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Debate necesario

Los que desean corregir el peligroso declinar de la función parlamentaria tienen una buena oportunidad para hacerlo. Efectivamente, la lección recibida por las dificultades que encuentran cada vez más empresas en sus relaciones con la nueva enfermedad: corresponde a la representación nacional el hacerse cargo del expediente del SIDA. Un reflejo comprensivo hace que algunos responsables confíen en soluciones espontáneas puestas en funcionamiento por patrones y sindicatos. Y estiman que la sociedad civil decidirá, por lo que no es necesario dramatizar las cosas con un debate nacional.Si nos quedáramos así, se correrían tres riesgos graves. El primero consistiría en ver que las empresas, sensibles como cada cual a la angustia que difunde el mal, se alinean con los comportamientos más represivos. Se podría solicitar la aplicación de las leyes utilizadas para combatir otras enfermedades contagiosas, como sífilis o tuberculosis. Desgraciadamente, descubriremos que: estas medidas eran muy represivas e inadaptadas para el SIDA, enfermedad poco contagiosa e imposible de curar eficazmente. Por fin incurriríamos en los efectos nocivos que crearía el silencio de los elegidos, dando la razón a los demagogos que acusan. al Estado de disimular la verdad. Con la multiplicación de comisiones de sabios, el Parlamento ha sido desprovisto de sus prerrogativas en beneficio de instancias de gran calidad, pero escasa representatividad.

14 de marzo

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