Un cacique de la España bárbara
Jarrapellejos, basada en la novela homónima de Felipe Trigo, es la primera adaptación filmica de una obra literaria del escritor extremeño, trágicamente fallecido en 1916.La narración del novelista, que ha servido de inspiración a Giménez-Rico y Gutiérrez Aragón -colaborador en el guión este último-, está enmarcada en la negra realidad que conforma lo que Trigo definía como la historia bárbara de España.
La película, entre la denuncia social y el retrato costumbrista, nos presenta un doble caso de violación y asesinato, que queda impune, como los desmanes habituales del cacique Jarrapellejos, favorecidos por la complicidad de los privilegiados y la impotencia de quienes sufren las injusticias.
Jarrapellejos
Director: Antonio Giménez-Rico; guión: Antonio Giménez-Rico, con la colaboración de Manuel Gutiérrez Aragón, basado en una novela de Felipe Trigo; fotografia: José Luis Alcaine; música: Carmelo A. Bernaola; productor: José G. Blanco Sola. Intérpretes: Antonio Ferrandis, Juan Diego, Lydia Bosch, Miguel A. Rellán, Amparo Larrañaga, Joaquín Hinojosa, Aitana Sánchez Gijón, Carlos Tristancho. España, 1987.Salas de estreno en Madrid: Palacio de la Música, Benfliure, Novedades.
Sin rehuir la denuncia social de una época ejemplificada en el caciquem la acción, situada en 1912, ofrece un pretexto para admirar la reconstrucción ambiental y el retrato costumbrista, donde Rafael Palmero como director artístico y José Luis Alcaine como fotógrafo demuestran sus reconocidas capacidades.
Pinceladas pesimistas
La acumulación de personajes y su protagonismo coral han condicionado su tratamiento, realizado más con vigorosas pinceladas que con dirección amplia y profunda, siendo los hechos que acontecen en la historia los que definen sus personalidades.Asimismo, la intensidad del relato del filme nace de la sucesión de acontecimientos en la acción fílmica, que más que subrayar uno muestran acumulativamente las hazañas del prepotente cacique.
Todo ello está presentado con normalidad en el entorno rural elegido, cuya atmósfera pesimista no alumbra la esperanza que anuncie el término de la perenne injusticia.
La funcionalidad del filme posee una de sus bazas principales en el trabajo y elección de los actores, donde Antonio Ferrandis cumple el díficil cometido de encarnar al cacique Jarrapellejos y encuentra correcta réplica en una amplia galería de actores entre los que cabe destacar la interpretación de Miguel Ángel Rellán.
Entre la calidad formal y la fidelidad al espíritu de Felipe Trigo, Antonio Giménez-Rico consigue una realización digna y meritoria, por encima del tono medio del cine español y superior a ciertos títulos, frutos de poderosas cinematografias, que acuden con frecuencia a nuestras pantallas.
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