Países ricos, países pobres

EL REY Juan Carlos, presidente del Comité de Honor de la Campaña Norte-Sur, promovida por el Consejo de Europa para estimular la. solidaridad europea con los países del hemisferio meridional, hizo, desde la tribuna de la Asamblea Parlamentaria de dicho organismo un llamamiento a superar la desigualdad entre países ricos y países pobres.El conflicto ideológico Este-Oeste tiende a ser sustituido contemporáneamente por el que opone a los países que han superado el umbral del subdesarrollo -en parte merced al establecimiento de una relación desigual de intercambio con los países productores de materias primas- y los que se debaten por salir de la niÍseria. Esa desigualdad no sólo se ha incrementado durante las últimas décadas, a despecho de declaraciones y promesas, sino que aumentará si no se toman medidas específicas, voluntaristas incluso, que contrarresten esa tendencia. La miseria de esa mayoría de la población mundial se convierte en un poderoso factor de inestabilidad social y en un obstáculo a la democratización de los regímenes políticos.

Fiel a su vocación de instancia no sólo política, sino cultural y moral, el Consejo de Europa se propone con esta campaña sensibilizar a los Gobiernos y a los ciudadanos europeos de la dimensión del problema, que desborda los aspectos fieramente técnicos o económicos.

La unánime designación de don Juan Carlos para presidir el conúté de honor y para abrir oficialmente las actividades de la campaña tiene que ver con el papel histórico de España como encrucijada de tres continentes, pero también con la personalidad del Monarca, presentado por el secretario general del Consejo, Marcelino Oreja, como "encarnación del compromiso de defensa de unos valores que tienen como eje el respeto a los derechos humanos". Don Juan Carlos identificó la insolidaridad con la ceguera y falta de perspectiva, y resaltó la necesidad de una actuación concertada de las naciones europeas.

Por razones morales, pero también prácticas. El endeudamiento del Sur, y singularmente de América Latina, se está convirtiendo ya en un obstáculo para un desarrollo armónico y continuado de la economía mundial. Conflictos bélicos como los que padece la región centroamericana son inexplicables sin referencia a la gravísirna situación económica de la zona, que, sin embargo, y dadas sus dimensiones, podría paliarse enormemente con una ayuda coordinada de Europa. A su vez, la expansión del mercado latinoamericano, el despliegue de las potencialidades humanas y materiales de ese subcontinente -inseparables de una solución política al problema de la deuda-, podría ser en un futuro próximo una condición para el desarrollo econón-úco del Viejo Continente. Don Juan Carlos hizo del concepto de interdependencia el eje de su discurso, subrayando la imposibilidad de resolver los problemas con estrategias aisladas de cada país.

Por lo demás, la presencia del Rey en el acto de Estrasburgo es un síntoma del creciente protagonismo de España en los foros internacionales. Tal vez no se haya reparado suficientemente en el significado de que organismos con la proyección internacional de la UNESCO, el Consejo de Europa y el Comité Olímpico Internacional estén hoy encabezados por españoles. Ello da la dimensión de la proyección exterior de los cambios producidos en nuestro país en apenas una década de democracia.