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“América Primero”, la política exterior para un segundo mandato de Trump que dibuja un ‘think tank’

Las recetas de un laboratorio de ideas trumpista son la entrega sin reservas a Israel, ayuda condicionada a Ucrania y una fuerte rivalidad con China

Donald Trump
El expresidente de EE UU y candidato republicano a la presidencia, Donald Trump, la semana pasada en Nueva York.Steven Hirsch (via REUTERS)
Miguel Jiménez

Ideólogos, congresistas, antiguos altos cargos de la presidencia de Donald Trump y aspirantes a serlo en un hipotético regreso del multimillonario a la Casa Blanca preparan el guion de lo que consideran debería ser una segunda presidencia trumpista. La ultraconservadora Heritage Foundation lanzó hace unos meses un amplio catálogo de medidas, el Proyecto 2025, para inspirar a la futura presidencia. La semana pasada ha sido el America First Policy Institute el que ha lanzado sus propuestas, centradas en la política exterior y la seguridad nacional, a través de un libro. Apoyo cerrado a Israel, condicionado a Ucrania y competencia hostil con China están en el menú de una propuesta bautizada, al igual que el propio think tank, como América Primero, la misma que aplicó Trump en su primer mandato.

Si el expresidente gana las elecciones presidenciales de noviembre y vuelve a la Casa Blanca el próximo 20 de enero, tendrá sobre la mesa del Despacho Oval un guion que seguir. Aunque la campaña de Trump siempre ha señalado que solo asume y se compromete con sus propias propuestas, la familiaridad de algunos de estos centros de pensamiento conservadores con Trump y sus equipos convierte en relevantes sus planteamientos.

El libro es crítico con la forma en que Trump asumió el poder en 2016 en lo que califican de “tumultuosa transición” que demoró la aplicación de sus políticas. Los autores ponen como ejemplo que antes de las elecciones, el equipo de transición de la demócrata Hillary Clinton había presentado más de 1.000 nombres para futuras autorizaciones de seguridad, mientras que el de Trump solo presentó 25. Para que esa situación no se repita, el think tank dice que ha identificado aproximadamente 1.200 puestos relacionados con la seguridad nacional y urge a cubrirlos desde el hipotético primer día con leales a Trump que asuman el enfoque de “América primero”.

La publicación del America First Policy Institute, titulada An America First Approach to U.S. National Security (Una aproximación de América Primero a la seguridad nacional de Estados Unidos), aborda la situación internacional y sale al paso de las críticas que señalan que su enfoque supone renegar del papel de primera potencia mundial. “La política exterior América Primero no es aislacionismo. América Primero no significa Estados Unidos solo”, señala el antiguo teniente general Keith Kellogg, exjefe de gabinete y secretario ejecutivo del Consejo de Seguridad Nacional y presidente del Centro para la Seguridad Estadounidense del America First Policy Institute, utilizando América de forma reduccionista, como sinónimo de Estados Unidos.

Apoyo cerrado a Israel

Editado por Fred Fleitz, el jefe de gabinete del Consejo de Seguridad Nacional de Trump, el libro aborda la invasión rusa de Ucrania, el ataque de Hamás contra Israel y la amenaza que representa China. Lanza pinceladas, reflexiones y pautas, pero no siempre propuestas concretas. En lo que hay menos dudas es en el apoyo cerrado a Israel, en sintonía con las posturas expresadas en público por el propio Trump. El expresidente criticó duramente a Joe Biden la semana pasada por paralizar el envío de un cargamento de bombas de gran potencia, algo que Trump calificó de “vergonzoso” y de alinear al presidente con los terroristas de Hamás, en una nueva hipérbole sin fundamento.

El responsable del libro, Fred Fleitz, defiende una política sobre Israel que “honre el compromiso histórico de Estados Unidos con el Estado judío” y se basa en el entendimiento de que Israel es el principal aliado en Oriente Próximo, “uno en el que Estados Unidos confía para compartir inteligencia, defensa y otros codesarrollos tecnológicos y lo más importante para preservar los intereses de Estados Unidos en la región”, sostiene.

Ellie Cohanim, ex enviada adjunta del Departamento de Estado de Trump contra el antisemitismo, baja al detalle y sostiene que Estados Unidos debe apresurarse a facilitar 25 nuevos aviones de combate avanzados F-35, un escuadrón de F-15 EX de Boeing y un escuadrón de helicópteros de ataque Apache E. Además, sostiene que Washington debería presionar a los Estados árabes para que paguen la factura de la reconstrucción de Gaza y acepten que Israel aplace cualquier conversación política con los palestinos a la espera de un periodo indefinido de “desradicalización obligatoria” para el pueblo palestino.

Menos detalles hay sobre cómo llevar a la práctica esa proclama de Trump de que si resulta elegido acabará en un día con la guerra de Ucrania. El libro se dedica más a culpar a Biden del conflicto. “La guerra de Ucrania es una tragedia evitable resultado de la incompetencia del presidente Biden como líder mundial y de su caótica política exterior. La guerra ha dividido a los estadounidenses y al movimiento conservador sobre cuál debe ser la implicación de Estados Unidos en este conflicto y cómo afecta la guerra de Ucrania a la estabilidad europea y mundial”, escriben Kellogg y Fleitz sobre la guerra en Ucrania.

El planteamiento, aseguran, no es aislacionista, pero rechaza mantener a Estados Unidos “en guerras interminables en detrimento del país, al anteponer principios idealistas a los intereses del pueblo estadounidense”. El papel en Ucrania debe ser a través de un “liderazgo decisivo” en el que “una diplomacia audaz allane el camino” hacia el final del conflicto. “Lo que no debemos seguir haciendo es enviar armas a un punto muerto que Ucrania acabará teniendo dificultades para ganar”, dice.

Los autores sostienen que Estados Unidos debería condicionar la futura ayuda militar a la participación de Ucrania en negociaciones de paz con Rusia. El planteamiento parece ser que, sin renunciar a recuperar todo su territorio, se postergue ese objetivo, “que probablemente no se producirá antes de que Putin abandone el poder”.

China, “la amenaza más acuciante”

En cuanto a China, el objetivo es “derrotar las influencias malignas”, esforzándose por hacer que “las políticas del Partido Comunista Chino sean en gran medida irrelevantes para la vida estadounidense”. Se describe a la potencia como la amenaza más acuciante para la seguridad nacional estadounidense y se plantea una política dura, especialmente en lo económico y tecnológico.

Propone negar a las compañías chinas el acceso a los mercados estadounidenses de la misma manera que se ha negado a las empresas estadounidenses en China. También recomienda que se prohíba a los ciudadanos chinos comprar propiedades en un radio de 50 millas de cualquier propiedad del Gobierno estadounidense y restricciones de visado para los estudiantes chinos. En un aspecto, las propuestas chocan con la posición de Trump: el libro apoya la prohibición de TikTok y otras aplicaciones chinas por preocupación por la privacidad de los datos. Trump la rechaza. Uno de los principales accionistas estadounidenses de TikTok es donante republicano.

El otro gran aspecto que aborda el libro (que apenas dedica atención a Europa, lo que en sí mismo es un mensaje) es la frontera. Se mezcla ahí la política interior y exterior. “Sin una frontera segura, Estados Unidos no es una nación soberana. Aunque nuestras leyes de inmigración siempre podrían modernizarse y mejorarse, incluida la revisión del sistema de inmigración legal para servir mejor al interés nacional, hay suficientes poderes existentes que la Administración Biden se niega a utilizar que la próxima administración de América Primero debería aplicar inmediatamente para asegurar la frontera”, señala en un capítulo Chad Wolf, exsecretario en funciones del Departamento de Seguridad Nacional.

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Sobre la firma

Miguel Jiménez
Corresponsal jefe de EL PAÍS en Estados Unidos. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de Economía y Negocios, subdirector y director adjunto y en el diario económico Cinco Días, del que fue director.
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