Adolphe Appia, adelantado a su tiempo
Abierta una exposición sobre el escenógrafo suizo que revolucionó la ópera
Adolphe Appia (1862-1928), suizo, admirador de Wagner y autor de una importante obra teórica, fue un auténtico precursor de la reforma de la puesta en escena del teatro lírico. Una exposición sobre su vida y su obra está abierta de cuatro de la tarde a diez de la noche, hasta el próximo 21 de febrero, en la sala Margarita Xirgu, del teatro María Guerrero de Madrid. Permite apreciar, a 60 años de su muerte, la modernidad y vigencia de sus planteamientos.
Parte Appia de un rechazo a la falsa ilusión de realidad producida por el naturalismo mediante la acumulación de elementos decorativos en forma de telas pintadas u objetos artificiosos. Su concepción del espacio escénico atiende fundamental mente a una organización de luces y sombras en la que la música se transmite sin obstáculos y en el que la comunicación, la emoción, viene dada por la presencia teatral del actor o cantante. "La música es el alma del drama. El drama es lo que en última instancia determina la puesta en escena. Nunca podrá determinarla sino a través del actor", escribe en 1895.Cubos, paralelepípedos, columnas, rampas, escaleras, formas geométricas, conforman sus escenografías. Desnudas, realzando los valores de síntesis, potenciadas por la luz. Existe una jerarquía de todos los elementos artísticos puestos en juego: actor-espacio-luz-pintura. Se da una especial atención al movimiento. Para el director teatral Lluís Pasqual, la utilización que hace a pie de espacio es muy poética, armónica y contemporánea.
Al contemplar sus bocetos y reproducciones se tiene la sensación de que carecen de marco, no tienen límite, continúan fuera de ellos. Algo similar ocurre en otra de sus principales aspiraciones: la comunicación sala-escenario. Appia pretende su unificación, la fusión de los espacios, la no separación entre ellos.
El conocimiento y las relaciones que mantuvo con Jacques Dalcroze a partir de 1906 le permitieron entrar en contacto con la rítmica y desarrollar sus teorías de acercamiento actor-espectador en el teatro de Hellerau. Asimismo diseñó una serie de espacios rítmicos destinados a la creación de un estilo propio para realzar el cuerpo humano bajo las órdenes de la música.
Oposición wagneriana
La aceptación social, el acceso a la puesta en práctica de sus formas de expresión, le estuvo vetada hasta los 60 años. Era demasiado audaz para su época. En 1923 puso en escena Tristán e Isolda en la Scala de Milán, retomando unos bocetos de 1896. La oposición wagneriana tradicional influyó en la dirección del Stadttheater de Basilea para que solamente se pudieran representar El oro del Rhin y La walkiria de un ciclo completo de El anillo encargado en 1924 por el director Oscar Wälterlin.El clima de dificultades y la hostilidad a la renovación escénica era contado así por Wieland Wagner en 1959: "Es verdaderamente trágico para la obra wagneriana que la voluntad de estilización genial de Appia no haya convenido a las prácticas escénicas de los teatros municipales. Prohibiendo la obra de Appia La música y la puesta en escena, Cosima Wagner mantuvo en Bayreuth durante varias décadas una tendencia artística desde hacía mucho tiempo superada. Actuaba así contra los objetivos revolucionarios de Bayreuth".
El paso del tiempo ha hecho justicia a los postulados y enfoques de Appia. Grandes escenógrafos como Wieland Wagner, Josef Svoboda o Luca Ronconi son deudores de sus investigaciones, y ello queda reflejado en varias fotografias de esta exposición.
Babelia
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