Se veía venir
"Aún va a haber en Argentina algunas cosas que no nos van a gustar a muchos", anticipó el 6 de enero último el secretario de Defensa argentino, Raúl Alconada. La predicción se cumplió: el teniente coronel Aldo Rico volvió a hacer renacer viejos temores en 30 millones de argentinos.Después de la traumática experiencia de la pasada Semana Santa, la sociedad argentina quedó a la espera de una nueva sacudida, dado que la crisis quedó sin epílogo. Los protagonistas del motín siguieron formulando declaraciones, se pasearon sin recato por cuarteles y lugares públicos y pusieron en circulación un vídeo con su gesta. El cabecilla del alzamiento concedía entrevistas e insistía en las demandas que expuso en abril, centradas en la dimisión del jefe del Estado Mayor, general Dante Caridi.
El nuevo incidente protagonizado por Rico vuelve a poner de manifiesto la existencia de una fractura en el Ejército argentino: por un lado, los seguidores del teniente coronel, y por otro, el alto mando, encabezado por Caridi.
Ambas corrientes tienen en su discurso igual fin: la reivindicación histórica, eufemismo tras el que subyace la exigencia de que el Gobierno reconozca "el papel salvador" de las fuerzas armadas durante la dictadura militar que impidió que Argentina cayera en manos del comunismo. Caridi se inclina por un proceso gradual para la consecución del objetivo; Rico exige acciones inmediatas.
Mientras Rico y sus correligionarios acentuaban las presiones, el alto mando y el Gobierno asistieron impasibles al creciente descaro de los rebeldes, que encontraron eco en algunos medios de comunicación.
Animados por la pasividad oficial que permitió a Rico recibir visitas de oficiales activos en el lugar de reclusión atenuada -una lujosa residencia en Bella Vista, en las afueras de Buenos Aires, donde fue fotografiado jugando al tenis y haciendo gimnasia-, los rebeldes echaron el resto en el pulso con el alto mando y el Gobierno. Parece que perdieron.
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