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De la reticencia al entusiasmo

Milagros Pérez Oliva

El doctor Ignacio Madrazo reunió, tanto en Madrid como en Barcelona, a la flor y nata de la neurología y la neurocirugía de ambas ciudades. En Barcelona, la presentación tuvo como escenario el Colegio Oficial de Médicos, pero por iniciativa de unos laboratorios. La sala estaba casi llena, pero se notaba inmediatamente que el trabajo del doctor Madrazo no había gozado precisamente de buena prensa en los selectos canales de la literatura científica porque muchos asistentes hacían ostensible su distanciamiento y algunos ocupaban incluso sus asientos con una cierta displicencia.Se había extendido la opinión general de que la investigación no alcanzaba el rigor científico necesario. Y sin embargo, allí estaban los más prestigiados especialistas, a caballo entre la incredulidad y la desconfianza, tratando de disimular su evidente interés por comprobar personalmente la solvencia de una experimentación que les había sorprendido más por osada que por inesperada.

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El doctor Madrazo se arrancó con humildad y todo hacía presagiar la confirmación de las sospechas. Pero pronto se demostró que Madrazo no sólo tenía una gran seguridad en su trabajo, sino que conocía a la perfección el ánimo de su auditorio y la forma de doblegarlo. Presentó primeró resultados sencillos, expuestos incluso con cierta precariedad de medios, lo justo para provocar en los oyentes la impresión de que no iban errados al desconfiar. Y entonces hacía comentarios como "ya sé que esto es insuficiente para la mentalidad científica anglosajona", y aportaba el cuadro, el gráfico preciso, justo, la fotografia a color, la estadística que daba la respuesta exacta. Y tejió una contundente escalada de rigor que fue tumbando todos los recelos y acabó cosechando fervientes adhesiones allí donde mayor había sido la desconfianza inicial.

El testimonio

El doctor Madrazo remachó su obra de persuasión con la proyección de un vídeo, técnicamente bastante malo, que, sin embargo, traducía a sorprendentes imágenes las frías estadísticas anteriores. Un vídeo que mostraba cómo allí donde antes de la operación había un hombre prácticamente inválido, incapaz de andar y absolutamente deteriorado, emergía una nueva persona capaz de saltar, sonreir, escribir y de recuperar una vida normal. El vídeo mostró como resucitaban varios pacientes, pero el doctor Madrazo tuvo la habilidad de enseñar también la otra cara de la moneda, la de los enfermos que no habían prosperado demasiado, y ello acabó de disipar las últimas sombras.

"Puede dar por seguro que voy a hacer el primer injerto en Barcelona muy pronto", dijo Enrique Rubio, jefe de neurocirugía de Valle de Hebrón. El doctor Isamat, de la residencia de Bellvitge, calificó de extraordinarios los resultados. "Usted ha abierto realmente nuevos horizontes", añadió el doctor Agustí Codina. Eduardo Tolosa, jefe de neurología del hospital Clínico, calificó de histórica la aportación del mexicano.

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