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Pavlovsky: "La nueva derecha es más peligrosa"

El psiquiatra, autor y actor actúa en Madrid

El psiquiatra, actor, psicoanalista, autor, médico y marxista argentino Eduardo Pavlovsky se presenta a partir de mañana en la sala Mirador, dentro del VIII Festival de Teatro de Madrid, con la obra escrita e interpretada por él Potestad, pieza en la que analiza la figura del represor desde la óptica de este último. Este hombre, cuyo teatro está ligado a aspectos sociales en un contexto latinoamericano y que anhela ser el Darío Fo del subdesarrollo, reflexiona no sólo sobre su obra, sino sobre una sociedad que está generando una nueva derecha, "mucho más peligrosa, ya que es pensante, lúcida e inteligente, y cuya metáfora sería el vargasllosismo".

Cuando Pavlovsky hace referencia a su profesión da por hecho que se entiende que habla de la psiquiatría, y añade: "Es que esto del teatro, aunque soy profesional, lo vivo siempre como un regalo que me he hecho".En España, sus obras más conocidas son El señor Galíndez, Cámara lenta y El señor Lafargue. En Potestad, como en otros de sus textos, el centro sobre el que gira todo es la represión y la tortura, pero siempre analizadas desde la óptica del represor y de lo que él define como una nueva sofisticación de la represión: "En El señor Galíndez, el represor primitivo es sustituido por un nuevo hombre que ha leído, estudiado, se ha ideologizado, sabe por qué tortura, qué sentido tiene lo que hace y hacia dónde va, y además tiene una concepción del mundo determinada".

Ideología y estética

Su compromiso no se limita al escenario, espacio donde cree que no hace un teatro político, ya que piensa que su teatro es producto de un proceso que sale del dolor y de muchas crisis personales: "Mi preocupación, aunque también milito políticamente, es a un nivel estético e ideológico; no me bastaría expresarme en el escenario y pensar que ya he cumplido", comenta Pavlovsky. "Me preocupa el hecho de que el represor en Latinoamérica es cada vez más semejante", y en este punto el actor habla de cómo antes había determinadas personalidades psicopáticas o agresivas, con diagnósticos médicos concretos, y ahora la situación es otra: "En mi teatro trato de denunciar a ese torturador infiltrado en la democracia de forma inteligente, con una complejidad psicológica y con la posibilidad de identificarnos con él".

Para Pav1ovsky, este nuevo represor forma parte de una nueva derecha, mucho más peligrosa, que ahora es pensante, algo que cree que durante mucho tiempo ha sido patrimonio de la izquierda: "No es casual que surja el vargasllosismo como posición que apoya a la derecha. Estamos ante una derecha inteligente, lúcida, que está ocupando determinados lugares y que yo la siento muy ligada al imperialismo. Son nuevas formas de la derecha, porque ya no caben los modos groseros". Pavlovsky se recrea analizando las características de este fenómeno: "Es una derecha tecnológica, de la que hablo en mi última obra, El último poeta, con la que la izquierda tiene que estar muy atenta con su retórica menos fuerte que antes".

Para Pavlovsky, el sello de esta nueva derecha no es más que el de una gente que está permanentemente planteando, en un continente como Latinoamérica, las libertades democráticas, la libertad del hombre, la libertad expresiva y otras tantas libertades, "y ello sin tener en cuenta el nivel de la contradicción fundamental que en nuestro caso no es otro que proteínas o muerte". Y añade: "Es un concierto expuesto desde la razonabilidad lúcida e inteligente con una especie de fobia anticomunista muy bien estudiada e ideas planteadas desde el liberalismo".

El autor-actor termina su discurso añadiendo: "Pienso que un hombre como yo, que ha tenido la oportunidad de comer las proteínas suficientes y ser universitario, tiene que sentirse comprometido en el contexto en el que vive". Pavlovsky pertenece a una familia de médicos de la alta burguesía.

Piensa que en su teatro hay una dimensión personal, en la que saca a flote sus propios fantasmas, y otra dimensión social e histórica: "En cualquier caso, donde está inscrito lo que yo denuncio sí tiene que ver mucho conmigo, así como la forma de la desesperación y el nivel de angustia de los personajes". El desdoblamiento es para Pavlovsky inevitable cuando interpreta Potestad. "Nunca termino de saber cuándo soy yo y cuando el personaje. Pero no es el psicoanálisis el que ha enriquecido mi teatro, sino a la inversa". A ello habría que añadir que la actriz y psicóloga Susana Evans, con quien realiza Potestad, es su mujer en la escena y en la vida real. Y aclara: "Sobre el escenario soy la tierra, el primitivismo y no la abstracción".

El subirse a un escenario teatral es para Pavlovsky un ejercicio catártico, la plenitud: "Desde joven me dio la sensación de que era uno de los lugares más completos. Puede ser algo similar a un orgasmo, un amor pasional. Un escenario me fascina, y además sabes que lo que dices tiene sentido".

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