Un difícil gesto
José Luis Seseña tenía ayer una difícil papeleta, que resolvió con dignidad. Si ya es de por sí complicado el gesto de actuar en solitario, lo es más cuando los toros son de auténtico saldo, pues la anunciada corrida de Mercedes Pérez Tabernero hubo de remendarse con toros de otras dos divisas. Algunos, cinqueños, desarrollaron el sentido propio de esta edad. La mayoría presentaban pitones sospechosos de haber recibido las visita del barbero.Nada ha cambiado en las injustas estructuras de la fiesta y los toreros de cotización modesta deben pasar por estas complicadas pruebas, mientras que las llamadas figuras ya tienen la temporada hecha y repleta de contratos de despachos sin que cuenten demasiado sus méritos en el ruedo. Tampoco ha habido cambios en el descarado e ilegal uso de manguitos en los caballos de picar.
Pérez Tabernero / Seseña
Cuatro toros de Mercedes Pérez Tabernero, 3º de Gervás y 6º, de hermanos Ramajo, desiguales de presentación y juego. José Luis Seseña, único espada: palmas, silencio, oreja, oreja, vuelta y oreja.Plaza de Aranjuez, 6 de marzo.
El festejo comenzó con poca brillantez para Seseña. En sus dos primeros enemigos, sin fuerzas, que campanearon y rodaron por los suelos, debiendo intervenir la tracción peonil -ora tirando de las pencas, ora tirando de los cuernos, ora de ambos lugares- para ponerlos en pie, no alboreó su arte, aunque sí su preparación y valentía, amén de un sitio impropio de quien hace el paseíllo en tan contadas ocasiones. El tercero era menos malage que los anteriores y el diestro dibujó excelentes redondos, a compás abierto, templados y mandones.
Con el morlaco que salió en cuarto lugar alcanzó Seseña la inspiración máxima. Embebió el celo del toro en los vuelos del percal en tres hermosas verónicas, lo llevó al percherón galleando por chicuelinas, y con el señuelo escarlata desgranó una variada faena en la que destacaron varias tandas de naturales de seda aderezados con buenos cambios de mano. Enterró la espada hasta los gavilanes, se aseguré la salida a hombros.
Intentó recibir al quinto a porta gayola, pero el farruco animal se detuvo ante el torero, le miró altivo ... fuese y no hubo nada. Después le arrolló de forma tal que Seseña quedó maltrecho y los espectadores, congelados por la impresión, los que no lo estaban ya por el frío. Al final, el presidente practicó la elegancia social del regalo, tras la voluntariosa labor del diestro ante el galafate sexto. Seseña, que superó la prueba sin perder los papeles nunca, demostró estar en condiciones de torear mucho más si le conceden oportunidades.
Babelia
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