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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El coste de la fe

Después de haberme pasado seis años encerrado en una habitación estudiando, ingresé en elPasa a la página siguiente

Viene de la página anterior

Cuerpo de Registradores de la Propiedad, y a punto estuve de perderlo todo o de pasarme otros tantos en la cárcel merced a mi pública oposición al régimen de Franco y a la dirección que ostentaba de la Junta Democrática del pueblo en el que vivía. Viene esto a que es fácil deducir que la aparición de EL PAÍS me ahorró el dilema del diario a comprar, y desde entonces no he dejado de leerlo un día.

Esta especial proximidad, que hace de un diario algo más que un cúmulo ordenado de noticias para convertirlo en un elemento más del entorno personal y familiar, se ha visto en mi caso rota por la publicación, el pasado lunes, del editorial El coste de la fe pública, que considero injusto e indigno.

Como este espacio no es el lugar adecuado, no voy a entrar en explicaciones ni justificaciones de nuestra labor, sujeta, como todas, a mejoras en aras de un mejor y más eficaz servicio público, como así se está logrando en los últimos años gracias a la constante labor de los colegios notarial y registral y de la dirección general, que están consiguiendo que éste sea uno de los no muy numerosos servicios públicos que sí funcionan en nuestro país y de manera aún más eficaz que el de nuestros vecinos franceses, italianos y portugueses, que tienen similar sistema.

Sólo insistir que es injusto mancillar la labor de tantos profesionales con expresiones gratuitas y ofensivas que desdibujan algunas razones atendibles en su editorial, por el hecho de que no cobran de los Presupuestos del Estado y sí de los particulares en relación al servicio prestado y con estricta sujeción a unos aranceles aprobados por el Estado y que, como usted sabe, son mucho más bajos que los utilizados en semejantes labores de asesoría por los abogados.

Y es indigno que el editorialista se haya olvidado del medio que está utilizando al emplear un lenguaje mitinero y demagógico que desprestigia a su diario, porque no quiero creer que expresiones tan zafias marquen un nuevo estilo en EL PAÍS.- Vitoria.

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