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Tribuna:LOS PROBLEMAS DEL DESARROLLO REGIONAL
Tribuna
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La decadencia del Norte

A lo largo del trienio 1985-1987 se ha creado alrededor de un millón de empleos en España, aunque los ajustes metodológicos de la estadística no permiten una precisión mucho mayor. Ese crecimiento es superior incluso al experimentado en el período 1960-1975. Estamos, así, pues, en un proceso claro de expansión, aunque la persistencia de escandalosas cifras de paro ensombrezca este hecho.Es oportuno, por tanto, examinar la distribución territorial de ese crecimiento (también lo es sin duda la distribución social) para evaluar en qué medida está produciendo desarrollo, en la acepción cualitativa expresada al principio.

Un primer dato, satisfactorio: los mayores incrementos de empleo se producen en las regiones más pobres (Extremadura, Castilla-La Mancha, Andalucía, Castilla y León), lo que significa que los mecanismos de reequilibrio existentes están dando sus frutos.

Pero hay, al tiempo, algunos datos preocupantes. En mi opinión, el más alarmante es el acusado retroceso relativo de las regiones del Norte, junto con el retroceso absoluto de las regiones insulares.

Mientras en el indicado trienio 1985-1987 la población ocupada en el conjunto nacional creció casi un 10%, cuatro regiones de la España peninsular experimentan crecimientos inferiores al 1%: el País Vasco, Cantabria, Asturias y Galicia. Si alguien dudaba de que todas ellas constituyen una verdadera región económica, la crisis y el inicio de la superación de ésta lo están poniendo de manifiesto).

Se trata de regiones con una muy diversa composición sectorial, en función sobre todo del distinto peso de la agricultura (que va decreciendo de Oeste a Este, desde el 40% de empleos de Galicia al poco más del 4% del País Vasco), por lo que el fenómeno del homogéneo comportamiento ante la crisis debe tener otras causas.

La más sencilla de establecer es, sin duda, la crisis industrial, que golpea de forma especial los sectores maduros y tradicionales (siderurgia, otras metalurgias, construcción naval, transformados metálicos) implantados en la cornisa cantábrica. Las cuatro comunidades, en efecto, experimentan en el período un significativo decrecimiento en el empleo industrial. Otras razones son el tímido crecimiento de los servicios, salvo en Galicia, por efecto del escaso desarrollo del sector turístico, y las peculiaridades de la agricultura cantábrica, que descansa sobre la ganadería de vacuno (carne y leche) y a la que no alcanzó el espectacular crecimiento de la producción agrícola española en los últimos años.

Pero ¿qué ocurre para que en la zona económica de mayor tradición y cualificación industrial no aparezcan con el vigor necesario nuevas actividades industriales ni se desarrolle tampoco suficientemente un turismo activo como el que se produce en otras regiones europeas de privilegiada naturaleza ni la agricultura se muestre capaz de reconvertirse hacia otras producciones? Hay, con toda evidencia, un fenómeno de pérdida de dinamismo y vitalidad que puede terminar convirtiendo a la cornisa cantábrica en un nuevo problema regional que se añada a los tradicionales de subdesarrollo de algunas regiones españolas.

Las comunicaciones

En mi opinión, el estrangulamiento decisivo viene provocado por el sistema de comunicaciones. La cornisa cantábrica es una realidad física, estratégica, económica y probablemente cultural, pero no existe como área en el terreno de las comunicaciones.

No existen comunicaciones ferroviarias (la vía estrecha es una anécdota), tampoco un sistema de comunicaciones aéreas adecuadas, y, lo que es más grave, no hay una vía de circulación rápida por carretera. Oviedo dista alrededor de siete horas de Santiago de Compostela, y más de cinco horas de Bilbao, a través de vías peligrosas y penosísimas.

Añádase un fenómeno de incomunicación política (más justo será tal vez hablar de insuficiente comunicación política), fruto tanto de la propensión solipsista de algunas comunidades como de la ya tradicional, incomprensión del poder central, como estructura, hacia las relaciones perimetrales.

En mi opinión, el futuro de toda la comisa depende de su capacidad para resolver esas dos cuestiones: la incomunicación física y la incomunicación política. La primera requiere la urgente acometida de la autovía del Cantábrico, y en el futuro, de una comunicación rápida por ferrocarril y un sistema de vuelos de tercer nivel. La segunda, que se genere en las cuatro comunidades, tanto en sus instituciones como en sus agentes sociales, la conciencia de formar parte de un conjunto, la cornisa, que hasta ahora ha tenido su principal expresión pública en los boletines meteorológicos y en la crónica de sucesos laborales.

Creo que es el momento de proponer esta reflexión, justo cuando empiezan a calentarse los motores de dos grandes efemérides nacionales, la Olimpiada de Barcelona y la Expo de Sevilla, con Madrid en el centro, que van a implicar una cierta concepción tripolar, en la que el Norte está ausente, de la vida social y económica de España los próximos años.

El asunto es, sin duda, una cuestión de Estado, y no sólo porque las grandes infraestructuras que se demandan sean competencia principal del poder central. Lo es también porque si el proceso de crecimiento de la economía española se terminara resolviendo en la relegación de la zona sobre la que en buena medida descansó en el pasado la prosperidad económica de España, no podríamos hablar de un verdadero desarrollo, aunque las tasas de crecimiento de España siguieran siendo las más altas de Europa, porque se habría generado una nueva desigualdad territorial y en consecuencia un factor de desequilibrio en la sociedad española.

Pedro de Silva Cienfuegos-Jovellanos es presidente del Principado de Asturias.

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