La vuelta de Trump: el fracaso de los aranceles para reducir el déficit comercial de EE UU con Europa
A pesar de las políticas proteccionistas de Trump, el desajuste comercial se amplió durante su primer mandato y siguió creciendo bajo Biden. Por contra, las exportaciones europeas han aumentado
![Denisse López](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2Fb0ec917c-61d0-4565-9fac-dfc0aa9a8ac3.png?auth=0d79af5526986a7a6a09992dfa688f2ca1a564b16e303930535649be1504dc72&width=100&height=100&smart=true)
Desde su llegada a la Casa Blanca en 2017 y su salida cuatro años después, Donald Trump mantuvo su particular visión proteccionista del comercio internacional. Ahora, en 2025 y de vuelta en el Despacho Oval, su enfoque no ha cambiado. Y ha dejado claro que ningún país saldrá ileso de la ofensiva comercial que empezó a desplegar en enero y que agudizó esta semana al anunciar aranceles recíprocos de forma generalizada. El último golpe para la Unión Europea, a la que acusa de ser “injusta” con Estados Unidos en materia comercial, ha sido la promesa de aranceles como respuesta al IVA. El incremento no está todavía definido ni entrará en vigor de manera inmediata, por lo que la lectura general es que los usará como herramienta de negociación para reducir el disparado déficit comercial que registra la economía norteamericana.
Los datos del comercio bilateral entre EE UU y la Unión Europea reflejan la persistente paradoja que ha marcado la estrategia proteccionista de Trump: cerrar el déficit comercial que aqueja al país es una meta esquiva. Durante su primer mandato, a pesar de las medidas proteccionistas, la tasa se fue ampliando año a año respecto al nivel que registraba previo a su llegada a la Casa Blanca. En concreto, el país paso de un déficit de 151.575 millones de dólares en 2017 a uno de 182.579 millones en 2020. Luego, bajo la presidencia de Joe Biden, el desfase se amplió hasta alcanzar niveles récord en 2024 con 235.571 millones de dólares, impulsado por una mayor demanda de productos europeos, y también del resto del mundo, donde la dinámica ha sido la misma.
Ahora, de vuelta en la Casa Blanca, el republicano está decidido a intentar reducir este desequilibrio con su receta favorita: los aranceles. A la espera de que las propuestas cojan forma, una primera aproximación para ver los posibles resultados de su política proteccionista es analizar lo que ocurrió en el primer mandato de Trump y compararlo con el de su sucesor, Biden. En un primer vistazo, los analistas insisten en que el papel preponderante de Europa en el mercado estadounidense ha impulsado un superávit comercial para el Viejo Continente, incluso durante el primer mandato del republicano, cuando defendió una política proteccionista con la idea de America First. Bajo este lema, impuso aranceles del 25% al acero y del 10% al aluminio europeo, generando incertidumbre en el comercio transatlántico y desincentivando nuevas inversiones en sectores afectados como la manufactura y la industria automotriz.
En el ámbito de la inversión, la situación es un poco más compleja. El enfoque proteccionista de la administración republicana contrastó con la agenda multilateralista de su sucesor demócrata, afectando de manera significativa el flujo de inversión bilateral entre ambos países. El primer mandato de Trump estuvo marcado por una estrategia de nacionalismo económico. Su reforma fiscal de 2017 redujo el impuesto corporativo del 35% al 21%, lo que incentivó a muchas multinacionales estadounidenses a repatriar beneficios en lugar de expandirse internacionalmente. Esta medida impactó en Europa y España, ya que muchas empresas optaron por concentrarse en el mercado interno.
Bajo este paraguas, es innegable que la relación comercial entre Europa y Estados Unidos ha sido mejor durante los años en los que Joe Biden estuvo al frente del gobierno. En 2023, cuando ya se notaban de lleno las políticas del demócrata, fue el mayor destino de las exportaciones de bienes de la UE, representando el 19,7% del total, y el segundo mayor proveedor de importaciones, con un 13,7%, según Eurostat. Esto supone casi dos puntos más sobre los productos vendidos al país americano en 2020, cuando aún estaba al frente de la Casa Blanca Donald Trump.
![Contenedores en el puerto de Rotterdam, en una foto de archivo.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/UNQIPJPUCNAYNNXQG52BMKZE2Y.jpg?auth=c975b75ebb51c5221b2b951fb6ae424223c284837089992a1970fc08c2d2da7e&width=414)
También ha habido dos velocidades en la evolución del comercio de mercancías. Entre 2017-2020, aunque hubo un aumento respecto a los años en los que estuvo al frente Barack Obama, este se dio a un ritmo muy moderado, reflejando la incertidumbre comercial derivada de la política proteccionista del republicano y la guerra comercial con China. Después, con la llegada de Joe Biden en 2021, el crecimiento se aceleró significativamente. En su administración, se superaron con facilidad los 850.000 millones de euros en 2023, lo que refleja un fortalecimiento de las relaciones comerciales y una recuperación tras la pandemia, según cifras del Consejo Europeo.
El acelerón se debio en gran parte a que con Biden se eliminaron algunas de las barreras comerciales impuestas por la disputa de los subsidios a Boeing y Airbus y se reforzaron los lazos con la Unión Europea, lo que reactivó la inversión estadounidense en el continente. Además, el auge de la transición energética atrajo capital estadounidense a proyectos de infraestructuras sostenibles, en beneficio de las energías renovables. Biden impulsó políticas alineadas con la sostenibilidad y la digitalización, convirtiendo a Europa, y en particular a España en un punto estratégico para la expansión de empresas estadounidenses en infraestructuras de energía limpia, centros de datos y movilidad sostenible.
Otro movimiento a favor de la relación bilateral fue la aprobación del Infrastructure Investment and Jobs Act en 2021, un plan de inversión de 1,2 billones de dólares que abrió oportunidades para las empresas en Estados Unidos. De acuerdo a la Cámara de Comercio en España, algunas compañías europeas, incluidas las españolas, lograron contratos en proyectos de transporte y energía, aunque enfrentaron una fuerte competencia con empresas locales.
Pero no todo fue como la seda con el demócrata. Biden también generó inquietudes en el ámbito fiscal. Su intención de elevar el impuesto corporativo del 21% al 28% despertó dudas entre las grandes compañías multinacionales, lo que llevó a muchas a reconsiderar sus planes de inversión en territorio estadounidense. Aunque la medida no se aprobó en su totalidad, el debate sobre el tema añadió un factor de inestabilidad en los mercados. En el ambito comercial, el sector agroalimentario continuó enfrentado obstáculos. España, uno de los mayores exportadores de vino y aceite de oliva a EE UU, siguió afrontando barreras comerciales preexistentes, como el arancel del 35% sobre la aceituna negra española impuesto por Trump en 2018, lo que afectó su competitividad en el mercado norteamericano.
El caso español
El escenario para España ha sido mixto tanto con Trump como con Biden. En 2018 el crecimiento de las exportaciones totales experimentó una ralentización respecto a las tasas registradas el año previo, coincidiendo con el incremento de los aranceles al acero y el aluminio en junio de ese año, pero en 2019, con estas medidas ya plenamente operativas, registraron un incremento considerable, en el entorno del 7%. Todo ello pese a que en octubre de ese año entró en vigor el incremento de tasas a ciertos productos agroalimentarios españoles como represalia a los subsidios europeos a Airbus.
![Recogida de la aceituna en un olivar de Jaén, en noviembre de 2023.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/UBVVACCEZJG6LAVSEI3SJ6OM5Q.jpg?auth=6f6ad9eb48689d3f97b5974eb768e50dad42998555475c8dee7202c5fc60516a&width=414)
En 2020, ya con todos los incrementos de aranceles en funcionamiento, las exportaciones españolas cayeron más de un 10%. No obstante, Raúl Minguez, director del servicio de estudios de la Cámara de Comercio de España, explica que “es difícil determinar el impacto que pudo tener esta política arancelaria en ese desplome, ya que fue el año marcado por la crisis sanitaria”. Si se analiza por sectores, uno de los más golpeados fue el agroalimentario. Las exportaciones de aceite de oliva, una de las joyas de la corona, sufrieron un duro golpe en los años de Trump, perdiendo un 70% de participación en el mercado estadounidense. El vino, otro producto insignia, disminuyó entre un 12% y 15% en valor.
Pero a pesar de las barreras y las caídas sectoriales puntuales, las exportaciones españolas totales al mercado norteamericano han crecido en estos años. Entre 2017 y 2023, las ventas aumentaron a una media del 8% anual, alcanzando los 18.904 millones de euros en 2023. Además, algunas áreas lograron sortear el proteccionismo de Trump y mantener el interés de los inversores. El sector tecnológico y la industria farmacéutica fueron resilientes gracias a la competitividad de las empresas nacionales y la estabilidad del mercado europeo. Compañías como Amazon y Microsoft expandieron sus centros de datos en España en esos años, y la transición energética europea mantuvo el flujo de inversión en energías renovables.
A diferencia del resto de Europa, en el caso nacional las importaciones provenientes de Estados Unidos han crecido a un mayor ritmo. Esto ha ampliado el déficit comercial de España con el gigante americano, impulsado principalmente por la compra de gas y tecnología estadounidense. El sector energético ha sido la principal flaqueza. La crisis derivada de la guerra en Ucrania llevó a España a reducir sus importaciones de gas ruso y argelino, aumentando su dependencia del gas natural licuado (GNL) estadounidense. En 2022 y 2023, EE UU se convirtió en el principal proveedor de gas de España, lo que disparó el déficit comercial y reforzó la vulnerabilidad del país en materia de seguridad energética.
De Biden a la incertidumbre
Ya con Trump de nuevo en la Casa Blanca, la incertidumbre ha resurgido gracias a su enfoque renovado en el proteccionismo económico. Los analistas dan por descontado un nuevo capítulo de inseguridad comercial que posiblemente ralentice el volumen de intercambios. “Si bien queda por ver cómo de agresiva terminará siendo la política arancelaria, es probable que la mera amenaza de interrupciones comerciales aumente la cautela corporativa. Esto se vio en 2018 y 2019 bajo la primera administración Trump, cuando las empresas redujeron los planes de inversión debido a una mayor incertidumbre”, señala Nicola Mai, economista y analista de crédito soberano en la firma de inversión PIMCO.
En cuestión de mes y medio las relaciones comerciales se han ido deteriorando por una serie de políticas arancelarias que el mandatario republicano ha anunciado. Entre ellos figuran los posibles aranceles del 25% a las importaciones de aluminio y el acero de todo el mundo. La medida golpearía al país que históricamente ha sido la locomotora europea: Alemania, el séptimo mayor exportador de acero a EE UU. También impactaría a la economía nacional, pues España es el décimo exportador, con envíos valorados en 263 millones de dólares.
![Un empleado en un alto horno de la empresa Thyssenkrupp Steel, en diciembre de 2024 en Duisburgo (Alemania).](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/REW3GWUAMJA7JDUSAOCSBJYUNA.jpg?auth=50c9772f3387fd416555bbbc2c131fadd5f734e6f98e7db7a53b9b698ede3b50&width=414)
A esto se suma la promesa hecha esta semana de imponer a la Unión Europea aranceles como respuesta al (IVA), que Washington interpreta como una barrera comercial. De concretarse, estos nuevos aranceles no tendrían un impacto macroeconómico mayúsculo, pero a nivel sectorial podría variar enormemente ―dependiendo de los tipos actuales―, y se reflejaría en el mercado de valores. Al respecto el banco suizo Safra Sarasin precisa que mientras que los Veintisiete imponen un arancel del 10% a los coches estadounidenses, del otro lado solo se aplica un 2,5% a los europeos. Por lo tanto, de homologarse, el sector automotriz europeo sangraría. A nivel nacional, el sector también saldría perjudicado. Mínguez explica que “en el caso de la automoción, España ya mantiene un déficit estructural con EE UU, por lo que unas tasas adicionales podrían agrandar este desbalance”.
Los aranceles aún no están fijados ni entrarán en vigor inmediatamente, por lo que la resolución se interpreta como una herramienta de negociación con sus socios comerciales en aras de reducir el disparado déficit comercial de la primera economía del mundo. El republicano asume estos niveles como algo negativo porque lo asocia con una pérdida de empleos y riqueza para Estados Unidos. Su discurso se basa en la idea de que las altas tasas de importación reducen la producción interna, lo que lleva a la pérdida de empleos en sectores como la manufactura. A ello se suma una dependencia de otros países, especialmente de rivales como China, lo que debilita su seguridad económica.
Aunque se trate de una estrategia para conseguir concesiones, Goldman Sachs da por descontando que la incertidumbre generada por este aluvión de titulares arancelarios pesará sobre las economías y entorpecerá los flujos de capital hacia la zona euro. “La incertidumbre llegó para quedarse y mantendrá el crecimiento europeo moderado en los próximos trimestres”, se lee en uno de los artículos publicados esta semana por la entidad bancaria.
Desde UBS, insisten que en el marco arancelario recíproco y las futuras negociaciones comerciales, las divisas se mantendrán volátiles al menos durante la primera mitad del año. Por su parte, el departamento de análisis de Deutsche Bank ha insistido en que gran parte de la relación entre Europa y Estados Unidos “estará fuertemente determinada por la forma en que evolucione la relación de Estados Unidos con China durante los próximos cuatro años. Muchos suponen que el gobierno será más agresivo con China, no sólo imponiendo aranceles sino también eliminando su estatus arancelario de nación más favorecida en la OMC. Esto afectaría materialmente también a Europa y alteraría la libertad con la que la tecnología y la inversión –así como los bienes y servicios– podrían fluir entre los países que comercian en dólares estadounidenses y China”, detallan en uno de sus recientes informes.
Por su parte, Mínguez insiste en que “la inversión y el comercio bilateral enfrentarán nuevos desafíos en un contexto donde las decisiones políticas en Washington seguirán definiendo las oportunidades y riesgos para las empresas en ambos lados del Atlántico”. En definitiva, incluso si el mandatario americano adopta un enfoque transaccional en lugar de una simple subida de aranceles, Europa se verá obligada a realizar concesiones, lo que puede resultar en una balanza negativa para la región.
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