_
_
_
_

Zbigniew Rybuynski filma un 'remake' de 'El acorazado Potemkin'

Año 1905, la escalinata que baja al puerto, en Odesa. Las fuerzas zaristas disparan indiscriminadamente contra la población civil. Escenas de gran dramatismo filmadas por Sergei Eisenstein en 1925, en una película, El acorazado Potemkin, que ha pasado a la historia del cine. Terribles y sobrecogedoras imágenes en blanco y negro. La madre que muere intentando proteger a su hijo, los soldados disparando, pisoteando a los caídos. Ahora, sobre esas mismas imágenes, hombres, mujeres y niños muriendo, en blanco y negro, se superpone un sorprendido grupo de turistas norteamericanos, en color, que se pasea por la escalinata. Es Steps, un mediometraje de 24, minutos estrenado recientemente en Europa, concretamente en Roma, donde provocó una auténtica polémica entre partidarios y detractores.

Su realizador es Zbigniew Rybczynski, un polaco afincado en Estados Unidos, de nombre impronunciable, al que los pragmáticos norteamericanos prefieren llamar Zbig. Un remake, no de El acorazado Potemkin, sino solamente de una secuencia de la película, la de la escalinata de Odesa. Un remake realizado con cuatro grabaciones especiales y un elaborado trabajo de producción en estudio por procedimiento electrónico (paleta gráfica electrónica) mediante el cual Zbig ha incrustado en una copia de la película original nuevos personajes, cancelando otros.¿Homenaje a Eisenstein? ¿,Deseo de experimentar nuevas técnicas? Nada de eso. Simple deseo de cambiar la historia. "He utilizado un símbolo conocido, reconocido, para cambiar el pasado", explica Zbig. "De la misma manera, podría haber matado a Hitler en otra película". Y, ,evidentemente, cambia la historia de El acorazado Potemkin: su secuencia de la escalinata de Odesa tiene un final feliz. Zbig salva a un niño. El bebé en blanco y negro que se estrella con su cochecito al pie de la escalinata; se convierte casi por arte de mapa, en la fracción de un segundo, en un robusto y saludable crío en color. Su sonrisa, que cierra el filme, es la sonrisa de la esperanza. No todo es muerte y dolor en esta historia reinventada.

En la sala de Villa Medici, en Roma, donde se estrenó en Europa Steps (Escalinata) hubo una apasionada división de opiniones. Expertos en vídeo saludaron el experimento como la quinta maravilla de las nuevas tecnologías. Perfecto el ritmo de las imágenes, sorprendente y ajustadísima la combinación de las viejas escenas en blanco negro con las nuevas en color, consideraron. Mucha gente de cine, en cambio, opinó que Steps es un atentado a un clásico. Ni conceptual ni formalmente, afirmaban, tenía derecho Zbig a cambiar la historia de Eisenstein. De lo que no hay duda es que el realizador polaco ha conseguido una mezcla que impacta por su brutalidad: los turistas fotografiando la masacre en la escalinata, como si de un souvenir se tratase; en el interior del cochecito que se precipita por la escalera aparece repentinamente el enorme radiocasete de uno de los turistas; una madre huye con su hijo en brazos intentando salvarle de la muerte y junto a ella, como si fuera su sombra, corre el turista de Zbig apretando entre sus brazos el radiocasete roto. El contraste, entre la mujer de Eisenstein y el turista de Rybczynski, entre el blanco y negro y el color, mezclándose, superponiéndose, es absolutamente impresionante.

Los turistas norteamericanos de Zbig aparecen terriblemente estúpidos, insultantemente frívolos. Parte de la crítica italiana ha querido ver en Steps una "denuncia feroz contra la imbecilidad del norteamericano medio". Zbig lo rechaza rotundamente. "No critico a Estados Unidos", aseguró a este diario. "Soy simplemente un observador, a veces sorprendido, de la sociedad norteamericana. Es una sociedad de contrastes, de muy diferente nivel económico, con muy diferentes tipos de comportamientos". Y añade: "el resultado de la cultura americana es la libertad".

Algunas de las producciones de Rybczynsky fueron presentadas recientemente en Vitoria en el III Festival de Vídeo Musical.

Una realidad por descubrir

"Mi objetivo", explica Zbigniew Rybczynski, "es analizar una realidad que no ha sido aún descrita. ¿Ayudará las nueva tecnología, con la que experimenta continuamente, a captar esa realidad tal como él la concibe? "Bueno, no olvidemos que todo está en el cerebro y hay que transmitirlo, con un sistema u otro. Buscar nuevos métodos para transmitirlo es el futuro. Y en ese sentido", añade, "Steps es sólo un paso más en mi trabajo".Rybczynsky ha evolucionado desde la animación tradicional a la electrónica y trabaja actualmente en definición.

Zbig filmó su primer trabajo (Plazmuz) en 1973. Tango, en 1982, una increíble secuencia de ocho minutos en la que 20 personajes entran, salen y se mueven en una pequeña habitación sin encontrarse jamás, le dio fama internacional. Esta pieza, considerada un clásico, le valió el Acadamy Award de animación. En Polonia filmó también pequeñas obras maestras como Zupa (1974), Sweito (1975), Nowa Ksiazka (1976) o Media (1983). El reconocimiento obtenido en Estados Unidos le movió a trasladarse a ese país, donde posee su propia productora, la Zbig Vision Ltd. En EE UU, y por procedimiento electrónico, ha filmado videos como The day before, una divertida historia de un astronauta ruso que en pleno vuelo se emborracha con vodka; Discret charm of diplomacy, que narra una fiesta en una embajada soviética en la que los diplomáticos se van convirtiendo en animales de corral; Hell in paradise, rodado íntegramente en Wall Street, habla de la religión del dinero. No hay duda, todo va bien en el nuevo continente. Zbig ha descubierto las Américas y las Américas han descubierto a Zbig.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_