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38º FESTIVAL DE BERLÍN

Una película sobre mercenarios norteamencanos en Nicaragua provoca aplausos y abucheos

ENVIADO ESPECIAL Walker, película norteamericana dirigida por el joven británico Alex Cox, provocó las primeras reacciones contrapuestas del público acreditado en la Berlinale 88, desde el abucheo hasta el aplauso. Es un filme raro en la producción estadounidense, pues cuenta una aventura muy violenta y verídica, pero con rupturas de su veracidad mediante repentinas incursiones en un humorismo político superrealista e incluso esperpéntico, cosa infrecuente, por no decir inédita, en las reconstrucciones históricas de Wollywood. Completó la jornada el filme griego Theofilos, obra sencilla y con bondades muy disminuidas por su soporífera morosidad.

A Alex Cox le atraen los argumentos duros. Si fuerte era su Sid y Nancy, comparada con Walker parece poco menos que un cuento de hadas. Reconstruye este filme la odiosa y desconcertante aventura de un grupo de mercenarios norteamericanos que, capitaneados por el comandante Williani Walker, un fanático a sueldo del potentado Conelius Vanderbilt, desembarcó a mediados del siglo pasado en Nicaragua y se apoderaron de ella.

Walker y Vanderbilt llevaron a su extremo lógico -es decir, a la locura- las consignas expansionistas que la política de rapiña de Washington financió desde los tiempos de la independencia. La expedición de Walker a Nicaragua concluyó en una abominable matanza, en cuya representación Cox no escatima bidones de pintura de color de sangre.

Este baño sanguinario, unido a la irrupción en la película de signos superreales y anacrónicos como botellas de coca-cola, ejemplares de la revista Time o la subita aparición en 1855 de un modemo helicóptero de guerra, delimitan el filme como una farsa esperpéntica sobre uno de los antecedentes de la política de Reagan. "Cuando los jefes de la Universal vieron la película termina da", dijo Cox, "no les gustó nada Es lógico".

Superficial

Parece que la película arrastra consigo la polémica, pero de manera superficial y forzada. Hay en ella defectos de fondo, sobre todo el mal acoplamiento entre lo que el cineasta quiere decir, que es muy claro, y lo que sus imágenes dicen, que no lo es tanto. Obra curiosa, radical e inmadura, Walker tiene interés como curiosidad y como apunte de un estilo muy personal, pero que todavía no es dueño de sí mismo.Theofilos, del griego Lakis Panastathis, es otro filme con fondo histórico: la triste vida, a primeros de siglo, del pintor Theofilos Hadjirnikail, un autodidacto ingenuo cuya obra plástica es hoy muy apreciada.

La película es exactamente lo que pretende ser: la reconstrucción de la vida adulta del pintor con las mismas armas expresivas de su pintura. El tono narrativo y la plástica del filme se ajustan de esta manera al fondo de lo que cuentan, pero al relato, muy lineal, le perjudican gravemente su prolijidad, su duración excesiva y su propensión, más allá de la tristeza, hacia la lástima. Esto no impide que en ocasiones alcance posiciones muy delicadas y de buen gusto.

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