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Pastores en la guerra

Los rebaños de los señores del desierto desafían en el Sáhara los muros marroquíes

Los nómadas saharauis cabalgaron al galope sobre sus camellos para salir al encuentro, la pasada semana, de la misión técnica de las Naciones Unidas y la Organización para la Unidad Africana (OUA) a lo largo de su recorrido de 11.200 kilómetros a través de los territorios liberados del norte de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Los técnicos internacionales pudieron así comprobar sobre el terreno no sólo la situación de las fuerzas militares y logísticas del Frente Polisario, sino también la de las poblaciones civiles saharauis que no se han incorporado a los campamentos de refugiados en el territorio argelino de Tinduf. Bajo la amenaza de los bombardeos marroquíes, el nomadeo coexiste aquí con la guerra contra los muros.

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La misión de la ONU y la OUA descendió, bajo escolta militar, a las pistas polvorientas y plagadas de baches que conducen desde Tinduf a los territorios liberados, esa parte del antiguo Sáhara español que ha quedado excluida del perímetro de los seis muros marroquíes. La expedición a las regiones de Bir Lahlu y Tifariti fue una de las claves del intenso programa que los técnicos civiles y militares internacionales desarrollaron, durante dos semanas, para tomar el pulso al conflicto desde ambos lados de la contienda, con vastas a la celebración de un eventual referéndum en el Sáhara. Su objetivo era reunir datos sobre la organización militar, armamento y posiciones de las fuerzas del Polisario que continúan en estas zonas la lucha, comenzada hace 12 años, contra la ocupación marroquí.

El otro desierto

El grueso de los refugiados saharauis ha plantado sus jaimas -tiendas - en Tinduf, uno de los rincones más duros e ingratos del Sáhara. Allí viven a cubierto de las incursiones aéreas que en otros momentos de la guerra han golpeado las poblaciones civiles, con la esperanza de volver un día a su desierto, el que comienza a apenas 70 kilómetros de la frontera argelina. Un desierto distinto al de la hamada, el altiplano pedregoso sobre el que el viento sopla sin encontrar obstáculo; un Sáhara en el que frondosas acacias brotan como un milagro en un paisaje lunar y en el que la llanura monótona se ondula en colinas y se quiebra en ríos y cañadas.No todos han renunciado a este edén: unos 10.000 nómadas, según datos oficiales, se resisten a abandonar los pastos que aseguran la supervivencia de su riqueza, los rebaños de camellos y cabras. "Nuestros hijos están en la guerra y nosotros les servimos de apoyo", explica Ahmed Labidi, un venerable anciano de 70 años con la barba blanca azulada por el tinte índigo de su draa (túnica). En los tiempos coloniales, fue representante de la tribu de los Ulad Daud en el Consejo de los Cuarenta, el órgano que agrupaba a los distintos grupos nómadas. Es dueño de un valioso rebaño que suma unos 50 camellos 100 cabras.

"Éstas son las tierras que nos han pertenecido desde tiempos ancestrales: ¿por qué habríamos de marcharnos?", afirma en correcto castellano Mulaya Ahmed, de 61 años, dueño de otro importante rebaño que pasta en la zona de Birlajlun y ex soldado en el ejército colonial, donde alcanzó el grado, de sargento.

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Ahmed está satisfecho: las abundantes lluvias de los últimos días han dado, un aspecto sombrío a un Sáhara con amaneceres cubiertos por espesas nieblas. Pero el perfume que desprenden los abundantes matorrales de gartufa (manzanilla) anuncian un buen año de pastos. "¿Miedo? Nuestros combatientes están cerca y, gracias a Alá, nos protegen", añade Ahmed.

La guerra ha recortado los periplos de los nómadas en busca de pastos que en el pasado llegaban hasta el sur de la frontera mauritana con Senegal. Pero en los momentos difíciles sus rebaños se han aproximado a matorrales situados a apenas ocho kilómetros de los muros marroquíes. -

Los nómadas son motivo de orgullo para el Frente Polisario. "Estos pastores analfabetos, como los ha calificado con desprecio el rey Hassan, son la base de la fuerza que ha sometido a muchas humillaciones al poderoso Ejército marroquí", afirma Bullahi Jalifa Moulud, director de Sáhara Libre, publicación mensual editada por el Frente Polisario.

En las zonas de combate, los hijos de los nómadas duermen junto a sus fusiles a la luz de las estrellas y de los rigores de un duro invierno. "Es la guerra", afirma un joven soldado polisario en el valle de Ergui, apenas a 20 kilómetros del cuarto muro marroquí y punto final del viaje de la misión técnica. "La vida del nómada también es dura y nos enseña a sobrevivir en las condiciones más adversas", añade mientras sirve el té en pequeños vasos de cristal.

Ello y su profundo conocimiento del terreno constituyen la baza que juegan los saharauis. Los accidentes del terreno no tienen secretos para los combatientes del Polisario, que aprovechan los cursos de los torrentes secos para deslizarse con sus vehículos todo terreno, sin ser vistos por el ojo humano incluso a plena luz del día. "Los marroquies no pueden mantener equipos de radar a lo largo de todas sus defensas", explica Bullahi.

La cultura nómada, además, es una importante señal de identidad para los saharauis frente a los esfuerzos de Rabat de marroquizar el Sáhara Occidental. "Los periplos de nuestras gentes alcanzaron en otros tiempos las fronteras de Mauritania y las de Argel", añade el periodista saharaui. "Pero nunca sobrepasaron el río Draa: ésa es la frontera entre el mundo del nomadeo saharaui y la del arado marroquí, la que nosotros defendemos".

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