cabe imaginar, en la dura batalla de Seattle. Pero allí ha contado además con un apoyo que casi adquiere dimensiones de movimiento social. Recibir más de 100.000 cartas no es desde luego frecuente. ¿Podía imaginar una reacción popular de este tipo?

R. De ninguna manera. Como todos los artistas, durante mi carrera he tenido gente a favor y en contra. La verdad es que me he sentido más querido que incomprendido. Pero esta respuesta popular, a todos los niveles, ni mucho menos podía esperármela. Y esto no es que haya sido sólo algo emotivo y extraordinario, sino que me ha dado una fuerza interior y unos ánimos absolutamente necesarios para demostrar a la gente que me apoyaba que era capaz de luchar contra el mal. Estoy inundado de afecto de personas a las que ni siquiera les gusta la ópera. Que la gente del quinto piso del Liceo te mande cartas más o menos te lo puedes esperar, pero lo otro no. Y conste que he dado el mismo valor a cualquier muestra de afecto, viniera de donde viniera.

Cantante internacional

P. Usted ha llegado a establecer con públicos de diferentes nacionalidades una relación casi mística que le ha llevado a ser considerado como uno más del país dónde ha cantado. En su caso, más que de un cantante internacional, acaso fuera más justo hablar de un artista internacional.

R. No sé si merezco tal consideración, pero en todo caso sí que puedo decir que hay tres teatros en los que me he sentido especialmente compenetrado con el público: la ópera de Viena, La Scala y el Liceo. Por poco que pueda, son los tres teatros en que no pienso dejar de cantar nunca y que consideraré de forma preferente en esta etapa más relajada de mi vida.

P. ¿Es usted religioso?

R. Sí, aunque no practicante, por tópico que resulte. He reflexionado durante este período sobre cuestiones religiosas y la enfermedad no ha hecho más que reforzar aquello en lo que ya creía. Durante estos mese se han dado toda una serie de circunstancias que me han empujado a reflexionar de forma mucho más seria que antes sobre estas cuestiones.

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